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Panamá y Marruecos tienen relaciones aún jóvenes, pero con porvenir. El Reino de Marruecos es un viejo país del norte de África que ha hecho reformas importantes para modernizarse y acercarse más al mundo occidental. Es la quinta potencia económica del África. Ha estado representado por dos excelentes embajadoras en Panamá desde 2016, quienes promueven activamente temas de cooperación. Estamos también, de cierto modo, en medio del conflicto entre Marruecos y Argelia. Nunca hemos tenido embajada en Argel mientras que inauguramos una en Rabat en 2014. Argelia (44 millones de habitantes) está enfrentada a Marruecos (37 millones de habitantes) en un conflicto por el Sáhara Occidental y la evanescente República Árabe Saharaui Democrática, disputa que debemos calibrar según nuestro auténtico interés nacional actual.
El experto en asuntos internacionales, Alonso Illueca, afirmaba el 13 de enero de 2021: “Distintos analistas y centros de pensamiento coinciden en que será muy difícil que otros actores clave como la Unión Europea cambien su postura respecto al Sahara Occidental y emulen la asumida por los EE.UU...”. La historia más reciente desmiente su predicción geopolítica. Una síntesis puede ilustrarnos mejor.
La disputa comienza en 1975 cuando España perdió esta colonia desértica (establecida en 1884), tras el Acuerdo Tripartito de Madrid adoptado para repartir la provincia española del Sáhara entre Marruecos y Mauritania. Al año siguiente, el Frente Polisario, movimiento de liberación nacional creado en 1973, autoproclamó la República Árabe Saharaui Democrática, hostil a Marruecos que ocupaba militarmente el Sáhara Occidental. Finalmente, parte del pueblo saharaui, se refugió en la Argelia vecina. En varias resoluciones de las Naciones Unidas, desde 1960, se señala que el futuro de los territorios no autónomos solo se puede decidir por un proceso de libre determinación entre sus habitantes. En su resolución del 29 de octubre de 2021, el Consejo de seguridad de la ONU reafirma la misma posición en el caso del Sáhara Occidental.
Entretanto, en 1988 se acordó entre Marruecos y el Frente Polisario el llamado Plan de Arreglo, aprobado por la ONU en 1991 y un alto el fuego para quedar el territorio más amplio, al oeste hasta el litoral atlántico, bajo control de Marruecos y al este, para limitar con Mauritania y Argelia, del Frente Polisario y una zona de amortiguamiento entre ambos. Se pactó la celebración de un referéndum para elegir entre la independencia o la integración a Marruecos. El Gobierno marroquí prefería la opción que presentó en la ONU en 2007: dotar al Sáhara Occidental de una cierta autonomía, bajo su soberanía, lo que no era aceptable para el Frente Polisario ni para Argelia, la potencia que lo patrocina. Mientras, más de medio millón de marroquíes poblaron el Sáhara Occidental para conformar una mayoría demográfica.
Panamá fue el primer Estado del continente americano que reconoció la República Saharaui en julio de 1978, y las relaciones diplomáticas se establecieron el 1 de junio de 1979, durante el régimen del general Torrijos. Ocurrió después del triunfo panameño para descolonizar nuestro territorio gracias a los tratados Torrijos-Carter, que resolvieron nuestro problema existencial como república. Parecía lógico apoyar intentos de descolonización en África y nuestra posición seguía las políticas del Movimiento de Países No Alineados del que participábamos. Desde entonces un pequeño sector ideológico-político local sigue atollado en esa vieja postura, de hace 46 años, que correspondía a un mundo muy diferente. Después de cinco años de ausencia diversa en muchos ámbitos nacionales y extranjeros, Panamá, al fin, con el presidente José Raúl Mulino comienza a caminar y a tener una política internacional mucho más activa, afincada en la realidad actual.
Las relaciones de Panamá con la República Saharaui Democrática se suspendieron el 20 de noviembre de 2013 (Martinelli), pero fueron reasumidas el 8 de enero de 2015 (Varela), lo que ha provocado la incomodidad de Marruecos, principal amigo de Panamá en el Magreb. Entretanto, la situación de la República Saharaui evolucionaba rápidamente.
En diciembre de 2020 el gobierno de Estados Unidos reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara occidental. Hay 17 Estados de la Unión Europea que oficialmente brindan su apoyo al plan de autonomía marroquí sobre ese territorio como España, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal y Austria. Sólo 43 Estados (de 84 al principio), reconocen la República Saharaui: ninguno de Europa, ni Canadá, Brasil, Argentina, Egipto, Rusia, India, Japón Australia y China Popular, entre los más importantes. El presidente del Gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez, sobre la propuesta marroquí de 2007, declaró que era “la base más seria, realista y creíble”, mediante carta del 14 de marzo de 2022 dirigida al rey Mohamed VI.
El 30 de julio de 2024, el presidente Emmanuel Macron dijo en comunicación oficial al rey de Marruecos: “Considero que el presente y el futuro del Sáhara Occidental se inscriben en el marco de la soberanía marroquí... Francia tiene la intención de actuar en coherencia con esta posición a nivel nacional e internacional”.
La poderosa decisión del presidente de Francia, fue una segunda bomba para el gobierno de Argelia, Estado rival de Marruecos, que otorga refugio a millares de saharauis. Potencia que apoya al Frente Polisario, al que quiere ver gobernar un territorio que encerraría a Marruecos por tierra y le daría a Argelia, país ribereño del Mediterráneo, por interpuesto aliado una ancha ventana sobre el Atlántico. Frente a esas realidades y la más intensa dinámica diplomática de la administración Mulino, ¿qué ganaría Panamá con el apoyo a la ficción de la República Saharaui, que sería ahora respaldo a Argelia?