• 29/12/2023 10:11

Hagamos que el sueño se cumpla

En mi sueño, los mismos votantes le negábamos nuestro voto a los políticos aspirantes a reelegirse como diputados [...]

Anoche cuando dormía tuve un sueño esperanzador. Soñé que los panameños recuperábamos nuestros valores cívicos y el 80% de los votantes registrados ejercíamos nuestro derecho de votar el 5 de mayo para escoger a las autoridades que gobernarán nuestro país a partir del mes de julio de 2024. Como si fuera poco, rechazamos los jamones, regalos, promesas de nombramientos y otros cantos de sirena, y le otorgábamos más de 45% al candidato a presidente que había demostrado en su vida pública ser poseedor de las virtudes éticas y morales necesarias para ocupar el sillón de primer mandatario en el Palacio de las Garzas.

En mi sueño, los mismos votantes le negábamos nuestro voto a los políticos aspirantes a reelegirse como diputados, luego de haber estado calentando la silla y llenándose los bolsillos al margen de las necesidades de la población que los seleccionó. Esta parte de mi sueño se convirtió en una pesadilla y casi me despierto, pues no es tarea fácil buscar, encontrar y seleccionar 71 hombres y mujeres de bien, íntegros y honrados dentro de la fauna política nacional.

Luego de una levantada para darle sosiego al cuerpo, me volví a dormir, y me pregunté -siempre en mi sueño- ¿qué le vamos a exigir a nuestros nuevos gobernantes? Como ya estaba amaneciendo, el sueño solo me alcanzó para algunos retazos del discurso de toma de posesión.

Para comenzar, el nuevo presidente -siguiendo la tradición de sus antecesores- anunció al tomar posesión que en su gobierno no habría espacio para el clientelismo y la corrupción, y su equipo de trabajo estaría conformado por los mejores hombres y mujeres, con demostrada trayectoria, para ocupar los principales cargos en su gabinete y nuestras entidades autónomas.

Confieso que, al despertar, esta parte del sueño me pareció optimista en demasía, pues el escogido también subrayó en su discurso que, todos y todas en su equipo, sin excepciones, deberán poseer y demostrar las competencias para velar por el interés general de los ciudadanos, el bien común y, lo más importante, se mantendrán dentro de una ética profesional de servicio al pueblo y no hacia sí mismo.

Como ya tengo mis años, me desperté antes de que cantaran los gallos, y me puse a soñar despierto -intentando no pecar de fantasioso- en lo que serían los primeros cien días de gobierno de nuestro nuevo presidente. Y, como ya no estaba dormido, no pude ignorar que la tendría bien cuesta arriba para cumplir con las promesas que nos hizo, pues tendría que trabajar en medio de una posible recesión económica, una contracción importante del PIB, un hundimiento de los bonos de Panamá, la pérdida del grado de inversión, disminuyendo nuestra capacidad para pagar obligaciones. Y, como prometió, sin seguir aumentando la deuda externa que ya ronda los 50 mil millones de dólares.

También observé que el liderazgo -todavía intacto- del escogido, fue suficiente para convocarnos a participar optimistas y esperanzados en un diálogo constructivo para alcanzar un entendimiento mutuo y resolver como hermanos nuestros problemas o conflictos; desde la necesidad de una nueva Carta Magna, hasta el rescate del Fondo de Pensiones de la CSS; pasando por el fortalecimiento de nuestro Canal para seguir vigente y enfrentar con éxito la feroz competencia internacional, y el espinoso asunto de la minería metálica.

En esa -para algunos- actividad fantasiosa excesiva, pude ver que los panameños, sin distingo de agendas, salíamos de nuestras trincheras políticas, ideológicas, económicas, étnicas, sociales, o de cualquier tipo; y fuimos capaces de identificar cuáles son nuestros intereses comunes y complementarnos sin exclusión para trabajar juntos de manera productiva para construir el país que queremos y necesitamos.

Ya terminando de despertarme completamente, apurado por el hambre, pues ya era hora de desayunar, pude ver al presidente cumpliendo con informarnos de los avances del gobierno en los primeros cien días de su gestión; enfatizando que, en todos los casos, la concertación entre todos los panameños fue la base para la formulación de las estrategias que se están desarrollando.

Especial relevancia tuvieron para mí las intervenciones multisectoriales para promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos; lo cual nos ayudaría a promover la inclusión social, económica y política de todas las personas; erradicar el hambre y mitigar de forma contundente la pobreza.

No menos importante fueron los avances en el fortalecimiento de nuestro sistema educativo como requisito indispensable para desarrollar la educación que nos permita alcanzar la libertad plena, medida en términos de nuestra capacidad para disminuir las desigualdades erradicar las injusticias y las barreras que nos impiden llevar una vida digna y alcanzar el desarrollo sostenible.

También recuerdo que el primer mandatario señaló los logros en la reestructuración y modernización de nuestro sistema judicial, subrayando los indicadores que demuestran como se encamina hacia un sistema independiente, transparente y eficiente.

El presidente “soñado” dijo muchas cosas más en su discurso de los cien días. Tan importantes como las que he señalado, pero no me alcanza el espacio para seguir contándoles esta historia. En todo caso, sigamos soñando y hagamos que el sueño se cumpla.

El autor es médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud

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