• 18/04/2024 06:55

La venta de agua en pipotes

El pipote era un enorme barril de madera con una llave o pluma, el cual iba colocado sobre una carreta tirada por un caballo o mula, a veces en una carreta iban dos pipotes

En nuestro afán de participar en los esfuerzos por rescatar nuestra memoria histórica, procederemos a compartir un trabajo que elaboramos como práctica de trabajo social con grupos como estudiante de la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Administración Pública de la Universidad de Panamá.

El mismo es testimonio de un grupo de adultos mayores que recibían un subsidio económico del ministerio de Trabajo Prevención Social y Salud Pública. El mismo consiste en la recopilación de datos surgidos de las conversaciones que sostenían entre ellos. Helo aquí, lo comparto con ustedes. Todos beneficiarios de una subvención económica del departamento de Trabajo Social del ministerio de Trabajo, Prevención Social y Salud Pública. Ellos mejor que nadie, por las experiencias vividas diariamente, tienen autoridad para hablar respecto a hechos acaecidos en el pasado de nuestra ciudad capital, en muchos de los cuales fueron partícipes y en otros testigos. Es éste, en definitiva, un valioso aporte de ellos a la comunidad de la cual forman parte, ya que nos permitirá a muchos conocer cosas muy interesantes que desconocíamos o que no teníamos bien claras.

Somos de opinión que existen muchos hechos en nuestro devenir histórico que no están plasmados en los textos de historia patria, y que el conocimiento de muchos de ellos nos permitirá tener una visión más clara de lo que ha sido nuestra urbe en el pasado.

Para nosotros la historia patria no solo es la Guerra de los Mil Días y la gesta emancipadora de 1903, sino que lo es todo aquello que en una forma u otra haya afectado la vida diaria del panameño, y en la cual este haya puesto un sello de panameñidad ya sea escribiendo sentidas líneas preñadas de fervor patrio como “El canto a la Bandera”, o plasmando en el pentagrama patrióticas notas como la de la “Marcha Panamá”, o escribiendo obras como “El panameño visto a través de su lenguaje”, o concibiendo una Ciudad Universitaria. Es por esta práctica universitaria, que después de conversar con las personas indicadas presentamos a consideración de ustedes, “La venta de agua en pipotes”.

Los jóvenes de la actual generación nos preguntamos: ¿cuando no había acueducto en nuestra ciudad capital, de dónde obtenían el agua nuestros abuelos?

Sabido es que, en la Vieja Ciudad de Panamá, había pozos y el Aljibe, que aún se conserva frente a las ruinas del Convento de la Monjas de la Concepción, pero en lo referente a la nueva ciudad cabe la interrogante arriba indicada.

A esta pregunta contestan nuestros entrevistados, que ella se obtenía en el Chorrillo, que era una corriente que descendía del Cerro Ancón hacia un lugar donde hoy queda el Cementerio Chino; allí había una gran peña. Hacia ese lugar se dirigía el populacho tras largas caminatas a buscar agua cristalina. Aclaran que en ese tiempo no había casas en ese sector, había platanales y fincas, no existía aún la Avenida 4 de Julio.

Pero no todos iban al Chorrillo en busca de agua, para eso existía el servicio de venta de agua en pipotes. Surge así en nuestro medio el “pipotero” celebre personaje de nuestra urbe, gritando a voz en cuello: “agua, agua, a real la lata, llegó el pipotero”. Nos imaginamos a muchos panameños recordarlo con cariño cuando en tiempos actuales escuchan modernos pregones como: “taaaamal”, “limón a un real”, “mangos por botella” ...

El pipote era un enorme barril de madera con una llave o pluma, el cual iba colocado sobre una carreta tirada por un caballo o mula, a veces en una carreta iban dos pipotes. El Pipotero, hombre del pueblo, llevaba su carreta al Chorrillo del Ancón donde se abastecía de agua, partiendo luego a realizar su faena. Aclaran nuestros informantes que en ese tiempo no había carros y que el día que llegó el primero a Panamá hubo hasta desmayos.

Durante todo el día recorría el pipotero las calles, muchos tenían sus “cacerías”, la lata costaba un real, los clientes lo llamaban desde los balcones y este subía con su lata sostenida con un agarradero de madera, había que apresurarse a comprar pues se acababa rápidamente. El pobre que no tenía su real tenía que ir a buscar el agua a pie hasta las faldas del Ancón.

El itinerario del pipotero era vasto, en aquellos tiempos las calles tenían nombres muy pintorescos tales como: Calle Real hoy Avenida Central, Calle del Platanal hoy Calle 12 Este, Calle de La Chancleta, hoy Calle 14 Oeste, Camino del Ganado hoy Avenida Ancón, Calle de Malambo hoy Calle 16 Oeste, Calle de La Quebrada hoy Calle J, también existía el Callejón de los Mozos cerca de la Merced, La Loma de las Perras por la Plaza de Herrera, la Calle San Juan de Dios por la Policía Secreta, El Callejón de los Meaos, etc. Había coches con caballos manejados por italianos o españoles. Aclaran que en los Parques de Santa Ana, Catedral y en la Plaza 5 de Mayo había unas enormes conchas de mármol llenos de agua donde bebían los caballos y que como en el camino depositaban estiércol, las calles las recorrían unos recogedores de estiércol con grandes sacos, recogedor y escoba.

Agregan los miembros del grupo, que muchas mujeres que vivían en el poblado cerca del Cerro Ancón iban en la mañana al barrio de San Felipe que estaba amurallado, a buscar la ropa sucia de las familias adineradas hacían una “tamuga de ropa” y se la colocaban en la cabeza y se la llevaban a pie hasta el Chorrillo de Ancón, donde la lavaban y la tendían en el llano a tomar sol y en las tardes regresaban al Casco Viejo con la ropa limpia. Por todo cobraban unos 10 reales.

Más vino el 3 de noviembre de 1903, y la llegada de los norteamericanos a continuar la construcción del Canal, apareció la Avenida 4 de Julio y desapareció el querido chorro. Al respecto una de las damas que ha contribuido a este relato dice: hay una señora que escribió acerca de eso, su estatua está en el cementerio y otra en el Parque de Santa Ana”; cuanta belleza hay en estas ingenuas palabras, sabemos que se refiere a Doña Amelia, y viene a nuestra memoria su llanto plasmado en poesía, y su exigente pregunta al Cerro: “Qué se hizo tu Chorrillo? “aquí la poetisa estaba haciendo patria, y sabemos que su corazón estaba partido en dolor, así como nuestro istmo partió sus entrañas Pro Mundi Beneficio. Y así, la desaparición del Chorrillo arrastró consigo la del pipotero, quedando de este popular personaje solo el recuerdo en la mente de quienes lo vieron servir a su comunidad, y a la memoria del primero un populoso barrio que lleva su nombre.

El autor es lic. en Trabajo Social (Jubilado)
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