• 18/06/2023 00:00

Licenciada, licenciado, licen... ¡'licencitis'!

“Ampliemos nuestro vocabulario leyendo, investigando los significados de las palabras que desconocemos, buscando sinónimos, y demás formas”

Licenciado es quien ha obtenido una licenciatura universitaria, es quien ha adquirido un título académico al finalizar una carrera universitaria que certifica una serie de conocimientos específicos, que hacen -en teoría- de quien lo ostenta cualificado para desarrollar funciones específicas.

El término licenciado puede actuar como adjetivo o sustantivo. Cuando actúa como sustantivo su función es denominar las cosas y dar un significado, como adjetivo, es la palabra que acompaña al sustantivo para describirlo. Por tanto, sirve para nombrar a alguien o para detallarle por sus cualidades.

Al expresarnos existe una serie de palabras denominadas “comodín”, estas no producen una imagen clara en el receptor y se pueden utilizar en muchos contextos, su significado es muy general. Ejemplo de ellas son: vaina, cosa, okey, interesante, eso, chévere, etc. El uso excesivo de estas palabras al expresarse demuestra simpleza de lenguaje, un vocabulario pobre y, además, impreciso.

Inicio diciendo que con este artículo no pretendo demonizar la palabra licenciado o recomendar la eliminación de su uso, nada más lejos. Tal y como ocurre con la mayoría de las opiniones, el objeto de éste consiste en precisar los momentos en que sea conveniente usar el término. Tampoco va de menospreciar la formación académica, que es el más valioso atributo que permite desempeñar de la mejor manera los cargos que se ostentan.

Mencionar un título universitario es una distinción de orden académico y de ejercicio profesional, es cierto que los tratamientos tienen un componente honorífico, pues permiten dirigirse a una persona con cortesía. Hay quienes pueden sentir la necesidad de ser llamados por su título académico, pues les otorga una importancia digna de la relevancia de este; de igual manera, hay quien puede sentir la necesidad de mencionar el título académico, como licenciada o ingeniero, para referirse a su interlocutor. Estos términos comunes, no expresan una idea clara de a quién se hace referencia, por tanto, ¿cuándo usarlos?

En el campo laboral, la importancia recae en el cargo que se ocupa, lo relevante es la función que se está realizando, la posición dentro de la empresa o institución, no la formación académica de quien ocupa el cargo. Claro que existen cargos que requieren mención del título académico, aquellos que son habilitantes o reservados para profesionales idóneos, una farmaceuta necesita por ley ser licenciada para poder atender, un médico solo puede ejercer si es licenciado. Sin embargo, para ocupar el cargo de gerente, embajador, diputado, conductor u oficinista no se exige un título académico habilitante, por tanto, la mención del grado académico de quien ocupa el cargo es innecesaria.

En cambio, en el campo educativo, es recomendable el uso de los grados académicos, debido a que el título expresa un rango académico que refleja la aptitud y autoridad de la persona para atender realidades propias de este campo. Esto nos presenta otra razón que no aconseja llamar a las personas por su título académico, ya que existen: doctores, magíster, ingenieros, licenciados, técnicos, bachilleres y si no tenemos la certeza de cuál es el grado académico de nuestro interlocutor, podemos caer en la equivocación de decirle un rango inferior al grado académico que ha alcanzado.

Para ejemplificar mejor aquello que trato de decir, las relaciones internacionales y el protocolo panameño se rigen sobre la base de un principio básico: la reciprocidad. Las reglas de etiqueta buscan que en las relaciones el trato sea de respeto entre partes iguales en todo sentido. Imagine ahora usted, dirigirse al presidente de Costa Rica, como doctor en Economía de la Universidad Estatal de Ohio, y a continuación al presidente de El Salvador, un bachiller. Esta mención del grado académico es superflua y rompería de inmediato el principio de igualdad, ya que en ambos casos su importancia recae en el cargo que ostentan: presidente.

Como profesionales debemos evitar el uso de los grados universitarios al dirigirnos a alguien, salvo en los casos antes expresados. El idioma es rico en diversos apelativos o tratamientos que podemos emplear para dirigirnos a una persona: dama, caballero, señora, joven, ilustre, etc. y tampoco constituye una descortesía llamar a alguien sólo por su nombre propio, por ende no hay problema en hacerlo.

Ampliemos nuestro vocabulario leyendo, investigando los significados de las palabras que desconocemos, buscando sinónimos, y demás formas. Es preciso que tengamos claridad en aquello que es correcto y no nos vulgaricemos en la comodidad de lo fácil. Es importante que al comunicarnos eliminemos aquello que es innecesario porque atenta contra uno de los pilares básicos del lenguaje: su economía. Tengamos presente que las palabras rimbombantes y adjetivos antepuestos en la mayoría de los casos sobran.

Diplomático de Carrera Diplomática y Consular.
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