• 12/02/2024 00:00

Hacia una transición energética eficaz y justa

Entre los graves desafíos que enfrenta el planeta, en el cual según la metodología del Stockholm Recilience Center ya se habrían traspasado seis de las nueve fronteras que aseguran la estabilidad ambiental, se destaca por su urgencia el problema de calentamiento global, proveniente de la emisión humana de gases invernadero.

De acuerdo a un reciente informe del Imperial College London, dada su última cuantificación del presupuesto de carbono, existe un 50.0% de probabilidad de que, de mantenerse los niveles de emisión observados en el 2022, la temperatura terrestre se fije en 1.5 grados Celsius por sobre el nivel previo a la Revolución Industrial. El mismo informe señala que, de mantenerse los niveles de emisión de carbón, existe un 50.0% de probabilidad que el incremento de temperatura por sobre el nivel de la Revolución Industrial llegue a 2.0 grados centígrados.

Por su parte, la World Meteorological Organization advertía en octubre pasado que el 2023 sería el año más caluroso desde que existen registros. En su informe también destacó que “los niveles de gases de efecto invernadero alcanzan niveles récord”.

Es, entonces, evidente que la humanidad se enfrenta a un punto de inflexión climático que amenaza con la destrucción masiva de vida, incluyendo la humana. En este contexto se hace evidente la necesidad de la descarbonización de los procesos económicos que eviten la catástrofe climática. Surge una importante pregunta: ¿se puede lograr una descarbonización efectiva exclusivamente por la transformación tecnológica, sin realizar cambios en las relaciones sociales e instituciones que caracterizan al actual estilo de desarrollo mundial?

Sin que esto signifique despreciar el papel de la transformación tecnológica implícita en la llamada transición energética, la repuesta a la pregunta es negativa. Esto en base a un conjunto de análisis de las tendencias que permite demostrarlo.

Noemi Klein, así como por Fred Magdoff y Chris Williams, han argumentado que las grandes empresas petroleras utilizarán todo su poder económico e influencia política, para asegurar sus ganancias actuales y potenciales provenientes de sus reservas aún no explotadas. En algunos casos, además, las llamadas medidas de transición energética, apenas mitigan los problemas. Este es el caso de la utilización de gas natural para generar electricidad, dado que si el mismo genera menos gases invernaderos que otros combustibles fósiles, de hecho, sí generan efecto invernadero. También es cierto que la producción de gas a partir del procedimiento del fracking genera problemas ambientales, tales como la emisión de metano, que es un gas invernadero más potente que el bióxido de carbono. Por su parte, la generación de electricidad por vía atómica (fisión) tiene los conocidos problemas, tanto en el proceso de generación, como de transporte y almacenaje de residuos.

En cuanto a las llamada tecnologías de secuestro de carbón para almacenar en tierra, lo que se sabe es que las mismas, como afirma John Bellamy Foster, actualmente son económicamente no factibles y además, generarían un transumo que impactaría al medioambiente, el cual sería equivalente al 70.0% del producido por la actividad petrolera, logrando apenas secuestrar el 20.0% de las emisiones de bióxido de carbono. La técnica de inyección de los aerosoles refractarios estratosféricos, tampoco está probada.

Desde luego que la tecnología de generación eléctrica por vía renovable resulta una alternativa. En primer lugar, se encuentra la generación eléctrica, la que, sin embargo, tal como lo afirma Eric Prat Carvajal: “se topa con el problema de la escasez de agua en diferentes regiones y países del mundo que padecen las sequías y la desertificación”.

Es claro que la generación eléctrica vía eólica y vía solar son energías limpias que deben jugar un papel creciente en la solución del problema. Sin embargo, se debe tener en cuenta que no son una solución para seguir con el mismo estilo de desarrollo. Estas para su instalación precisan de materiales y energía, es decir generan transumo, tal como lo ha señalado acertadamente Noam Chomsky. En segundo lugar, no existe mucho tiempo para completar la transición. Actualmente estas dos formas de generación solo explican cerca del 2.0% del suministro de energía primaria.

Es entonces, necesario entender, que, si bien la tecnología debe jugar un importante papel en la transición energética, esta solo es posible si va acompañada de una transformación social, que genere una civilización ecológica, que entienda los límites biofísicos al crecimiento y que logre un uso equitativo y responsable de la energía. Se trata de dar respuesta al grito de los pobres y el grito de la tierra.

El autor es economista

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