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- 12/05/2025 00:00
Celebro la escogencia del nuevo papa de la Iglesia católica, Robert Francis Prevost, hoy papa León XIV, primer pontífice de origen estadounidense. No soy ni religioso ni mucho menos, pero hay que reconocer la importancia de la influencia de alguien que liderará espiritualmente a unos 1,4 millones de personas alrededor del mundo. Vivimos tiempos difíciles para todos, en especial los más vulnerables en un mundo tan peligroso, y en este tercer decenio del siglo XXI, la labor de incluir y proteger a los menos afortunados debe continuar, es de vital importancia. Hasta donde se ha reportado, el temperamento del nuevo papa se entrelaza con la humildad demostrada por el recién fallecido papa Francisco, una conducta poco demostrada en estos tiempos por otros líderes actuales.
Después de tantos años de publicar en este espacio, reviso mis escritos anteriores para no ser demasiado redundante. Pero es casi imposible en un mundo y un país en donde las cosas poco cambian. ¿De cuántas maneras se puede exigir lo mismo? Entonces, reitero algunas ideas.
Cuando se estudia el desarrollo de una sociedad que ha pasado por episodios tan política y socialmente valientes como el nuestro, toca, por el bien de todos, enderezar los desvíos qué nos han colocado en esta situación de explosión social.
A lo largo de los años mis propuestas para redirigir los destinos de la Nación siempre se han basado en que la dirigencia de los gobiernos debe estar —fundamentalmente— conformados por humanistas, y los tecnócratas, ciudadanos bien preparados y de positiva disposición para servir el país, que trabajen a la par de los humanistas o tal vez al servicio de la visión de estos, en aras de procurar un mejor balance social. Cada año que pasa me convenzo más de esa necesidad.
Aquí rigen los tecnócratas asesorados por los de las instituciones financieras internacionales. Juegan con los números y nos dicen que estamos a un tris de ser país de primer mundo. Esas determinaciones son incomprensibles cuando, a estas alturas de nuestra historia, el problema social en todas las áreas (salud, educación, seguridad, pobreza, empleo, justicia, ambiente, etc.), y las verdaderas perspectivas de desarrollo, están seriamente comprometidas.
Con todos los cálculos y recálculos que estos hacen cada cierto tiempo, con la seriedad y seguridad con que nos lo presentan, seguros de sus predicciones para el futuro o justificando los cambios en cuanto a sus pronósticos pasados, las cosas de igual manera no favorecen a los más necesitados.
Las protestas del mes de julio de 2022, las de 2023 contra la minería y las que hoy se forjan, subrayados por las duras desventajas sociales y las condiciones de supervivencia cotidiana del conjunto humano nacional (los pobres y la clase media), son retos que poco toman en cuenta.
Dicho antes: “la incapacidad de las autoridades de romper con sus cadenas mentales técnicas y colocarse, por lo menos a orillas, del escenario social en que se desenvuelven los retos y dolores humanos más dramáticos y tristes que vive gran parte de la población de este país”, es incomprensible, sumado al sentimiento de lucha por la soberanía nacional que se proclama en voz alta.
La interdependencia entre los que ejercen todas las disciplinas del quehacer humano (científicos, filósofos y pensadores, educadores, creativos, tecnócratas, poetas, artistas, locos, bohemios, etc.), es vital para construir sociedades fuertes y con posibilidades de sobrevivir los desconocidos retos del futuro.
Uno de los atributos más importantes de un líder es la de tener visión y escuchar: “quien más consulta, menos se equivoca” decía Omar Torrijos. En la evidente coyuntura de disgusto social que se manifestó a lo largo y ancho del país en 2022, 2023 y que hoy parecer estar en ebullición, hace necesario que las autoridades tomen en cuenta que marcar el camino hacia el futuro se hace con humildad y sin insultos. Debe ser con la participación de los que cuestionan con argumentos válidos.
Al ser elegido papa León XIV el pasado jueves 8 de mayo, en su primera aparición pública, entre otras cosas, dijo: “Ayudadnos también a ser vosotros, los unos con los otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un único pueblo siempre en paz”.
El presidente José Raúl Mulino fue elegido hace un año con 34 % de votos de los electores, es decir, 66 % no le dio el voto a su candidatura. Entonces es necesario entender que dependemos los unos de los otros y que su liderazgo se sostiene sobre un entendimiento de la diversidad de la población. El valor de una sociedad seguirá siendo su diversidad cultural y productiva; sus aportes creativos, su sensibilidad humanística para entender y enfrentar ese mundo que hoy cambia rápidamente y en la cual ya estamos rezagados en la responsabilidad de construir una mejor sociedad para todos con líderes honestos y que extiendan la mano de cooperación con humildad.