• 05/07/2025 00:00

La imperiosa necesidad de un Plan Nacional de Desarrollo Educativo

Panamá, una nación con la ambición de consolidarse como un centro logístico y financiero global, se encuentra en una coyuntura crítica de su evolución. A un cuarto del siglo XXI, resulta innegable la imperiosa necesidad de formular e implementar un Plan Nacional de Desarrollo Educativo. Este plan no solo serviría como guía estratégica para el futuro de la juventud panameña, sino que, por extensión, determinaría el rumbo del país. Aunque el sistema educativo actual ha logrado una alta cobertura en la educación básica general, persisten desafíos significativos en términos de calidad, pertinencia y equidad. De no abordarse con una visión estratégica y de largo plazo, estos retos podrían comprometer el potencial de toda una generación.

Uno de los principales retos reside en la calidad de los aprendizajes. A pesar de contar con una alta escolaridad docente, los resultados de pruebas estandarizadas internacionales, como PISA y Terce, evidencian deficiencias en competencias fundamentales, particularmente en comunicación y matemáticas. En consecuencia, al finalizar su educación formal, muchos jóvenes carecen de las habilidades indispensables para la empleabilidad y para integrarse de manera efectiva en un entorno socioeconómico cada vez más exigente. Además, la infraestructura obsoleta y la escasez de espacios adecuados en numerosos centros educativos representan obstáculos tangibles que impactan directamente la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Por otra parte, la equidad y la inclusión continúan siendo asignaturas pendientes. Persisten disparidades significativas en la culminación de la educación media y superior entre las zonas rurales y urbanas, así como entre los diferentes estratos socioeconómicos. Si bien se han realizado esfuerzos en educación inclusiva y bilingüe intercultural, la realidad es que ciertas poblaciones aún no acceden a las mismas oportunidades y recursos educativos, lo que perpetúa los ciclos de desigualdad y restringe la movilidad social.

Por consiguiente, se impone la necesidad de un sistema educativo que responda a las tendencias globales y a las demandas del mercado laboral. La transformación digital, la inteligencia artificial, el microaprendizaje y el aprendizaje híbrido son realidades que ya están redefiniendo la educación a escala mundial. Por ende, resulta fundamental que el plan incorpore la tecnología de manera transversal, promueva el desarrollo de habilidades socioemocionales, el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la colaboración. En este contexto, la capacitación y actualización constante de los docentes en estas nuevas metodologías y herramientas adquiere una importancia primordial.

Un Plan Nacional de Desarrollo Educativo en Panamá debe concebirse como una política de Estado, al margen de las fluctuaciones políticas y con un horizonte de mediano y largo plazo. Este debe sustentarse en un diagnóstico exhaustivo de la situación actual, establecer metas claras y medibles, y definir estrategias innovadoras para alcanzarlas. Esto implica, en primer lugar, la modernización del currículo académico, adaptándolo a las exigencias del mundo contemporáneo y a las demandas del sector productivo. En segundo lugar, es crucial fortalecer la carrera docente, ofreciendo incentivos para la formación continua y garantizando la selección de profesionales idóneos y comprometidos.

En síntesis, la elaboración de un plan nacional de desarrollo educativo no es una mera opción, sino una responsabilidad ineludible. Representa la hoja de ruta que permitirá a Panamá edificar una sociedad más justa, equitativa y próspera, dotando a sus ciudadanos de las herramientas necesarias para afrontar los desafíos y aprovechar las oportunidades que el siglo XXI les presenta. En última instancia, este plan constituye una inversión estratégica en el capital humano más valioso de la nación: su niñez y juventud.

*El autor es profesor de la Universidad de Panamá
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