• 15/07/2019 02:00

Humedales, palacios de las garzas

Los esteros, marismas, lagunas y bahías son entre otros humedales, los hábitats naturales de las garzas, no los palacios ni los patios de mármol

Los esteros, marismas, lagunas y bahías son entre otros humedales, los hábitats naturales de las garzas, no los palacios ni los patios de mármol y nácar. Este aforismo lo traigo a colación a raíz de la polémica por la retirada de las garzas del palacio que lleva el nombre en honor a estas emblemáticas aves.

El debate que aparenta ser político, realmente es un problema ambiental. Son dos perspectivas que se encuentran en controversia. Además, es un debate generacional, en el caso de los millennials (nacidos a finales del siglo pasado), es inconcebible mantener especies silvestres en infraestructuras presidenciales; no obstante, era una práctica común en las cortes prehispánicas.

El escenario nos ubica, entre dos corrientes de pensamiento: el antropocentrismo y el ecocentrismo. El primero expone que el ser humano, es el centro del universo y todas las otras especies están a su servicio; por el contrario, para la segunda, se aboga por el derecho de coexistencia y albedrío de las especies; por lo tanto, fuera de palacios o jaulas de oro.

En mi búsqueda por la educación ambiental, comprendí entre corrientes, posiciones vehementes y falsos profetas, que lo más importante, no es el ser humano ni las especies de flora y fauna; lo más significativo es el planeta y los ecosistemas que lo sostienen. Por lo que, me declaro culpable por mi ecocentrismo literario.

Ricardo Miró nuestro vate mayor, fue quien regaló al estadista Belisario Porras, las primeras garzas traídas de los humedales darienitas del Matusagaratí. Me atrevo a especular que su ánimo era llevar la naturaleza lírica al Palacio Presidencial; sin embargo, arrepentido escribiría las Garzas Cautivas, allí el poeta compone una elegía al ser alado en cautiverio.

Es un poema de arte mayor por sus versos endecasílabos y una expresión mayúscula del lirismo por la transmisión de su pesar, frente al hecho de la musa de prohibitivo vuelo. Su mímesis; es decir, la naturaleza expresada a través del arte, traduce el dolor de estas aves por no anidar bajo el oro del sol ni el azul firmamento. La poesía nos habla de que ‘con sus ojos tristes ven el cielo y no saben que el cielo es para ellas'.

La vida es un cofre de oportunidades y asombros, porque de ella emerge Rosabel Miró, promotora y educadora ambiental, directora ejecutiva de la asociación sin fines de lucro Audubon, que tiene la misión de ‘promover el aprecio y la conservación de las aves y sus hábitats…', pero la sorpresa es que es nieta del poeta, quien es protagonista de esta dicotomía de garzas y palacios.

Me encontré de manera fortuita con Rosabel a finales de 2017, antes de que estas consideraciones entrarán en debate y entre saludos, me preguntó qué opinaba sobre la liberación de las garzas en la Presidencia. Le advertí que sería interesante desarrollar una mesa redonda entre poetas, ambientalistas e historiadores. Sin embargo, hasta ese momento nunca había reflexionado al respecto, bien podría ser por el respeto al poeta y su afán por contribuir a la panameñidad desde la esfera de las letras, y la representación de su naturaleza o tal vez porque todavía me quedan muchísimos temas por abordar en mi proceso de reingeniería del pensamiento ambiental.

Lo que sí no me queda duda, es que ninguna de las garzas que vivieron y murieron en nuestro palacio presidencial, nacieron allí, su nobleza proviene en nuestros místicos humedales, los que están en permanente acoso por la visión antropocéntrica y el desarrollo económico insostenible… En este punto de inflexión, es el turno de retomar la poesía y viabilizar el curso de la educación ambiental del siglo XXI.

EDUCADOR AMBIENTAL.

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