• 29/07/2025 00:00

El Panamá que debe ser de todos

Tras finalizar las protestas sociales han salido a relucir las aspiraciones de algunos grupos. Pareciera que están felices por la arremetida judicial emprendida contra el Suntracs y el encarcelamiento de los vándalos en Bocas del Toro. Celebraron el envío de Genaro López a La Joya y que Saúl Méndez estuviese silente en la embajada de Bolivia.

Celebran que finalmente, según concluyen, haya llegado un gobierno que ponga en su lugar a los revoltosos que tanto afectan el desarrollo económico y la paz necesaria para que sus negocios y actividades no se vean afectadas. Quizás en esos se concentra el menos de 10% de la población que según reciente encuesta apoya la gestión de José Raúl Mulino.

No hay duda alguna de que muchos de esos protestantes siguen consignas externas que se han repetido nefastamente en otros países, caso Venezuela, Chile y Colombia. Tampoco hay dudas, caso de Suntracs, que muchas de sus acciones fueron alentadas y patrocinadas en los gobiernos de Martinelli y Varela.

Todos los representantes del capital, para lograr sus objetivos requieren de esa paz que los cierracalles y cabecicalientes le impiden tener y que Mulino al menos, con su particular estilo, ha sofocado. Esto lo comparten la mayoría de los panameños, hartos de que se cierren calles, que los maestros no den clases y que sus protestas le sigan causando tanto malestar en su vida cotidiana y que sigan destruyendo tantos negocios medianos y pequeños.

Ahora pedirán que el gobierno quite la voz a los obispos porque se están metiendo en política al denunciar la violencia que se vive y porque orientan a los indígenas en el proyecto de Río Indio. Esa voz tiene que ser escuchada porque son los que mejor evaluación tienen dentro de los actores del país.

El Panamá profundo es aquel que, a pesar de toda su gran riqueza, es uno de los más desiguales del continente, donde la calidad de la educación pública cada vez es peor ayudando a profundizar la brecha entre los panameños con acceso a escuelas de élite y aquellos que, por distintos motivos, han faltado a clases más de 500 días desde la pandemia recibiendo muy mala educación. Donde la calidad de la salud es de primer mundo para unos pocos, pero el resto, sobre todo en las comarcas indígenas, es verdaderamente penosa.

Donde la oportunidad de algunos es mayor debido a la clase de educación superior que reciben, mientras que la mayoría es tan deficiente que, si acaso, pueden acceder al mercado laboral, como dependientes de tiendas o supermercados y trabajo equivalentes, con escasas excepciones. Donde se venden barriadas enteras sin acceso al agua y los jóvenes no encuentran dónde vivir y todo lo que implica fundar una familia.

Estos comentarios harán pensar que estoy pintando una realidad muy oscura. No basta aborrecer la izquierda, pero tapándose los ojos con toda la corrupción de lo que llamamos derecha. Mi formación socialcristiana me permite defender la libre empresa y la propiedad privada, pero también me hace tomar conciencia que no se pueden dejar panameños en la cuneta porque es inhumano, injusto e inseguro para toda la sociedad, incluso para los que tienen todo.

Estoy llamando la atención a ese 10 % que vive en una especie de burbuja donde dicen que todo está bien. Es imperativo reaccionar con prontitud porque podemos perder todo, como ocurrió en Venezuela. Requerimos que se recupere la solidaridad con sentido práctico entre que viven aquí para que, unos y otros, sigan abanicando las odiosas banderas del odio de clases que tanto daño nos hacen.

Hay que ser creativos: ¿Por qué la empresa privada, tanto nacional como foránea, a su costo, no establece escuelas técnicas en todas las provincias? ¿Por qué no impulsar más el turismo trayendo al país técnicos de países tan exitosos en esa actividad como lo ha demostrado Portugal, por apenas mencionar un ejemplo? ¿Por qué no aprovechar nuestras inmensas costas atlánticas y pacíficas para establecer megapuertos, fuera del Canal, dándole presencia a cada naviera para que ellas financien esos proyectos, en el Pacífico en Farfán y en el Atlántico en Palo Seco?

Esa creatividad, que implicará erradicar las prácticas corruptas que alejan megaproyectos grandes, generarían muchísimas plazas de trabajo, podría ser el impulso que como país necesitamos para darle mejor vida a los panameños con menos oportunidades.

*El autor es analista político
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