• 18/08/2022 00:00

Liderazgo Juvenil y poder en Panamá: ¿racional o tradicional?

El país se enfrenta a una de las coyunturas más significativas de nuestra historia, merced que por primera vez los sectores populares, originarios y medios han logrado orientar el descontento nacional de manera conjunta

El país se enfrenta a una de las coyunturas más significativas de nuestra historia, merced que por primera vez los sectores populares, originarios y medios han logrado orientar el descontento nacional de manera conjunta, sentando en una mesa única de negociación al gobierno, donde han realizado señalamientos y críticas estructurales que ponen en evidencia la necesidad de cambios que van más allá de simples paliativos momentáneos que calmen el descontento, poniendo en tapete la necesidad de un nuevo proyecto de nación, más equitativo en la distribución de las riquezas e igualmente garante de la estabilidad social y gobernabilidad en democracia. La pregunta que nos viene a la mente es ¿Cómo participará la juventud, en lo venidero, planteada ya la crisis? Un breve análisis de situación es pertinente.

Con referencia a los liderazgos juveniles en Panamá, es indiscutible que ese liderazgo, teniendo un matiz racional, jugó un papel vital en la definición de los derroteros de la república durante el siglo XX, pues como bien señala el colega historiador Fernando Aparicio, las condiciones de mediatización en que emerge el Estado, teniendo la injerencia estadounidense con un enclave colonial en el corazón de nuestro territorio, y los fenómenos de degeneración de la clase política dominante que termina deformada en una oligarquía, hacían necesario el surgimiento de un nacionalismo, pero no cualquier nacionalismo, sino uno que por consideraciones materiales y emotivas debía ser antiimperialista y anti oligarca (Panamá 1903: la emergencia del Estado mediatizado). Es en ese sentido que se debe dimensionar el emerger de una juventud, particularmente organizada en movimientos estudiantiles, colegiales y universitarios, que hace suya la causa del reconocimiento de la soberanía panameña en el Canal, la causa de una mejor educación en mayo del 58, la necesidad de hacer cumplir el acuerdo Chiari-Kennedy en enero de 1964. Esa juventud, mostraba en todo momento un liderazgo racional, entendiéndose por este la capacidad de crear un discurso crítico, participativo y convocatorio ante una realidad determinada, un discurso independiente del poder tradicional, más cercano a las mayorías y más cónsono con un proyecto de nación. Sin embargo, ese potencial de liderazgo juvenil basado en la reivindicación nacional resultaría cooptado por el proceso revolucionario, que lo diluiría en los llamados de unidad popular y unidad nacional en favor de llevar a buen término las negociaciones canaleras, no sin tener fuertes cuestionamientos de parte de una juventud que decidió tomar otra senda y radicalizarse. La vuelta a la democracia traería, como bien lo menciona el sociólogo Alonso Ramos, una institucionalidad que tuvo por meta desmovilizar las organizaciones estudiantiles y crear mecanismo de cooptación en la partidocracia que tendieron a diluir su carácter racional, dejándolos en una posición deleznada a la participación tradicional. (El rol de la juventud para impulsar gobiernos transparentes. María Carrasquilla. 10 de agosto 2022, La Estrella de Panamá).

Ante tal panorama, condicionado por una crisis estructural que pone en juego el porvenir inmediato del país, escuchar a la juventud se hace, más que nunca, preciso; sin embargo, por todo el proceso anteriormente expuesto es pertinente comprender y dilucidar si se está frente de un liderazgo juvenil racional o tradicional, entendiéndose por tradicional aquel que sigue una herencia política establecida o un poder económico que desde la sombra pretende orientar las riendas del Estado a su conveniencia. Si bien, la juventud panameña vive una tensión entre su cada vez peor relación con el sistema político y un creciente interés por la política. (https://cieps.org.pa/por-que-protesta-la-juventud-panamena/) su acercamiento a esta incide en la crítica, muy superficial, de la corrupción, y no termina de abordarla de manera integral y enfocada a lo estructural. Esto último, su repudio a la corrupción, la puede convertir en un agente de intereses dominantes que priorizan la misma como fuegos artificiales, distractores de los problemas estructurales reales que agobian al panameño. Ante un futuro torneo electoral tocará ver en ellos su racionalidad o su tradicionalismo.

Docente de Historia de la Universidad de Panamá
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