Deseosa de orientarnos, ¿Laura Chinchilla tal vez nos escribiría una carta como esta? Apreciados hermanos panameños: fui presidente de Costa Rica de 2010 a 2014. La primera mujer elegida para ese cargo desde que los ticos permitimos el voto femenino en 1949.

Les saludo y extraño. La última vez que estuve con ustedes fue en el Foro Económico Mundial para Latinoamérica, celebrado en su precioso país.

Hoy no estoy en mi casa de Escazú, sino que estoy visitado España. Exactamente en Albarracín, provincia aragonesa de Teruel, un pueblo medieval con calles encantadoras. Y a los golosos, les cuento que aquí las morcillas son de gran calidad. En este paisaje nevado, reflexiono para escribirles esta carta necesaria, dura y sincera, sobre el caso de Crucitas, nuestra mina de oro, a solo 500 kilómetros de la suya de Cobre Panamá, ubicada en Donoso.

Por un lado, son casos diferentes porque la de ustedes sí inició la fase de explotación, mientras que, en el caso de la nuestra, la empresa Industrias Infinito no la inició. Por otro lado, son similares al ser países que dan la espalda a riquezas indispensables para resolver necesidades sociales.

Sé que esto les interesa mucho y por eso contaré detalles de una trama que inició en 1999, cuando Infinito solicitó al Estado tico la concesión de una explotación minera sobre un área de 10 kilómetros cuadrados en Alajuela.

Dos años más tarde, en 2001, el Órgano Ejecutivo le entregó la concesión, condicionada a presentar correctamente el estudio de impacto ambiental necesario. Después estalló un conflicto con argumentos de que el estudio no se presentó a tiempo y el país reevaluó el asunto. En 2003, voces ecológicas lograron, a través de un decreto ejecutivo, que el gobierno fijara una moratoria.

En 2004, una sentencia de la Sala Constitucional anuló la concesión otorgada en 2001 a la empresa, pero en 2005, la Secretaría Técnica Nacional Ambiental, (institución equivalente al MiAmbiente panameño), declaró que la empresa sí había entregado todo a tiempo. Cumplidos los trámites, meses después la Secretaría declaró viable a Crucitas y la empresa obtuvo autorización para una explotación que, como ya dije, no lograron iniciar.

Llegó el 2008 y el expresidente Óscar Arias declaró la utilidad pública del proyecto, habilitando a la empresa para reiniciar los trabajos. Hubo impugnaciones y, luego de un tira y jala agotador, los tribunales anularon la medida de Arias.

Es importante saber que el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), es la institución mundial dedicada al arreglo de estos conflictos. Es así como esta historia brinca al 2021, cuando el CIADI, instala un tribunal de tres miembros (los señores Kaufmann, Stern y Hanotiau), que condenaron a Costa Rica, pero determinaron que el dinero reclamado por Infinito se definiría en una etapa posterior, pues los elementos para calcularlo eran especulativos. Pronto habrá una nueva etapa y nombrarán otros árbitros a quienes la empresa presentará métodos objetivos de cálculo.

Les confieso que estoy deprimida. Lamento mucho observar que hay abandono y saqueo en Crucitas, porque la minería ilegal se tomó el sitio y sufre daño ecológico. Es causado por la erosión producida por sistemas de bombeo que disparan agua a presión para extraer sedimentos que tamizan y aíslan el oro.

Creímos que cerrar la mina solucionaba un problema, pero causamos otro mayor. En una loca huida hacia adelante, nos tapamos los ojos creyendo que todo iría bien. No. No fue así. Hoy es un gigantesco dolor de cabeza para las autoridades de mi país, incapaces de controlar la zona de un proyecto abandonado que está en manos de mafias de minería ilegal. Son delincuentes que los ticos llamamos “maleteros del oro” y ya hemos detenido muchos transportando a Estados Unidos sus maletas con los lingotes de oro extraídos ilegalmente.

Respecto al futuro, para evitar lo que nos pasó a nosotros, pienso que ustedes cuentan con tres opciones. Una es fundar una empresa estatal. Otra es crear una empresa mixta. La tercera es permitir que Cobre Panamá reinicie la explotación minera, pero exigiéndoles mejores réditos económicos para el país, en un formato jurídico contractual muy distinto al anterior, cuyos términos sí sean totalmente constitucionales.

Me despido, diciéndoles que la humanidad me da mucha ternura. La Tierra, con miles de millones de años de existencia, nos contempla y se sonríe al ver nuestros ínfimos afanes, ya que, en ocasiones, creyendo que la salvamos, la fregamos. En todos los países hay gente así. ¿Cómo es que les llaman a los de Panamá? ¿Ambientalistas de TikTok?

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