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- 30/08/2024 23:00
El poder de las emociones
Nuestras emociones son demasiado humanas, como potencialidades constitutivas, para que no se vean afectadas por el tiempo y sus circunstancias materiales.
Conste, pues, que todas las emociones y, por ende nuestros sentimientos, están ligadas a esas circunstancias sociales, culturales y anímicas, que conforman nuestra realidad primaria o “mundo exterior” en un momento específico, o incluso, en un espacio de tiempo más prolongado.
Vale aclarar que esta pluralidad de emociones es, por lo tanto, una manifestación de nuestro “mundo interior”, o sea, de esos estados mentales provocados por el “mundo exterior” mencionado anteriormente, ambos conceptos tomados del pensamiento del magnífico filósofo español don José Ortega y Gasset.
Es así como las ideas y creencias de ese mundo íntimo e interior son personales e invenciones propias de nuestra imaginación y fantasía, sobre la realidad múltiple y externa que nos ofrece la vida. De esta interacción de mundos interiores y exteriores obtenemos nuestro conocimiento científico, religioso, filosófico y poético, siendo, en ese sentido, obras de fantasía e imaginación.
Este hecho nos lleva nuevamente a nuestra realidad primaria o “mundo exterior” y a nuestras emociones, siendo ellas parte integral, a la vez, de ambos mundos, tal hilo conductor de nuestros actos internos y externos.
Curiosamente, lo fantástico es lo más opuesto a lo real, si bien la realidad no es nunca exacta como lo puede ser la fantasía, fuente inagotable de las emociones, haciéndolas así el grado extremo de lo fantástico.
Pero las emociones nos parecen estar más cerca de lo real, a pesar de su fantasmagoría, porque están ligadas y montadas sobre nuestros sentidos sensoriales y corporales.
Entonces, ¿cómo se relacionan nuestras emociones con esa pluralidad de mundos interiores y exteriores que conforman nuestras vidas? Y más aún, ¿en qué consiste el poder de nuestras emociones?
En el primer párrafo ya se indicó que las condiciones anímicas, culturales y sociales de nuestro entorno pueden afectar las emociones, al ser potencialidades constitutivas de nuestros sentimientos.
Al influir en nuestro estado mental y en nuestro ánimo, las emociones ejercen una influencia directa en nuestro comportamiento personal y social, hasta el punto de establecer con ellas gran parte de nuestras normas sociales y actitudes éticas y morales.
Esta configuración dinámica le da su poder práctico y filosófico; en otras palabras, nos dota con la estructuración y la forma de interactuar, casi evolutivamente, con los mundos interiores y exteriores ya mencionados.
Por eso, su poder consiste en provocar, mental y fisiológicamente, estados de felicidad, tristeza, sorpresa, miedo, rabia y disgusto. Así, como mencionamos antes, las emociones ayudan en la evolución, crecimiento y desarrollo de nuestra metafísica moral, reaccionando a lo moralmente estimable y además expresando emotivamente su aprobación o desaprobación a nuestras acciones humanas.
Todo ser humano goza de emociones y de sentimientos como parte integral de su realidad, a veces ensimismándose poéticamente en ellas, por ser parte importante de su imaginación y fantasía.
Lo bueno es que ese mundo de la poesía es muy fértil y útil terreno para las emociones, porque así formamos las palabras que usamos, no solo en poemas, sino al transmitir nuestras ideas y sentimientos a los demás.
Pero con la poesía, engendro de nuestra fantasía, nos entregamos a las irrealidades de lo fantástico, por ser la poesía una mera construcción mental respecto a nuestro mundo exterior.
Al ser la realidad primaria fuente de nuestra imaginación y fantasía, como indicamos inicialmente, todo vuelve, por antonomasia, a las emociones y su poder sobre los humanos.