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- 20/09/2012 02:00
Insoportable levedad opositora
Una muestra fehaciente de que hay acuerdos entre el nuevo CEN del PRD y el oficialismo fue el ingreso de Juan Carlos Navarro al pleno del Legislativo, sin que mediara cortesía de sala, y donde se paseó como un diputado más para asegurar lo pactado. Afuera del recinto, policías antimotines mantenían el cerco y la orden de actuar para impedir el paso a todo aquel que no era bienvenido por Chello Gálvez. Ese striptease político demostró ante la sociedad que Ricardo Martinelli tiene las manos metidas en el PRD.
Medios de prensa aseguraron que Navarro y sus diputados —los cuatro miembros del CEN que intentarán reelegirse— acordaron con Martinelli dejar sin efecto la norma del estatuto del PRD que les exigía renunciar a sus cargos directivos como requisito para participar en igualdad de condiciones con otros aspirantes en las elecciones primarias y eliminar la obligación de realizarlas un año antes de los comicios generales de mayo del 2014. Los medios informaron, además, que Benicio Robinson y Leandro Ávila demandaron la inclusión de esa propuesta a cambio de hacer una oposición endeble y engañosa. El paquete se completó, según La Prensa, con $4 millones en partidas para repartírselas entre los diputados del CEN, y con el compromiso de que otro diputado navarrista presentara el anteproyecto de ley para crear la Autoridad Nacional de Ingresos Públicos, promovida por el oficialismo.
Luego de más de tres años de gobierno corrupto y acosador, Navarro y sus diputados, que hicieron una oposición inconsistente y volátil, ahora tienen el mando del PRD, cuyo CEN peca de una insoportable levedad. El remate de este contubernio es la destrucción del Frente de Defensa de la Democracia, consecuencia inevitable de las arremetidas de Navarro contra Juan Carlos Varela, debilitando así una barrera de contención contra el autoritarismo de Martinelli.
En ese contexto el nuevo PRD navarrista tiene que lidiar, sin convicción y con lastre en las alas, con un autócrata insaciable, que dispone a su antojo del patrimonio de los panameños, y que con su reforma electoral le ha abierto las puertas del país al dinero sucio y a la influencia de las fuerzas más tenebrosas de la delincuencia transnacional que torcerán ese nuevo Panamá navarrista hasta reciclarlo en el proyecto de la mafia gobernante.
Martinelli, al pisotear lo actuado por la Comisión Nacional de Reformas Electorales, tiene como objetivo que las reglas del juego, la calidad de las instituciones democráticas y la representación política queden finalmente en manos de esas fuerzas que repartirán bolsas de comida, dólares y represión.
La reforma electoral aprobada institucionaliza las lacras sociales en el sistema electoral. El problema de fondo está en la hegemonía perversa del dinero sobre la política y la destrucción de los partidos tradicionales que siempre se opusieron, en el marco de la democracia, a que sea el poder económico el que dicte la política, subordinando las necesidades de las personas y de la Nación, a las de su voraz codicia.
La tragedia no está en el voto plancha sino en la equivalencia de un dólar un voto. De allí que Gálvez, calificado como una ‘piltrafa política’ por Rafael Chavarría, haya bramado que ‘el que no da, no va’.
Ese modelo lo ha incorporado Navarro al PRD al convertir en una ‘parranda de dólares’ las elecciones de los delegados al Congreso General del partido y la posterior elección del nuevo CEN.
¿Puede un partido debilitado en su moral hacerle frente a Martinelli? Un partido así es incapaz de liderar la Nación ante una previsible fractura social. Un anticipo de lo que se viene encima lo dieron las tropas de choque organizadas por CD y la complicidad policial. Por eso la voz de alarma de los magistrados del Tribunal Electoral al advertir que se está montando el escenario para un fraude en los comicios del 2014. Con reglas a la medida de CD esas elecciones no pueden ser auténticas, limpias ni transparentes.
Habrá que ver si para Navarro y su entorno, la defensa de la democracia, los valores ciudadanos, la justicia social y la equidad, son principios negociables, en lugar de convertirlos en objetivos de lucha desafiante y grávida de esperanza y de futuro.
PERIODISTA