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- 10/10/2016 02:01
Transformar escuelas para transformar la enseñanza
Existe un estrecho vínculo entre la organización social al interior de nuestras escuelas, y sus modelos docentes y concepciones de la enseñanza. En el año 1989, en un estudio con 78 escuelas primarias, del sureño estado de Tennessee, la investigadora Susane L. Rosenholtz fijó su atención sobre la existencia de dos tipos de culturas escolares: Las escuelas atascadas (o de aprendizaje empobrecido) y las escuelas en movimiento (o de aprendizaje enriquecido).
Las primeras se caracterizaban por el elevado número de alumnos de bajo rendimiento, donde los docentes generalmente trabajan solos y casi nunca piden ayuda, mientras que en las segundas, aún los más experimentados, están convencidos de la importancia del trabajo en equipo, porque reconocen que la enseñanza no es tarea fácil y que a veces necesitan ayuda. Recibir apoyo de sus colegas, comunicar y debatir lo que hacían en sus aulas, inspiró en estos educadores más confianza y seguridad en sus propios intentos y métodos.
En Panamá, prevalecen las escuelas atascadas, con docentes que poco les anima interactuar con sus colegas y dedicar tiempo al análisis y reflexión sobre la marcha y el acontecer de la enseñanza. O sobre el valor, la intención y la orientación de su tarea. Quienes ven el aula como un lugar donde están seguros. Por lo que, si alguien penetra este dominio, sienten que se viola su privacidad o que intentan vigilarlos.
Esta realidad contrasta con la de países de gran calidad educativa, como China, Finlandia, Corea del Sur, Japón o Singapur. Todas sus escuelas son escuelas en movimiento. Escuelas eficaces en las cuales, el trabajo en equipo se asocia a normas y oportunidades que dan sustento a la mejora sostenida y al aprendizaje permanente.
‘El supuesto es que la mejora de la enseñanza constituye una empresa más colectiva que individual, y que el análisis, la evaluación y la experimentación en compañía de sus colegas son condiciones bajo las cuales el docente también mejora ', como consecuencia, los educadores son más propensos a confiar en un saber compartido, a valorarlo y legitimarlo, a buscar consejo y ofrecer ayuda dentro como fuera de la escuela. Siendo más probable que lleguen a ser mejores profesionales en sus tareas.
Un notable ejemplo, ocurre en Japón, en donde periódicamente los maestros de varias escuelas o circunscripciones escolares, fuera de sus horarios de clases, se reúnen para realizar jornadas de análisis, discusión y reflexión sobre la ejecución y planeamiento de lecciones de distintas asignaturas que presentan docentes experimentados y expertos, en el interés de aprender y avanzar hacia el logro de una mayor eficacia en la enseñanza.
Frente a la exigencia de una mayor calidad educativa, es imprescindible transformar nuestros atascados centros educativos en escuelas efectivas. Implementar formas exitosas de capacitación en ejercicio, como la antes descrita, son más eficaces y menos onerosas que las capacitaciones masivas de verano que organiza Meduca, a las que los docentes acuden con mayor interés por los puntos que otorgan sus certificados, que por su actualización didáctica. Es hora de empezar a cambiar.
DOCENTE UNIVERSITARIO Y MIEMBRO DEL MRU.