• 05/03/2015 01:00

El Panamá de hoy

'Por ello, el tema relacionado con el análisis de las crisis no puede darse desde una perspectiva inmediatista'

Desde edad temprana, aprendí que todos los procesos correspondiente a la existencia en su integridad, se desarrollan de lo simple a lo complejo, apotegma este que se expresa en unos de los pilares de la dialéctica que apunta a la máxima que subraya que los cambios ocurren por acumulación de fenómenos cuantitativos que con el tiempo, producen una síntesis o realidades cualitativas, saltos estos que pueden implicar avances positivos o sencillamente negativos.

Por ello, el tema relacionado con el análisis de las crisis no puede darse desde una perspectiva inmediatista, subjetiva-caprichosa, que ignora que de muchas maneras el presente contiene mucho del pasado y futuro. En la ciencia política se da como una verdad que en cuanto al porvenir, si es posible lo que se conoce como el horizonte o la previsibilidad. Indudablemente, hoy unos de los temas de extraordinaria vigencia coyuntural lo constituye la cruzada contra la corrupción y la impunidad.

En sucesivos artículos donde he analizado el fenómeno del prebendalismo mediático, he señalado que este siempre ha existido y seguirá existiendo. También he señalado que la cuestión relativa a la corrupción radica en la eficacia de los organismos de control y fiscalización. Cuando estos niveles de la institucionalidad son afectados por esta enfermedad, anulan o relativizan un funcionamiento adecuado e integro del Estado de derecho y de la democracia.

No olvidemos que, así como las tentaciones autoritarias siempre acechan la vida en democracia, así mismo las tentaciones metálicas conspiran contra una real democracia y el Estado de derecho. ¿Qué ha ocurrido en nuestro país relacionado con este perverso fenómeno de un Estado que devino fallido por la corrupción?

Sencillamente, llegó al extremo del desborde, a tal grado que virtualmente anuló la institucionalidad democrática y jurídica del país, a un nivel donde la degradación moral de sus artífices, se manejó con un cinismo y un ‘poco me importa’ con hacer ético-ciudadano. Los desafíos hoy, para llevar a este flagelo de la corrupción, son grandes.

Usando una terminología propia de la filosofía cristiana, los adláteres del mal, cuentan con muchos recursos y conspiran desde la sociedad como del Estado, para frenar el cambio que nos pueda llevar hacia una ética ciudadana del buen obrar y hacer. En este sentido, pese a las críticas que le hago a los gobernantes actuales, tengo que reconocer que han facilitado los escenarios para el destape de la podredumbre que había hecho metástasis en el cuerpo de la nación.

Ahora bien, no me cansaré de señalar que el éxito de esta lucha contra la corrupción, sus avances y retrocesos, dependerá de la movilización ciudadana.

ABOGADO

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