• 01/01/2020 00:00

GRACIAS, 2020…

Al culminar el 2020, no me queda más que agradecerle todas las enseñanzas que nos dio, nos llevó a comprender y valorar las cosas realmente importantes e inestimables para nuestras vidas, que nada tienen que ver con lo material o deslumbrante; nos hizo comprender que hay cosas más significativas que muchas veces no apreciamos, como la familia, la salud, la naturaleza y los verdaderos valores.

Al culminar el 2020, no me queda más que agradecerle todas las enseñanzas que nos dio, nos llevó a comprender y valorar las cosas realmente importantes e inestimables para nuestras vidas, que nada tienen que ver con lo material o deslumbrante; nos hizo comprender que hay cosas más significativas que muchas veces no apreciamos, como la familia, la salud, la naturaleza y los verdaderos valores.

Sé que muchos estaban esperando el 31 de diciembre para que el 2020 despareciera con todo lo que trajo, pero la verdad no será así, el último día de este año debió ser una meta donde detenernos, echar un vistazo de lo que fue el aleccionador y nivelador 2020 y lo que debe ser el 2021.

La gran ventaja del 2021 es que lo podemos construir o reparar de todo lo que no dejó el 2020, la gran oportunidad de seguir creciendo como seres humanos o, de lo contrario, seguir como simples espectadores del tiempo sin nada que aprender de ello.

Procurar o pensar que, a partir de hoy, 1 de enero, se desvanecerán automáticamente los problemas que la COVID-19 ha ocasionado, es una gran equivocación y una prueba más de que no supimos apreciar las lecciones del 2020. Muy por el contrario, es el pitazo de partida para reinventar nuestras vidas, sentar las bases de una nueva forma de ver el futuro, construir nuestro propio jardín y no esperar a que nos sigan trayendo flores, tejer nuestras propias redes y aprender a pescar y no que nos traigan el pescado a nuestra casa.

Muchas de nuestras metas a cumplir en el 2020 se quedaron en el tintero por razones obvias y poderosas, el coronavirus rebasó muchas de ellas, nos superó, nos enseñó que todos somos vulnerables, iguales ante cualquier dictamen de la naturaleza, que el planeta es el único dueño de lo que nos rodea y no el hombre. El mundo nos enseñó que las fronteras solo existen en las mentes de los humanos y que los niveladores que usa para hacernos entender son más poderosos que lo material y alucinaciones ópticas de la humanidad.

Gracias, 2020, por lo que me enseñaste, como, por ejemplo, que nadie está por encima de nadie ante estas situaciones, que todos somos humanos sin distinción económica, racial, política o de clase, todos los sectores pusieron su cuota de sacrifico, no se exoneró a nadie, todos fuimos afectados por igual. El coronavirus nos enseñó que no reconoce las tontas diferencias que los humanos hemos construido entre nosotros.

Para muchos el 2020 los convenció de que las crisis, tanto las personales como las colectivas, suelen traer consigo dolor, miedo e incertidumbre. Pero, para otros, también les dio importantes enseñanzas y oportunidades de transformación.

Debe ser el gran aleccionador de los últimos años, muchos equilibrios se rompieron, llegaron muchas sorpresas, desnudando nuestras pasiones y temores, imponiendo la nueva casta de los “Millennials”, que para mí fue la gran clase protegida de este inesperado virus, escogida como por selección natural, tal y cual lo diría Charles Darwin en su teoría, donde sobrevive el más fuerte.

El 2020 fue un año de gran desintoxicación del mundo, desde muchos lugares se habló de una naturaleza renovada; menos contaminación, trajo como consecuencia el acercamiento y avistamiento de muchos animales saliendo a las calles y tomándose ciudades, cielos despejados y parques más limpios, el planeta descansó del ser humano por muchos meses.

De la alta velocidad a la que estábamos acostumbrados a llevar nuestras vidas, nos vimos repentinamente frenados por algo que desconocíamos y no podíamos comprender, algo fuera de nuestro manejo y fue lo más frustrante para el ser humano no poder operarlo ni ajustarlo a su antiguo modo de vida.

Nos restó gente valiosa a la que amábamos, se nos fueron sin darnos tiempo a despedirnos, nos quitó el derecho a abrazarnos fraternalmente, nos enseñó a que la más grande prueba de amor es el sacrifico del que muchas veces nos habíamos olvidado, nos acostumbramos a ser egocentristas, a creer que todo nos lo merecíamos, sin importar quién estuviera a nuestro alrededor.

Hoy, he aprendido a quererme un poco más, a respetar y a querer más a la naturaleza, a entender que todo ser humano en este mundo está expuesto por igual a todo cambio y capricho de la naturaleza, sin importar su condición, raza o posición social y menos religiosa.

Gracias, 2020, por enseñarnos tantas cosas nuevas, por dejarme un mundo al que puedo reparar y reconstruir con tus grandes enseñanzas; gracias, 2020, serás inolvidable por siempre.

Diplomático de carrera.
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