• 03/05/2023 00:00

Trabajo informal o regresión laboral

“La informalidad originó el concepto del “trabajador pobre”, es decir, redujo a su mínima expresión el esfuerzo humano productivo, lo cual sólo puede ser revertido cambiando paradigmas de los empleadores, trabajadores y Gobiernos, [...]”

Desde los años setenta del siglo XX, la Organización Internacional de Trabajo y estudiosos del mundo del trabajo descubrieron una forma atípica de relación de trabajo: la informalidad, como expresión del entonces incipiente concepto de que la relación entre empleador y trabajador no debía estar regulada por la ley, sino por la libre competencia entre empleadores con sus pares y trabajadores con los suyos, concepto que después se describió como “desregulación del mercado de trabajo”, a contrapelo de la protección normativa, basada en que en la relación de trabajo las partes no son iguales y corresponde al Estado proteger al trabajador como parte más débil.

La informalidad laboral es el trabajar sin sujetarse a las reglas laborales ni a la seguridad social. Los “informales” poseen ingresos por trabajar, pero sin ningún derecho más que el salario. Es la exclusión de límites y derechos como la jornada de trabajo, salario mínimo, vacaciones, estabilidad en el empleo, prestaciones al término de la relación laboral; décimo tercer mes, licencias por incapacidad o enfermedad.

La informalidad excluye de hecho al empleador, de cumplir con la gran cantidad de compromisos descritos en el Código de Trabajo, como dar ocupación efectiva al trabajador, guardar respeto a su dignidad, cumplir medidas higiénicas y de seguridad; llevar registros de sus trabajadores; otorgar cartas de trabajo; mantener buenas relaciones con las organizaciones de trabajadores; otorgarles uniformes gratuitos, aumentos de salarios por antigüedad, entre otros, además de protecciones especiales para los trabajadores panameños, menores de edad y mujeres embarazadas.

La informalidad laboral afecta no sólo el empleo, sino el ingreso y la dignidad de los trabajadores, excluyéndolos del crédito financiero, de los derechos labores y de la seguridad social (invalidez, vejez, muerte, enfermedad, maternidad, orfandad, viudez, etc.), lo que perjudica sin duda al Estado (no pagos de impuestos); también familiares del trabajador, acreedores, entre otros, y en general al resto de la sociedad.

La informalidad llegó a niveles alarmantes, alcanzando en Panamá cerca del 50 % de los nuevos puestos de trabajo, abarcando, como es de suponer, empleos en empresas formales, originando lo que OIT llama la “economía informal”, expresada en ausencia total de reglas que permitan permear el ingreso producido con el trabajo personal a toda la sociedad, produciéndose así pobreza en vez de desarrollo social, a través del empleo. En América Latina la informalidad alcanza hasta 80 % de los empleos, según la OIT.

La informalidad no la producen los trabajadores, pues nadie sale a buscar empleo en las condiciones descritas, ya que en la práctica, esa forma de trabajar nos devuelve al siglo XVIII, al origen del capitalismo y en Panamá, a antes de 1851, donde no existía el trabajo, con la excusa de que las normas laborales vigentes son muy rigurosas y deben ser flexibilizadas, o esquivadas.

Todo esto contrasta con nuestro “envidiable” crecimiento económico (13 % del PIB en 2022), que, en paralelo, acentúa la inequidad social y económica que vivimos desde hace varias décadas.

Para formalizar o reformalizar el empleo, hacen falta cambios conceptuales, ideológicos, entender que el trabajo no es una mercancía y que las personas no buscan “camaronear”, sino ganar un ingreso y trabajar de forma digna, porque, al fin y al cabo, nadie se lleva la riqueza a la tumba, por lo que hay que disfrutar de los logros del trabajo, individual y colectivamente, en el transcurso de la vida de todos los seres humanos.

La informalidad originó el concepto del “trabajador pobre”, es decir, redujo a su mínima expresión el esfuerzo humano productivo, lo cual sólo puede ser revertido cambiando paradigmas de los empleadores, trabajadores y Gobiernos, o sea, por la sociedad en su conjunto, porque querer cambiar es el primer paso del progreso.

Doctor en Derecho del Trabajo y docente.
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