• 11/04/2025 00:00

‘Es la economía, estúpido’

“Es la economía, estúpido”, fue un eslogan político muy popular en la campaña presidencial estadounidense de 1992, que enfatizaba la importancia de las cuestiones económicas para los votantes.

Pareciera que, una vez más, esta frase cobrará un valor incalculable en la política de Estados Unidos de América y de paso del resto del mundo. Esto, porque al ser la economía más grande y tener uno de los ejércitos más poderosos del planeta, lo que deciden en un par de oficinas tiene un impacto incalculable para todos los demás.

Desde el pasado enero, con el ascenso al poder de una controversial figura en el “coloso del norte”, hemos visto que uno de los órganos del Estado ha estado como de vacaciones y su accionar ha sido mayoritariamente para aprobar nombramientos hechos por el órgano Ejecutivo. Lo que implica que no está funcionando el balance entre poderes que sugiere una democracia plena.

Las políticas de aranceles anunciadas por el presidente Trump han tenido un impacto bastante predecible, excepto por el círculo que rodea al propio presidente, que pareciera estar compuesto principalmente por “yes man/woman”. Los mercados internacionales se han visto perjudicados al punto de que muchos analistas se están preguntando si en algún momento, en el futuro cercano, se podría regresar a como estaban antes del anuncio que puso en práctica el Gobierno estadounidense.

La realidad es que tan pronto el jefe del Ejecutivo anunció que ponía en pausa la medida arancelaria por 90 días el pasado miércoles, los mercados rebotaron de una manera tan significativa, que ha hecho que regrese la esperanza a los mercados.

Sin embargo, paralelo a lo que estamos analizando, la confrontación EE.UU.-China se mantiene y se incrementa prácticamente hora por hora. EE.UU. está llevando este enfrentamiento a un punto en el cual se hará muy difícil regresar sin tener que lamer heridas.

Si bien es cierto, el porcentaje no es balance 0, la realidad es que producir cualquier cosa en EE.UU. sale más caro que hacerlo en China, por las razones que sea y no es un tema en el que me quiero meter en este momento. Hace años comenté que “el mundo cambió, los únicos que no se han querido dar cuenta de esto son los estadounidenses”. Hoy estamos “pagando el pato” de esa ignorancia.

Hay que poner los pies sobre la tierra, aunque resulte muy caro para los políticos aceptar cuando se equivocan. Desde el gobierno de George W. Bush, Estados Unidos de América se desconectó de la región donde está ubicada y se permitió que otros gigantes empezaran a llenar los espacios que se dejaban vacíos.

Esto provocó que el continente que conocemos como América se viera forzado a buscar nuevas alianzas en Europa y Asia, como efectivamente hemos visto la forma como los productos chinos que antes no eran tan confiables, se han desarrollado ahora en el continente, incluyendo el propio EE.UU.

La lucha por el reconocimiento de Taiwán como nación prácticamente se perdió en este sector del globo, lo que ha hecho que, política y diplomáticamente, la pisada china se haya profundizado. Sabemos de grandes extensiones de tierra en Suramérica y en África donde este coloso asiático cultiva, principalmente granos y vegetales, garantizando que, en caso de un desastre natural en su nación, no se vean afectados en la alimentación de sus 1.500 millones.

Lo que va a suceder en el futuro inmediato no se sabe, pero es obvio que, ante los ojos del resto del mundo, el gobernante estadounidense tuvo que dar su brazo a torcer y los chinos se mantienen inmóviles. La realidad es que hay un juego de ajedrez de alto nivel desarrollándose que pudiera tornarse peligroso, pues no creo que haya nadie que pueda asegurar cuál será la próxima salida irracional del nuevo gobernante, que siento ha ido erosionando esa mínima ventaja y apoyo con la que ganó las elecciones a finales del año pasado.

Esta es una pelea entre “elefantes” y dice el dicho que cuando estos paquidermos se enfrentan, la primera en salir afectada es siempre la hierba. Por ende, como hierba que somos, es importante mantenernos lejos de esa disputa sin sentido y en la cual no estoy seguro podrá salir airoso ninguno de los dos.

Me reitero en mi predicción que, si la situación política estadounidense se mantiene como está en este momento, no veo al secretario de Estado manteniéndose en ese cargo por más de un año más y, veo al partido republicano perdiendo el control del Congreso estadounidense que hoy disfrutan. Esto pudiera implicar que, a lo mejor, se conseguirían los votos necesarios para un posible impeachment al actual presidente.

Lo que si es una realidad es que lo que queda del 2025, será como estar montado en una montaña rusa sin tener un conocimiento claro de cuánto tiempo dura la vuelta y mucho menos si llegará a un punto final de satisfacción.

*El autor es analista político y dirigente cívico
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