El oro de Panamá es azul

  • 18/09/2025 00:00

Imagínate esto: esperas un chapuzón delicioso y tibio en el Pacífico, en una mañana de enero. Corres por la playa, lleno de emoción, y te zambulles en lo que asumes será una dicha tropical. En cambio, sales gritando del agua como si acabaras de saltar al Mar del Norte. La temperatura ha bajado de unos agradables 29°C a unos impactantes 16°C de la noche a la mañana.

Bienvenido al afloramiento: el mayor tesoro oculto de Panamá.

Esa agua helada que te mandó corriendo de vuelta a tu toalla es, en realidad, oro líquido. Oro azul, para ser más preciso. O si vamos a ser completamente exactos, es una capa verde invisible escondida justo debajo de esa superficie azul resplandeciente.

En lo profundo de nuestras aguas del Pacífico yace lo que los científicos llaman el máximo de clorofila profundo: esencialmente un jardín submarino tan rico y productivo que supera a cualquier selva tropical. Esta capa verde florece donde confluyen dos ingredientes esenciales: nutrientes profundos y luz solar.

Aquí es donde Panamá se vuelve fascinante. En el Caribe, esta capa verde yace a 100-200 metros de profundidad—demasiado profunda para recibir suficiente luz solar o sustentar pesquerías importantes. Pero en el Pacífico se encuentra a apenas 20 metros bajo la superficie, accesible tanto para la luz como para nuestras redes. Por eso más del 95% de la biomasa pesquera de Panamá proviene de la costa del Pacífico.

¿Qué crea esta mina de oro submarina? Cuando los fuertes vientos alisios del norte soplan a través de nuestro istmo, actúan como una cuchara gigante revolviendo la olla del océano. Estos vientos empujan el agua superficial tibia hacia el mar, creando espacio que inmediatamente se llena con agua fría y rica en nutrientes que sube desde las profundidades.

Es la propia cinta transportadora de la naturaleza, trayendo “fertilizante” desde el fondo del océano hasta donde la luz del sol puede hacer su magia. Esta agua gélida transporta los nutrientes vitales que alimentan nuestro jardín submarino, creando una red alimentaria masiva que comienza con plantas microscópicas y termina con el pescado en tu mesa.

Además, este afloramiento actúa como un sistema de aire acondicionado natural para nuestros arrecifes de coral, ayudando a protegerlos del estrés térmico que está devastando arrecifes mundialmente.

Durante milenios, este afloramiento ha sido tan predecible como la temporada de mangos. Los pescadores han planificado sus vidas alrededor de él, los ecosistemas han evolucionado con él, y las comunidades costeras han dependido de él. Ha sido uno de los fenómenos naturales más confiables de Panamá, sirviendo como la base de una economía pesquera que genera casi $200 millones anuales en exportaciones—la principal categoría de exportación del país.

Pero 2025 trajo algo sin precedentes: el afloramiento simplemente no ocurrió como se esperaba. Aunque los científicos aún están estudiando exactamente qué significa esto, es un recordatorio contundente de que incluso nuestros sistemas naturales más confiables no son inmunes al cambio climático.

La buena noticia es que Panamá ya ha tomado pasos significativos para proteger nuestros tesoros marinos, salvaguardando más de la mitad del océano para futuras generaciones. Pero el desafío es que sabemos poco sobre las profundidades.

No construiríamos un centro comercial en el Parque Nacional Darién sin considerar el impacto. El mismo cuidado debe extenderse a nuestras aguas profundas, donde la fundación de nuestros ecosistemas marinos yace escondida.

Por eso iniciativas como la boya de monitoreo oceánico en Coiba y la investigación de instituciones como STRI son tan cruciales. Necesitamos monitoreo mejorado e investigación dirigida para entender cómo nuestros océanos, atmósfera y vida marina interactúan.

El verdadero oro de Panamá no está enterrado en montañas o escondido en ríos: está fluyendo en esa agua fría y rica en nutrientes que hace que los niños griten cuando saltan al Pacífico en enero. Está en la capa invisible que alimenta todo nuestro mundo marino. Es la fuerza vital que sostiene tanto la riqueza cultural de una nación, cuyo nombre significa ‘abundancia de peces’, como su principal pilar económico marino.

Entender este increíble sistema natural es el primer paso hacia protegerlo. Después de todo, no puedes ser un guardián apropiado de algo que no entiendes. El oro de Panamá viene verdaderamente del azul, y es nuestra responsabilidad compartida apreciarlo y protegerlo—una ola fría pero vivificante.

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