• 12/01/2024 00:00

La razón de las luchas

Cuando se firmó el Tratado Hay-Bunau Varilla, el istmo no tenía canal, y el recurso natural más valioso que tiene el país es su posición geográfica. Entonces existe una malentendida lucha de recuperación de la vía interoceánica

Con la firma del Tratado Hay-Bunau Varilla, el istmo de Panamá no perdía un canal, porque no existía un canal. Panamá, perdía su soberanía sobre el territorio en donde se llevarían a cabo las obras de construcción de ese canal y mucho más. Ese fue el problema que nos mantuvo insatisfechos como nación independiente: la cesión de soberanía sobre un territorio de 16 kilómetros de ancho, distribuidos ambos lados de la proyectada vía interoceánica que uniría el mar Caribe con el Océano Pacífico. Esto era un total de 1,432 km². Es decir, el 1,9% del territorio istmeño. Lo peor de tal pérdida fue que era a perpetuidad.

Los Estados Unidos ya habían mostrado intenciones semejantes cuando intentaron negociar un tratado previo con Colombia, parte de cuya integridad nacional era el istmo de Panamá. Se trataba del Tratado Herrán-Hay, rechazado por el congreso colombiano, que halló demasiado abusivas las cláusulas de cesión de soberanía por cien años renovables y la concerniente a las dimensiones del territorio a ceder, que era de diez kilómetros distribuidos a ambos lados de la proyectada vía interoceánica (menos demandante que lo dispuesto en el Hay-Bunau Varilla).

Ciertamente, el gobierno de los Estados Unidos se comprometía al pago de diez millones de dólares; se trataba de algo semejante a la venta de un terreno.

Para cualquiera que tenga claro que uno de los recursos naturales más valioso que tiene el istmo de Panamá es su posición geográfica, tal concesión implicaba el desprecio de tal recurso para permitir su usufructo por parte de otra nación. Y eso fue lo que sucedió y esa fue la visión de la lucha desde la puesta en vigencia del Tratado Hay-Bunau Varilla.

Entonces, está muy malentendida y muy mal presentada la idea de que las luchas reivindicativas fueron por la “recuperación del Canal de Panamá”. Al respecto, una de las arengas más populares sostenía con respecto a la postura norteamericana de justificar tal usurpación por el hecho de haber sido ellos quienes pusieron el capital para tal empresa, “si quieren su canal, que lo recojan y que se lo lleven”. Ese debe ser siempre el pensar de todos los panameños, si de verdad creemos que “Panamá es mucho más que un canal”; si estamos claros con que la idea fundamental de las luchas generacionales era la recuperación de la soberanía; si somos lo suficientemente valientes para creer en nuestras capacidades y para pensar que no caeremos en la ruina si nos quedamos sin canal.

Y, si hay canal, su construcción la pagó el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, pero lo construyeron manos de obra universales y la República de Panamá dejó abrir las entrañas de su tierra para darlo a luz.

El Canal de Panamá no le pertenece a la República de Panamá. Tampoco le pertenece a los Estados Unidos de Norteamérica. El Canal de Panamá le pertenece al mundo, porque el mundo lo hizo realidad. De Panamá son las tierras y las aguas que le dan vida.

El autor es docente en ejercicio para educación media
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