• 18/10/2017 02:00

Aprender francés

El ingeniero Ferdinand de Lesseps trajo el proyecto de construcción de un canal interoceánico

El fomento de la lengua y su comprensión son formas como se manifiesta el intercambio cultural entre Francia y Panamá. Y no se trata de una experiencia nueva, porque los vínculos entre ambas naciones datan del siglo XIX. El ingeniero Ferdinand de Lesseps trajo el proyecto de construcción de un canal interoceánico y al iniciarse el enorme esfuerzo, vinieron trabajadores de las islas francófonas de las Antillas y aquí se establecieron.

El impacto sociolingüístico fue grande en la época. El principal diario La Estrella de Panamá abrió una sección en francés. Tanto en Colón como en algunas comunidades caribeñas fue común escuchar a la gente hablar en ese idioma y sus derivaciones como el ‘creole' que el pueblo utilizaba en Martinica, Haití y otros territorios que tenían vínculos con la metrópoli parisina.

Madame De Montulé en el Instituto Nacional se encargó de entusiasmar a estudiantes de mi generación en el habla del país galo. Entre la delicadeza de pedir que colocáramos los labios como para dar un beso y pronunciar la ‘i' para emitir la ‘u' francesa y los pellizcos al errar la entonación verbal, uno asimilaba y luego surgían bromas con palabras aprendidas en la especial didáctica de la extraña, encantadora y activa dama.

Gracias a la cooperación diplomática preocupada por la trascendencia de las relaciones, en la Universidad de Panamá se canalizó la presencia de un grupo docente recién llegado de Europa y se consolidan las iniciativas para crear la Escuela de Francés en la Facultad de Filosofía, Letras y Educación, bajo la dirección de Manuel Garay.

Junto a él, Enrique Thompson y Joseph Jos, agregado de Cultura de la Embajada de Francia y quien sentía un cariño especial por el país, pues era oriundo de Martinica, se inician los estudios universitarios con un primer grupo en 1967. Su composición era disímil, algunos recién graduados de colegios en la capital y el interior; otros deambulaban por carreras relacionadas y aquellos que ya trabajaban como profesores de otras asignaturas.

Precisamente, terminaba yo el bachillerato y la noticia de la creación de una nueva opción de aprendizaje superior, me motivó. Al salir del Instituto, matriculé cursos de verano para luego entrar a la segunda generación. Así conocí al grupo previo, una gente muy especial porque parecía que tenían la cultura que estudiaban inyectada en la sangre y su fluida pronunciación, era útil para sentir la obligación de aprovechar lo relacionado con el francés.

En 1968 se cerró la Universidad de Panamá y los estudios de esta lengua no se detuvieron; sobre todo porque se aprovechó el interés de Monsieur Jos, quien ofreció diversas instalaciones, incluso su casa. Allí aprendíamos con el uso de la tecnología de la época, variados aspectos históricos, la literatura de diferentes siglos, fonología, fonética que estaba en los libros y también en las canciones de Brel, Aznavour, Mathieu, Mouskouri, entre otros.

Pese a su novedad, los programas académicos de la escuela crearon una actividad intensa, enriquecida con cooperantes brindados por la Embajada de Francia, que jugó un papel fundamental. Había aula; pero también actividades culturales. Exposiciones de pintura, ciclos de cine, conferencias, teatro y otras experiencias aleccionadoras.

Con esta primera generación, se organizó un grupo de baile antillano, asesorado por la esposa del profesor Jos y el apoyo de la Fraternidad de Seguros Mutuos, sociedad cultural de descendientes de los obreros caribeños del Canal. Hubo varias presentaciones, incluso cuando se graduó el primer grupo.

Estos recuerdos han venido a la mente cuando se celebra el cincuentenario de la creación de la Escuela de Francés en la Universidad de Panamá. El camino recorrido ha sido variado y a veces tortuoso, pero sumamente satisfactorio por el legado y los aportes a una cultura común de ambos pueblos.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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