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- 11/11/2012 01:00
Ingrid Jonker
‘ La poesía nace del dolor’, Jorge Luis Borges.
Relatar la vida de Ingrid Jonker no es tarea sencilla en un espacio limitado. Por ello, al escribir esta columna sobre ella, he creído oportuno, seguir un orden cronológico de los acontecimientos y salpicando esa historia del tiempo con partes de la historia de su alma.
Se cuenta aquí la vida de una chica surafricana que llegó a tocar el cielo, pero siempre supo también lo que era pasar temporadas en el infierno.
Las conclusiones que extraje de Ingrid Jonker, las logré leyendo y consultando varias biografías sobre ella y fue las dos cosas: una gran mujer con carácter y voluntad, con sentimientos y alma, fuerte a veces y débil en ocasiones.
Tuvo grandes amigos, que estuvieron a su lado en los peores momentos, todos intelectuales que solían reunirse con frecuencia; conoció el amor, en el escritor Jack Cope, su acompañante oficial durante los años más duros de su vida; André Brink que le ayudó a levantarse en épocas cruciales. Con ellos, Ingrid logró publicar en el exterior, en la clandestinidad, sus bellos poemas que la hicieron merecedora del premio literario para editores de prensa y libros en ‘Afrikaáns’.
Ingrid Jonker es una de las escritoras más importante de su país, Suráfrica, hija del escritor y editor Abraham Jonker, parlamentario y ministro de Censura alrededor de 1960, con una atormentada vida de una poeta blanca, en la peor etapa de la segregación racial en Suráfrica.
Es parte, como autora intelectual, de la historia del conflicto surafricano, comprometida con la causa, con una sensibilidad social insuperable; poseía una gran fuerza emocional, su obsesión por lo social y la política, la llevó a escribir poemas que reflejaban su choque cada vez con más intensidad, ver presenciar los estragos de la brecha social causados por los blancos contra los negros, en ese país surafricano.
Vivía de forma espartana junto con su pequeña hija Simone, luchando con sus problemas emocionales profundos, causados en su niñez, criada junto a su madre y su hermana mayor Anna, en las costas surafricanas. Al igual que su progenitora, estuvo recluida en el Hospital Psiquiátrico de Valkenbery en 1961.
¿Qué hizo que esta hija del bienestar blanco surafricano de los años 60, que creció en el seno de una familia con las oportunidades que pocos surafricanos podrían llegar a disfrutar, luchara contra su padre, quien representaba el ‘Establishment’? Cumplir con su misión en esta vida: representando el icono del idealismo revolucionario del ‘Apartheid’, a pesar de ser blanca convirtiéndola en ‘Afrikaana’.
Pese a su apariencia inocente, su rostro no estuvo siempre libre de pecado: alcohólica, sexualmente libre, rebelde e inconforme.
Ahora repasando su vida, he notado que en recuerdo a su memoria, existen múltiples obras de teatro, extensos documentales, películas, varios libros de sus poemas convertidos en canciones y finalmente merecedora de la orden de Ikhananga, por su excelente contribución a la literatura y compromiso en la lucha por los derechos humanos en Sudáfrica.
Muchos recuerdan que Nelson Mandela, el líder del movimiento Antiapartheid en Suráfrica, que cumplió una pena de veintisiete años en prisión, en el famoso Juicio de Rivonia por allá por el año de 1964, en la Prisión de Pretoria (aquella monstruosidad de ladrillo rojo), el día que asumió el cargo como el primer presidente surafricano, elegido democráticamente en mayo de 1994, recitó en su toma de posesión el poema escrito por Ingrid, ‘El niño muerto de Nyanka’, un bello poema en alusión al vil asesinato de un policía a un niño negro.
Fallecida, sus manuscritos pasaron al Museo Inglés Nacional de Literatura.
Los enfrentamientos y el rechazo continuo con su padre, la injusticia surafricana de la época y su vida amorosa tormentosa, la llevaron a intentar matarse en varias ocasiones, hasta que encuentra la muerte, suicidándose la noche del 19 de julio de 1965, en la bahía de la bella Ciudad del Cabo (Cape Town), ahogándose en el mar. Tras su muerte, se creó la ‘Fundación Ingrid Jonker’, sus amigos le rindieron tributo creando el Premio al mejor escritor en inglés denominado ‘Ingrid Jonker’.
Desde entonces su vida no volvería a ser la misma. Su muerte llenó titulares; han transcurrido muchos años, desde la muerte y su nombre inolvidable sigue presente entre los viejos entendidos de esta generación surafricana; como la más grande escritora de estos últimos años que Suráfrica ha conocido. Y es que ella marcó los tiempos y revolucionó con sus poemas.
Sobre las paredes de su cuarto, donde su padre la alojó, con cuidada caligrafía, en su puño y letra quedaron escritos sus poemas. Un crudo testimonio escrito sobre sus frustraciones y desilusiones.
Esta es, pues, la historia de una poeta surafricana apasionada y dotada de esa humanidad, del fuego de su carácter y la fuerza de su genio, que la convirtió en una heroína para Suráfrica y si algún título pudiera ponerse a su vida, si fuera preciso definirla, yo la llamaría así: ‘Poeta Triste’.
ABOGADO.