Lo fantástico en la escritura

  • 26/09/2025 00:00

Es importante advertir que el cuento fantástico, el onírico y el de horror, aunque funcionan de forma individual y tienen méritos propios a voluntad del autor, pueden coincidir temáticamente y por el efecto sorprendente o de franca incredulidad o desatado horror que producen cuando tienen ciertos elementos en común. La principal razón para esa coincidencia de reacciones es debido a la tradicional fragilidad anímica del ser humano ante algún factor extraordinario que irrumpa en su diario acontecer sin una explicación verificable, ya que siente que cualquier suceso extraño pone en peligro su estabilidad. Pero no siempre es así. Tanto lo fantástico como lo onírico y también el horror, tienen ámbitos de acción propios y por lo general causan reacciones diferentes, según sea el caso.

No es tan fácil como se piensa definir lo fantástico en una obra literaria. Por su naturaleza proteica, porosa, insólita, a menudo sobrenatural, que suele romper lo cotidiano desquiciándolo sin remedio y sin explicación, su comprensión y goce estético depende, a mi juicio, más de la sensibilidad que del conocimiento. Lo que sí es seguro es que lo extraño que sucede no puede ser explicado como un simple misterio, ni comprendido por la razón o la lógica ni dentro ni fuera del texto. Porque ocurre que a menudo lo fantástico puede confundirse con los fenómenos paranormales, que sin duda existen y a veces tienen una explicación aceptable; o bien con lo absurdo, lo onírico o lo surreal, que en no pocas ocasiones son también formas extrañas de ser de la identidad misma de ciertas certezas, pero parte de la realidad al fin y al cabo.

Suele ocurrir que de pronto, en el flujo de la narración, se entrometa de pronto una suerte de quiebre, de ruptura, de magia imprevista que no es simple truco; irrumpe sin explicación alguna en la realidad, de tal forma que ésta ya nunca pueda ser la misma. Y esto casi siempre sucede hacia el final de la historia, mediante un procedimiento que a veces se denomina “vuelta de tuerca”, y que otras representa una revelación insólita o una verdadera “epifanía” o gratísima liberación de la tensión acumulada. En todo caso, lo otro que habría que señalar es que a menudo lo fantástico es de tal naturaleza irruptiva y a veces de carácter amenazador, que al mismo tiempo constituye una auténtica cala en los abismos del horror.

Es innegable que el origen de este tipo de narrativa se remonta formalmente a la literatura gótica de los siglos XVIII y XIX; y a inicios del Siglo XX, al surrealismo francés y tangencialmente a cierto tipo de ciencia-ficción: Pienso en novelas de Julio Verne; HG. Wells; Ray Bradbury; Isaac Asimov y Stanislaw Lem, entre muchas otras. Pero sin duda el padre de la literatura moderna fantástica –la de terror y la de tipo policíaco– es el célebre poeta, cuentista y crítico norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849); también el menos conocido periodista y cuentista Ambrose Bierce (842-1914), así como H.P. Lovecraft (1890-1937).

Este subgénero narrativo, que tiene cientos de variantes, goza de una larga tradición en la historia de la literatura universal. Por definición, sólo es fantástico aquello que no tiene una explicación sostenible en la realidad real. No lo es cuando su aparición, por más inusual y sorprendente que sea, se debe a causas que se pueden explicar: una pesadilla, o algún medicamento que produce efectos alucinatorios.

El pasaje de Remedios la Bella, personaje de la novela “Cien años de Soledad”, del colombiano Gabriel García Márquez, cuando en determinado momento empieza a levitar y termina perdiéndose entre las nubes para no ser vista nunca más, es sin duda una auténtica escena fantástica. O sea que para que algo pueda ser considerado como de auténtica naturaleza fantástica en una obra literaria, debe ocurrir porque no hay otra explicación razonable para el fenómeno.

El estudioso más célebre de la literatura fantástica es probablemente el ruso Tzvetan Todorov, en su libro “Introducción a la literatura fantástica” (1970). Según este crítico: “Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural. El concepto de fantástico se define pues con relación a los conceptos de lo real y lo imaginario.”

A mi juicio, el latinoamericano que más y mejores cuentos fantásticos ha escrito es el argentino Julio Cortázar (1914-1984). Pienso en “Casa tomada”, “Continuidad de los parques”, “La noche boca arriba”, “Axolotl”, “Lejana” y “La isla a mediodía”. Son el tipo de narración que implica no sólo el uso de una inteligencia extraordinariamente iconoclasta y creativa para su concepción, sino también de parte del lector para su desciframiento. En cada uno de esos cuentos ocurre un traslape del tiempo o una exacerbación de los sentidos que causa algún dislocamiento en la percepción de la realidad conocida.

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