• 25/11/2022 00:00

¡El grito que no escuché!

“No te permitas solo ver el mar en calma, no hagas oídos sordos al grito silencioso de tantas víctimas que claman por justicia”

En 1999 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció oficialmente el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Valga la ocasión para elogiar a los diferentes grupos que alzan sus voces por aquellos que solo han podido callar. Ellos han luchado por erradicar este flagelo que ataca a la humanidad.

Este día, se conmemora el Día de la No Violencia contra la Mujer, pero no podemos descartar que nuestra sociedad está golpeada por este fenómeno “cultural” que se incrementa a diario en diversas modalidades.

No olvidemos que también, es violencia el desecho de un ser vivo gestante que lucha por crecer en el seno materno y que es minimizado a despojo. Es violencia el olvido de los ancianos, porque su voz se apaga y su cuerpo se debilita. Es violencia perturbar las mentes de inocentes y también lo es no obrar con justicia. Es violencia no ser dignos y también callar y contribuir en dejar pasar estos males por simplemente no inmiscuirse en ellos.

Siendo eco de la labor de estos grupos -de gran conciencia social-, el génesis de esta reflexión es para trasmitir el sentir de aquellos que han sufrido de los embates de esta plaga y no han podido subsistir o luchar por sobrevivir.

Nadie escapa de la violencia, la escuchamos en las noticias, la vemos en los trabajos, en las calles y en la vida cotidiana. Está por doquier, pues aún en sus formas más sutiles, no deja de ser avasalladora. Esta inmersa en la sociedad, siendo a veces aceptada y lo peor, justificada.

Lamentablemente, es democrática, no discrimina raza, edad, credo ni condición social. Fugazmente ataca y sumerge a la víctima en un mar profundo que la asfixia.

Estas palabras van dirigidas a la sociedad en general, pero, al componente de ella más afectado, para que despertemos y tomemos conciencia de la realidad de muchos.

Es necesario hablar sin reparo ante la violencia. A través del poder de la palabra debemos desnudar el vestido del alma de los que viven está situación y dejan al descubierto sus consecuencias.

Exponer con frases intensas el dolor que atraviesan las víctimas de la violencia no es suficiente. Es preciso denunciarla desde sus raíces, pues callar nos hace cómplices.

Espero que estas palabras posean el valor y sean capaces de transmitir los sentimientos más hondos de aquellos que no pueden o pudieron hablar.

Las víctimas callan por diversas razones, razones que no se nos está permitido juzgar. Pero, que, tristemente, padece el que no puede hacer nada.

La manera de contribuir a su erradicación es la denuncia de tales hechos. La violencia no debe ser un mecanismo de solución de conflictos. Es preciso que las denuncias repiquen en los oídos de los que puedan hacer algo. Que tu silencio no hiele los corazones y las mentes de quienes, con el manto de la indiferencia, ocultan la subcultura de la violencia.

No te permitas solo ver el mar en calma, no hagas oídos sordos al grito silencioso de tantas víctimas que claman por justicia.

Abogada
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