• 30/04/2019 02:01

¿Por qué ya no hay gallinas de patio?

‘[...] creo en la soberanía alimentaria, la cual estamos perdiendo a pasos agigantados. Entren a un supermercado y verán la gran cantidad de artículos que son importados'

Recuerdo en mi juventud, cuando viajaba constantemente a Veraguas, encontrarme en las paradas de transporte las famosas ‘Chivas gallineras', repletas, hasta en el techo, de cajas de gallinas que cacareaban desesperadas por su cautiverio. Venían de todas las provincias y estaban destinadas a ser alimento en la ciudad capital. También, aquellos vehículos de vagón de madera, traían huevos de patio, frutas de temporada como guanábana, níspero, mamey, naranjas, mamones…, la mayoría de los cuales también han desaparecido. ¿Qué ha sucedido?

En primer lugar, la situación del campesinado artesanal, que era quien producía estos productos, ha cambiado. Una de sus causas ha sido la migración a las ciudades y el abandono del campo. Recuerdo mis tiempos recorriendo los campos de Santa Fe con Héctor Gallego cómo cada casa campesina tenía a su alrededor sus árboles frutales, sus gallinas que los abastecían de huevos frescos, sus pequeños sembradíos de arroz, ñame, yuca, otoe, maíz… Hoy, que camino de nuevo por esos senderos, todo aquello casi ha desaparecido. Ya hay pocos ranchos de paredes de barro y techos de palma, y en la mayoría de los hogares, construidos de bloques y zinc, hay televisión y refrigeradora, y poca juventud.

Hace poco me senté a tomarme un buen café santafereño en la casa de un amigo y, mirando a mi alrededor, le pregunté por qué no tenía ya gallinas. Me contestó que, primero, se las roban; y que le era más fácil ir a la tienda y comprar un pollo congelado y ya desplumado. Tampoco tenía muchos sembradíos, y me dio las mismas razones. Entonces, ¿qué sucede y qué podemos aprender de esto?

Primero, el mundo moderno, tecnológico y eficiente está, poco a poco, sustituyendo a la agricultura rudimentaria y artesanal. Es más barato producir un pollo en forma industrial, en grandes galerones, procesarlo, congelarlo y ponerlo en una tienda. Esto tiene sus ventajas e inconvenientes. Disminuye el trabajo en casa, en donde la labor usual de cuidar gallinas, desplumarlas y guisarlas le tocaba a la mujer; la que hoy muchas veces trabaja. Pero, al mismo tiempo, nos ofrece un producto que es alimentado pobremente, a base de maíz principalmente, repleto de medicamentos y hormonas. Faltan los grillos, alacranes, cucarachas, hormigas… Esto se nota, por ejemplo, en el color de la yema de los huevos, que se transformó —en mi niñez y juventud— de un amarillo saludable e intenso, a un tono medio gris y sin mucha vida.

El tema de algunas frutas tradicionales es peor. Ya no se consiguen, ni aún cultivadas de manera tecnológica. La guanábana es una de ellas. También el mamey, caimito, tamarindo, níspero, mamón… Y algunos como el aguacate, es muchas veces importado. Aún el mango, que vemos en su temporada en todos lados, a veces aparece importado de otros países a precios elevados. Existen técnicas para preservar las frutas para que puedan ser vendidas fuera de temporada, pero parece que en Panamá a nadie se le ha ocurrido hacerlo. Finalmente, el otro día vi una foto de Miami donde vendían 10 plátanos a un dólar, cuando aquí un par cuestan esa suma.

Fui seguidor de Cuchungo y creo en la soberanía alimentaria, la cual estamos perdiendo a pasos agigantados. Entren a un supermercado y verán la gran cantidad de artículos que son importados. Esto no sucede en países como Holanda, Israel o Francia, en donde el campo ha sido puesto por los Gobiernos como prioridad en sus planes de Gobierno. Hago entonces un llamado al futuro presidente de Panamá para que, de verdad, le dé prioridad al campo. Pero que sea al campo tecnológico, masivo, que convierta a Panamá en soberano en sus alimentos. Ya es difícil recuperar al campesino tradicional y artesanal, el cual ha desaparecido ya en la mayoría del mundo desarrollado (en EUA solo el 2 % de la población se dedica a labores de campo). Apuntemos nuestros objetivos a traer a Panamá nuevas formas de producir comida; y no solo lo usual, sino también lo tradicional, que estamos también perdiendo.

ESCRITOR

‘[...] el mundo moderno, tecnológico y eficiente está, [...], sustituyendo a la agricultura rudimentaria y artesanal'

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