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- 27/08/2022 00:00
Figuras emblemáticas del folklore nacional
El Día Mundial el Folklore es una fecha creada por la UNESCO con la intención de poner en relieve el valor que encierra la identidad de cada pueblo y la imperante necesidad de preservarla como patrimonio de la humanidad.
En el terreno local, la fecha permite destacar el arduo trabajo que por siglos vienen haciendo los pueblos por visibilizar su herencia, una misión que han llevado a cabo cientos de panameños que han dado buena parte de su vida a esta labor.
Dos de esas emblemáticas figuras son dignas de destacar, porque hicieron de sus vidas una carrera con la que se fortaleció la imagen propia de quienes viven en esta tierra ístmica y que se diferencian de cualquier otro pueblo vecino.
El primero es el fallecido Edgardo De León Madariaga, educador, catedrático y uno de los más prolijos investigadores e impulsores del uso de la pollera. Fue ese su mayor aporte: elevar el uso de la pollera a todos los estratos de la sociedad; una tarea en la que también tuvieron injerencia figuras claves como la distinguida Margarita Escala, quien logró enamorar a la sociedad capitalina con los encantos de la pollera.
El profesor De León Madariaga irrumpió en el uso de la pollera al incorporar aderezos como los tembleques de colores, la popularización del uso de la pedrería en la confección de los ornamentos, el enriquecimiento de los diseños de la pollera así como en los trabajos de orfebrería, y más allá para generar contenido literario sobre el tema, que hasta entonces era escueto.
De León era un extraordinario creativo, cuya imaginación no solo trastocó el destino de la pollera, también impulso las tradiciones, los bailes y la música como contenido para dos obras de teatro. Dos noches y una madrugada primero y luego La Tepesa y las lavanderas. La música de estas dos piezas teatrales es un tesoro nacional, ambas trabajadas junto al músico maestro Edgardo Quintero.
Como a todo gran creativo, la genialidad le trajo detractores de los sectores más puristas de la tradición; pero en sus propuestas prevaleció la plástica, la belleza y la funcionalidad. Hoy mucho de lo que nos presenta una bella empollerada, lleva su sello indeleble.
Por otro lado, está Oscar Poveda, figura con la que los panameños siempre estaremos en deuda. Profesor, catedrático, dramaturgo y comunicador. Con él aprendimos que las “cosas” del interior y del panameño común eran bonitas, que eran divertidas y que nos daban valor como panameños.
Abrió la caja de Pandora, cuando captó con el lente de una cámara que se podía hacer televisión de valor con la exposición de los festivales, las fiestas patronales, las cantaderas y que al panameño le gustaba saber qué hacían sus artistas del patio. El negocio de la televisión abrió los ojos y hoy el folklore es un producto rentable y que el panameño sabe consumir.
Con su trabajo creó figuras y leyendas, los hermanos Sandoval pueden dar fe de ellos y todos los acordeonistas tuvieron en “Hecho en Panamá” un espacio que nunca antes habían concebido y se conocieron las historias de los que preservaban y custodiaban cada expresión folclórica en cualquiera de los grupos étnicos que conforman nuestra identidad.
Por décadas remarcó una y otra vez que ser panameño era muy bueno, que había belleza en lo cotidiano. Le enseñó al interiorano que nacer del puente para allá no era motivo de vergüenza, que cada provincia tenía de qué sentirse orgullosa de lo que había heredado; mensajes con los que cautivó exitosamente al público capitalino.
Dos personajes que hoy pasan desapercibidos, pero cuya obra vale la pena traer al presente en el Día Mundial del Folklore, porque su ejemplo garantizará la promoción de esta vertiente de la cultura del país del canal.