• 28/06/2014 02:00

Las fiestas de toros (I)

‘La historia en América de esta fiesta taurina, data de siglos’

Las fiestas de toros, sin duda alguna, tienen su origen en España, en donde, luego de muchas transformaciones, durante el siglo XVIII, deja de ser una diversión de la nobleza. La compone una nueva serie de elementos formales, que la convierten en una costumbre de la clase popular, al limitar la participación caballar, eliminando los saltos de garrocha, que a inicios eran parte de la actividad estilo circense, convirtiéndose en toreo de a pie. Países americanos adoptan estos nuevos cambios al pie de la letra, entre ellos: Méjico y Colombia.

Ahora el principal objetivo de la faena es la muerte del toro. Países como Argentina la prohíben, por la crueldad manifiesta en dicha actividad. Habían dos corrientes que competían por imponer el estilo al desarrollar esta actividad: La andaluza y la vasconavarra. Predominó la andaluza, de la segunda, solo se adaptó el uso de las banderillas para animar al toro.

La historia en América de esta fiesta taurina, data de siglos. En 1532 los habitantes de la ciudad de Acla en Darién, organizaron un ‘juego de toros’, para agradar al nuevo gobernador del recién formado Reino de Granada. Para ello se soltó un novillo muy bravo, la gente lo capeó y lo corrió por las calles, en tremenda algarabía y diversión. Es la primera referencia obtenida de las fiestas de toros, por lo menos en nuestro país.

Las fiestas de toros en los pueblos de influencia andaluza, como la provincia de Los Santos, pueblos de la Región del Canajagua, y corregimientos circunvecinos; en los distritos como: Las Tablas, Guararé, Macaracas, Pedasí y Tonosí. En Herrera, sin dudas en Monagrillo y Parita, muy especialmente, están dedicados a lograr la alegría y entusiasmo de las fiestas de los santos patronos, sin la muerte del toro.

En ausencia de un lugar adecuado, en estos pueblos, para efectuar las fiestas de toros, se disponía de la plaza pública, que generalmente estaba situada frente a la capilla o iglesia del Santo Patrono. En estos pueblos mencionados, en el pasado, iban a la par con la organización de las festividades religiosas. El Comité Católico, con tiempo antes de la fecha patronal; nombraba un ‘Mayordomo’, quien se encargaba de organizar y responder al Comité por el éxito de la actividad próxima a realizarse. Era un honor y una tremenda responsabilidad para el designado.

El ‘Mayordomo’, en el caso de las Fiestas de Santa Librada, podía ser miembro de la comunidad de cualquiera de los corregimientos del distrito. Así el elegido se encargaba de seleccionar el ganado para la fiesta, para lo cual se reunía con los ganaderos de la región, teniendo preferencia por devotos que ofrecían su ganado para pagar con esta acción una manda ofrecida a la VÍRGEN MÁRTIR. Era de preferencia llevar a estas festividades ‘gana’o no juga’o’, por ser menos peligroso. El ‘Mayordomo’ estaba comprometido a organizar un equipo de hombres laboriosos, que se encargaran de conseguir el bejuco de culebra, que crece a orillas de las quebradas, para amarrar las cañazas o varas de mangle o madroño, a los pilares de las casas que bordeaban la plaza, confeccionando así una fuerte barrera que garantizaba la seguridad de los asistentes a la gran fiesta.

Otra de sus responsabilidades era la de organizar otro grupo que se encargara de construir los palcos en los espacios entre las casas de la plaza para que los asistentes por un bajo precio, pudieran disfrutar del espectáculo en ‘primera fila’, de forma cómoda y segura. El dineros recaudado era para los fondos el Comité Católico.

Los saraos, cantaderas y bailes nocturnos, eran importantes, puesto que la juventud lo exigía, siendo fuente de ingresos para el Comité. Era frecuente escuchar las voces de los cantadores de mejorana, notas musicales de los violines, mejoraneras, guitarras y de los acordeones que se escuchaban de forma furtiva en bailecitos de ‘mala muerte’.

La selección de los abanderados, recaía en el Comité de Fiesta y no era cosa fácil. Debo aclarar que era un verdadero honor para el elegido, gran responsabilidad le recaía, porque debía lograr que su abanderamiento fuera lleno de entusiasmo, de alegría; para lo cual se requería originalidad. Generalmente los elegidos eran gente muy conocida, con cualidades dignas de admirar, por lo que esta selección significaba reconocimiento al individuo.

Para concluir con la organización de la ‘fiesta de toros’ (fiesta Patronal), solo faltaba un voluntario que se encargara de ‘costear’ los fuegos artificiales de la ‘la noche de los fuegos’, víspera de la fecha patronal, luego de culminada la procesión del santo por las calles del pueblo.

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