• 11/01/2017 01:03

La infame Lista Clinton y los bucaneros del Siglo XXI

¡Hasta donde han llegado la prepotencia y la arrogancia que son en todo caso, más bien propias de los vaqueros y bandidos que infestaban el oeste norteamericano!

Todavía no estamos curados de espanto. Apenas despunta el Siglo XXI y ya confrontamos la aparición de una aberrante e infame ‘Lista Negra' elaborada unilateralmente por quien se considera ‘Policía del Mundo', a fin de condenar a una muerte segura a todo aquel infeliz mortal o entidad jurídica (que no sean estadounidenses por supuesto), no importa en qué región del mundo se encuentren y que tengan la mala suerte y desdicha de ser considerados ‘sospechosos' de haber tenido nexos con dineros del narcotráfico o de estar involucrados en delitos de lavado de dinero.

Una obscura, anodina y para nada transparente Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro de EE.UU., a su antojo, con total secretismo y en abierta violación a los sagrados principios jurídicos de ‘presunción de inocencia', de ‘legítima defensa' y del ‘debido proceso', universalmente vigentes y rigurosamente aplicados por todas las naciones civilizadas del mundo, señala a los ‘ejecutados', por no decir ‘incluidos' en tal mortífera y abominable lista, y que son inmediatamente tratados por la mencionada Oficina como si fuesen los más peligrosos y detestables delincuentes de cuello blanco que en el mundo han sido.

Al considerarlos y tratarlos como culpables, la OFAC notifica de manera pública, sorpresiva y denigrante, como si se tratase de una ejecución sumaria, a los ‘ejecutados' (incluidos) en la Lista Clinton, negándoles en consecuencia el derecho a la ‘presunción de inocencia'; les niega igualmente el derecho a la legítima defensa, ya que no da a conocer ni menos explica los hechos, las razones ni mucho menos aporta las pruebas que sustenten la arbitraria y draconiana medida con el no oculto propósito y ese es el resultado final que consigue, de colocar a los afectados en total indefensión, razón por la cual el ‘debido proceso' es inexistente y los ‘ejecutados' (incluidos en la lista) quedan sumidos, entonces, en el tenebroso averno de la barbarie, sin derecho a nada.

Eso sí, la OFAC, en Panamá a través del embajador John Feeley, con la firmeza y determinación dignos de mejor causa, manifiestan ‘Urbi et Orbe', con toda la pompa y autoritarismo teatral que el acaparador momento impone, ante nutrida concurrencia de los medios de comunicación social convocados al efecto, que tienen ‘evidencias' y ‘creencia razonable' que ligan a los ejecutados (incluidos) con el delito denunciado, más no aportan ni dan a conocer una sola prueba porque, ojo, tenemos, estamos obligados a creer ciegamente en la infalibilidad de lo que dicen y hacen los funcionarios de la OFAC. ¡Cosas veredes, Sancho! ¡Hasta donde han llegado la prepotencia y la arrogancia que son en todo caso, más bien propias de los vaqueros y bandidos que infestaban el oeste norteamericano!

A pesar del tiempo transcurrido, aún resuenan en mis oídos, cual enjambre de abejas africanas, las firmes y contundentes declaraciones del secretario de Estado de EE.UU. cuando en el seno de la ONU denunciaba que el Gobierno de Irak tenía armas de destrucción masiva y que EE.UU. contaba con las pruebas que, después, cuando ya el daño había sido causado, resultaron falsas e inventadas, para justificar la invasión y destrucción de Irak y las guerras e intervenciones posteriores que han acabado con la estabilidad y seguridad en todo el mundo y con varios países del Medio Oriente, sobre todo los que poseen gas y petróleo. Todo ello constituye la génesis de la actuales emigraciones de millones de personas, desesperadas víctimas de los impunes y despiadados ataques militares de EE.UU. y la OTAN a los países del Medio Oriente y norte de África, víctimas indefensas a las que tanto EE.UU. como los países europeos de la OTAN niegan hoy el acceso a sus fronteras.

Hoy día, utilizan en Panamá la Lista Clinton, seguramente con la ayuda solapada de lacayos y cómplices locales huérfanos de dignidad y patriotismo, para acabar con los bienes ajenos, obligando a los ‘ejecutados' (‘incluidos') a vender, por no decir regalar sus bienes, sin que tengan que disparar una sola bala, acabando, a su vez, con la libre empresa, la libertad de prensa e información, con el empleo de miles de panameños, con la honorabilidad de los ciudadanos y el Estado de derecho e irrespetando al mismo tiempo y sin rubor alguno, la soberanía de nuestra Patria Istmeña.

Con toda razón el papa Francisco nos advierte en recientes homilías, como Buen Pastor y guía espiritual de la Iglesia Universal que es, que la CODICIA es la causa principal de las actuales guerras o intervenciones militares y de la venta de armas, llevadas a cabo por las grandes potencias del primer mundo en los países en conflicto, y que la codicia es el pecado más grave que en la actualidad tiene sumidos a los pobres de la Tierra en la miseria, la desesperanza y la injusticia.

Este es el único pecado que Dios no perdonará porque constituye, a no dudarlo, el crimen más horrendo que hoy se perpetra a sangre fría contra la humanidad.

¡Popule Panamensi, barbaries delenda est! ¡Pueblo panameño, la barbarie debe ser aniquilada!

¡La Soberanía de Panamá se respeta, meto!

*PROFESOR TITULAR DE DERECHO ROMANO, FACULTAD DE DERECHO, UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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