• 13/11/2020 00:00

La introyección: una enfermedad inconsciente

La introyección, por siglos, ha frenado nuestra evolución. Hace solo 60 años, el sociólogo Herbert Marcuse ya sentenciaba, de manera casi definitiva, al hombre moderno.

La introyección, por siglos, ha frenado nuestra evolución. Hace solo 60 años, el sociólogo Herbert Marcuse ya sentenciaba, de manera casi definitiva, al hombre moderno. Y es que hemos llegado al punto en el que la única manera de enfrentarse al sistema es enfrentándose a uno mismo. Nos toca desaprender las necesidades y los valores represivos que nos han impuestos históricamente. Este proceso se llama evolución. Las culturas, así como el ser humano, evolucionan, y todo aquello que nos retrasa e impide nuestra evolución debe ser enfrentado, evaluado y erradicado lo antes posible.

La introyección es un término psicológico que Marcuse describe en su Ensayo para la liberación como, “Un proceso en el cual un individuo interioriza las ideas, los rasgos y las conductas de otras personas”. Estas conductas casi siempre son provenientes de autoridades que nos han hecho creer, inconscientemente, que las cosas siempre han sido de una manera y no tienen por qué cambiar. Un ejemplo concreto de introyección es cuando un padre le dice a su hijo “los niños no lloran”, lo cual se convierte en una idea que se internaliza a su modo de pensar, y la cual le costará desaprender.

Una sociedad verdaderamente libre se caracteriza por el simple hecho de que en ella, el crecimiento individual y humano, más que en un deber, se vuelve en lo verdaderamente esencial, en lo imprescindible para nuestra evolución. Sin embargo, desde hace décadas, sacar lo mejor de nosotros como personas dejó de ser nuestra prioridad. Hoy la prioridad son dos cosas: la uniformidad y la mediocridad, ambas sistemática e históricamente producidas por la mentalidad de rebaño, la cual no se atreve a cuestionar absolutamente nada. Teniendo esto en cuenta, constantemente me pregunto: ¿cómo hemos permitido esto? y si algún día llegamos a la raíz del problema, ¿cómo lo solucionamos?

La buena noticia es que no tenemos que partir desde cero, son muchos los filósofos, sociólogos, psicólogos y expertos que han tratado de comprender por qué la historia se repite y por qué el ser humano se atasca en las crisis periódicamente. Un ejemplo magistral fue el que propuso la Escuela de Frankfurt, de la mano de eminencias como Marcuse y Theodor Adorno, quienes, mientras se dedicaban a comprender minuciosamente las causas de la decadencia de nuestras sociedades, encontraron una posible solución mediante la Filosofía de la liberación, que busca potenciar el crecimiento individual humano a través de la creatividad y el cuestionamiento permanente.

La Escuela de Frankfurt se creó en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt, Alemania, en 1924. Sus miembros inventaron lo que hoy se conoce como la Investigación Interdisciplinaria. Estos son estudios y análisis históricos que van desde los aspectos sociales y económicos hasta los culturales y psicológicos, para así llegar a la raíz de los problemas de la actualidad. Es muy importante mencionar que la escuela supo adaptarse exitosamente y evolucionar junto a los profundos cambios culturales que trajo consigo el siglo XX.

Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, con la aparición del fascismo y el consumismo de masas, cuyas existencias representan una amenaza directa contra la democracia, el objeto de estudio de la escuela se expandió hacia la industria cultural.

Con el inicio de las transformaciones sociales de los años 60, los movimientos de derechos civiles, los movimientos feministas y de antiviolencia, la escuela siguió evolucionando para identificar y estudiar las causantes de las políticas de extrema derecha y extrema izquierda. En mi opinión, esas dos políticas, junto con los movimientos nacionalistas, no solo destruyen nuestras democracias, sino que retrasan considerablemente la evolución humana de su máximo potencial.

Marcuse, en su obra El Hombre Unidimensional, articula su desprecio hacia el comunismo y el capitalismo, mientras enmarca el objetivo de la escuela: “Debemos volver a despertar el compromiso social y rescatar la aptitud y capacidad del pensamiento crítico, para así oponerse a las estructuras establecidas en la sociedad moderna. La sociedad del consumo y la política corporativa capitalista que nos domina han creado una segunda naturaleza en el ser humano”. Es decir, hemos adquirido una dependencia biológica en comprar nuevos aparatos diseñados para dañarse, productos que nos ofrecen de manera compulsiva y que nos han impuesto, y que, al final ni siquiera necesitamos.

Por otro lado, Adorno ofrece una solución a este problema. A través de lo que me tomo la libertad de nombrar como: una autoeducación permanente.

“Nuestro tiempo libre es para crecer como personas, pero nos distraemos con los medios populares”, añade Adorno. Es decir, las formas en la que el capitalismo nos degrada y corrompe no podrían ser más claras, porque nuestro tiempo libre se vuelve cada vez más tóxico. Nuestro tiempo libre debe ser para aprender, mejorar como personas, superarnos y conseguir las herramientas para cambiar la sociedad para bien.

Sin embargo, la TV, la computadora, las redes, y las noticias nos mantienen distraídos, confundidos, drogados e intimidados. El capitalismo nunca nos venderá lo que realmente precisamos: cariño, compasión, amor, introspección, comunidad y entendimiento. Por eso, para luchar contra las distracciones y el sistema, Adorno nos invita a ver películas interesantes que cuestionen la sociedad, que leamos libros sobre política e intelectualidad, y que escuchemos música que nos dé coraje y empuje a cambiar el mundo. La autoeducación permanente es la clave, porque solo así podemos explotar nuestro potencial creativo e intelectual. Un potencial que las autoridades corporativas y religiosas nos han robado por siglos, para así dar paso sistemáticamente a la uniformidad, pasividad y a una mentalidad de rebaño que hemos terminado por interiorizar como “normal e incuestionable”.

Estudiante de Ciencias Políticas y Periodismo.
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