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- 30/11/2019 00:00
La ley de hierro de las prohibiciones de drogas
La ley de hierro de las prohibiciones de drogas consiste en que cuanto mayor la represión contra los que fabrican o trafican sustancias prohibidas, más tenderá a desplazarse la oferta hacia drogas más potentes. Es irónico, pero la guerra a las droga s, pensada para proteger a la población del consumo de drogas duras, resulta en que se produzca drogas más duras que las que se produciría y consumiría de no ser por dicha guerra.
El fenómeno ya fue observado con el alcohol y está documentado en la literatura científica sobre la era de la Prohibición (1920-1933). En lugar de cervezas, la oferta y demanda de bebidas alcohólicas fueron desplazadas hacia bebidas destiladas, más fuertes. El contenido alcohólico de las bebidas destiladas traficadas de forma ilícita llegó a niveles (en algunos casos hasta 80% por volumen) que no se vieron ni antes ni después de la Prohibición.
En el caso de la prohibición de drogas ocurre lo mismo. “Dado que los oferentes bajo una prohibición necesitan ocultar sus actividades de las autoridades, los traficantes tienen un incentivo para producir y embarcar drogas en la forma más concentrada y por tanto fácil de ocultar posible (e. g. crack vs. cocaína, heroína vs. opio, alcoholes destilados vs. cerveza). Esto implica que la prohibición expande la disponibilidad de formas potentes de drogas o incluso ayuda a crear esas formas más potentes” [Miron, Jeffrey. Drug War Crimes: The Consequences of Prohibition]. Detrás de esto está el fenómeno de la alta prevalencia de personas que eligen drogas inyectables (e. g. heroína) en lugar de otras drogas más 'suaves' como la marihuana, pues al hacerlo, logran una mayor potencia por un mismo gasto en su consumo. Las implicaciones que esto tiene para el abuso, la creación de dependencia y el peligro de contagio de enfermedades (e. g. HIV) son evidentes. Además, al desplazarse el consumo hacia drogas más fuertes, se incrementa el peligro de eventos de sobredosis (incluyendo muertes).
Con los antes mencionados, ya tenemos bastantes ejemplos de efectos adversos a la salud humana que son producidos o exacerbados por la prohibición, más que por las drogas en sí. Pero hay otros. Por ejemplo, durante la Era de la Prohibición (del alcohol), el gobierno federal obligó a los productores de alcohol industrial a adulterar el alcohol añadiéndole alcohol metílico. Este es altamente tóxico y nocivo para la salud humana. Se preguntará usted con qué propósito el gobierno federal de los Estados Unidos de América obligó por ley a que los productores de alcohol para usos industriales adulteraran dicho producto de forma tal que se asegurarse un alto nivel nocivo para humanos. Esa decisión tenía como propósito desincentivar el consumo. La idea era que al saber la población que el alcohol industrial estaba así 'desnaturalizado', la gente se abstendría de consumirlo. Pero la llamada Ley de Consecuencias Imprevistas tiene la mala costumbre de imponerse allí donde los ingenieros sociales intervienen con la idea de hacer el bien, y los resultados suelen ser bastante distintos a los concebidos por esos ingenieros sociales. En el caso de la adulteración del alcohol para uso industrial, parte de dicho alcohol pasó al contrabando para tráfico de bebidas alcohólicas. Gracias a esa intervención, muchas personas en EUA sufrieron graves daños en salud de diversas clases, incluyendo ceguera, daño renal irreversible e incluso muerte. Con la guerra a las drogas, se ha visto esto también con los efectos nocivos del amplio uso de paraquat y otros herbicidas, rociados desde el aire en aeronaves, para suprimir los cultivos de marihuana y coca. ¡¿Cuántos campesinos no habrán sido dañados por esto?!
El desplazamiento de la oferta y demanda hacia drogas más duras se observa también con la guerra a las drogas. La creación de drogas sintéticas, más difíciles de detectar y suprimir, y también más nocivas para la salud humana que drogas como la marihuana, es consecuencia de la guerra a las drogas. Con el agravante de que no hay controles de calidad, pues la prohibición impide la creación de marcas y, con ello, el que un productor pueda apropiarse los esfuerzos de implementar controles de calidad para garantizar un producto no adulterado. La adulteración incide en la alta variabilidad de la potencia de las drogas ilícitas, lo que conduce a muertes por sobredosis. La guerra a las drogas agrava así la dureza y nocividad de aquello que busca suprimir. Irónico, ¿no?