• 09/06/2023 00:00

El FAE desnuda al Estado

“FAE es una tarea titánica que, desde 2004, se echó al hombro Roberto King, como el hombre orquesta que la dirige e interpreta, casi sin recursos”

Cuando a los veinte años Roberto King llegó al mundo de las artes no era creyente. Lo hizo más bien por llenar un tremendo vacío que al parecer no le daban plenamente ni el baloncesto, que practicaba con fiereza, ni el ajedrez, del cual era un privilegiado. Deambulaba también entre el rock y la salsa, sin mucha convicción y pese a leer con cierto rigor, tampoco le emocionaba mucho la literatura.

«¿Qué tal es eso del teatro?» —me preguntó una tarde, camino yo a un ensayo en la Universidad. «Vente —le respondí—. Necesitamos gente». Trabajábamos entonces con la obra de Manuel De La Rosa 1925 y corría el año 1975. Allí comenzó todo. De los grupos de teatro de la Universidad de Panamá, Quique se congregó luego con la secta que fue la Junta Teatral Victoriano y sus diversos proyectos y luego al cine universitario.

Durante estos últimos cuarenta y cinco años (se dice fácil) Roberto, desde el GECU y poco a poco, aprendió el arte de la organización de eventos artísticos y la disciplina que ello conlleva. Cuando esa palabra tan «trending» en estos tiempos no existía, él era ya un gestor indiscutible de eventos culturales de importancia, celoso en separar el grano de la paja. Y sus jefes, siempre inquisitivos y desconfiados, aun arqueando la ceja, tuvieron que aceptar sus métodos porque daban resultados.

King, junto con los muchachos que entonces trabajábamos en el teatro universitario, fue testigo del primer magno evento escénico que se dio en Panamá, en 1976. Se trató del Primer Festival Mundial de Teatro (nombre ostentoso, aunque justificado) que se realizó en nuestro país. En él, desde el DEXA de la Universidad de Panamá, se pudo traer, en conjunto, a los grupos teatrales más extraordinarios que hayamos visto, quizás hasta esta exitosa etapa del Festival Internacional de Artes Escénicas que organiza Roberto.

FAE es una tarea titánica que, desde 2004, se echó al hombro Roberto King, como el hombre orquesta que la dirige e interpreta, casi sin recursos. Salvo la disponibilidad de tiempo que le da la Universidad de Panamá y el apoyo de instituciones públicas y empresas privadas, tiene que resolver la logística de sus constantes viajes como veedor de espectáculos a seleccionar, pasaje y estadía de los artistas y su presentación en nuestros escenarios.

No. Ni el INAC en su momento ni hoy el Ministerio de Cultura o la municipalidad han tenido la capacidad y menos la constancia que representa estructurar y realizar un proyecto que brinde al público panameño la oportunidad de poder estar frente a frente con el arte escénico contemporáneo de América y Europa. Caso similar al que lleva adelante Danilo Pérez con el Panamá Jazz Festival o al que en otro momento la Asociación Nacional de Conciertos le dedicó al ballet y la música clásica. Aplaudimos y reconocemos esos aportes, pero nos preguntamos ¿qué sucederá cuando no estén sus gestores? ¿Habremos de perder todo ese trabajo de décadas?

Durante estos últimos 20 años, y solo gracias al tesón de Roberto King, el ciudadano de a pie ha podido entrar en contacto con un arte novedoso, al que de otra manera no habría tenido oportunidad de apreciar.

Miramos, no sin vergüenza, que, con el FAE, nuestras instituciones, públicas y privadas, nuevamente, han sido sustituidas, por un unitario gestor. ¿Vergüenza? ¿Yo?

Narrador, ensayista y teatrista.
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