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Panamá es el único país del mundo que mucho antes del descubrimiento de América, en sus más remotos orígenes, ya tenía su —“Canal seco interoceánico”— para pasar del Pacífico al Atlántico.
Esos “canales secos sin nombre”, que nos regaló la generosa naturaleza, sin tener que verter sangre, sudor y lágrimas, y de los cuales desconozco sus antiguos nombres precolombinos, ni ningún otro dato o estadísticas.
Pero sí sabemos de la influencia en sus guerras tribales y los remotos intercambios culturales de nuestros indígenas, la mezcla de las culturas originarias y los intercambios del Pacífico, Atlántico, Los Andes y el Caribe.
Todos esos canales secos permitieron inicialmente el intercambio, comercio y tránsito transcultural de las civilizaciones Incas, Mayas, Aztecas, Caribes, entre otras; las del Pacífico con las del caribe y Atlántico y luego con las del mundo entero.
Con la conquista del istmo vino Núñez de Balboa y el Camino de Cruces, el sendero de Puleio, el glorioso Ferrocarril Interoceánico, el “Panamá Railway”, la ruta más rápida y económica a la Fiebre del Oro de San Francisco, la famosa “California Gold Rush”, hasta que nos llegó para quedarse una de las siete maravillas del mundo, nuestro Canal de Panamá y después su moderna ampliación con las nuevas esclusas.
Por cierto que afortunadamente en esos finales del siglo XIX, cuando empezó la construcción del canal, no habían celulares. Se imaginan si hubieran existido, la que se hubiera armado con el Suntracs y los guerreros del teclado. Los medios digitales y alternativos le hubieran advertido a la ciudadanía lo que iban a hacer esos franceses y gringos. Los constructores del Canal de Panamá iban a cercenar totalmente el Corredor Biológico Mesoamericano, dividir en dos el continente americano, y generar un ecocidio y daño ambiental de gran escala, para lo cual no tenían estudio de impacto ambiental, ni mucho menos programa de remediación.
Todo ha pasado tan rápido que no nos hemos dado cuenta. Hemos pasado de ser un país atrasado y pobre, gracias al Canal, a ser el país más desarrollado y rico de la región. El Corredor Biológico Mesoamericano sigue truncado. La flora y fauna afectada. Pero somos, sin embargo, el muy envidiado hub de la Américas.
El Canal de Panamá es aún el paso obligado para un importante porcentaje del comercio mundial; el tránsito interoceánico y su amplia gama de servicios relacionados. Es nuestro eterno —“Maná”—. En verdad que salvo eso, de todos nuestros otros múltiples dones naturales y recursos, ¡no nos hemos preocupado por desarrollar —“¡más ná!-”
Gozosos de lo que hay en nuestra zona de confort, no hemos tenido que explotar casi ninguna otra actividad o industria, ni siquiera hemos optimizado el gigantesco potencial que nos brinda el Canal. Puertos suficientes, con todos los servicios para las embarcaciones de nuestros principales clientes, etcétera.
México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Colombia, todos quieren tener su propio Canal Seco para competir con el nuestro. Para cualquiera de esos países significan miles o al menos varios cientos de kilómetros para poder completar el recorrido de un océano al otro. Los costos y tiempos de construcción gigantescos.
Aquí hace años se habla de un canal seco de 156 kilómetros desde Puerto Armuelles, distrito Barú y La Laguna de Chiriquí, en la provincia de Bocas del Toro. Ese proyecto requeriría 54 kilómetros de túneles. Sus implicaciones de generación de empleos, de desarrollo de las regiones, pero también sus elevados costos, son atractivos para nuestros ávidos políticos.
El Canal de Panamá y su administración y gerencia, es sin duda uno de los pocos motivos de orgullo para todos los panameños. Todavía, por suerte, muy poco politizado. Las múltiples labores que se deben cumplir y las previsiones que se deben tomar para que todo fluya, son inmensas, sin duda.
Por eso en la ACP gozan de unos salarios nada envidiables, perfectamente comparables con los niveles de primer mundo. También por eso todos esperamos un desempeño cónsono con su nivel de remuneración y con unos resultados de excelencia como los que se han logrado en muchos aspectos. Dudas y lamentos quedan al aire, sin embargo, por no haber previsto y ejecutado las obras necesarias para hacerle frente a lo que se venía anunciando hace años, lo de las sequías y carencias de agua. Se nos secó el Canal de Panamá, el de la navegación interoceánica.
Pero perdón .... ¿Y el canal seco del Ferrocarril de Panamá, el canal seco mecanizado, será que no se puede hacer nada con él para suplir la inoperancia del otro al que le falta agua?
Confieso que no sé mucho de por qué nadie habla de desarrollar un proyecto de ampliación del Ferrocarril de Panamá, como alternativa. Tal vez sea muy difícil. Quizás muy complicado. Supongo que no debe ser económicamente viable. ¿Por aquello de mal pensado, pienso: será que no es posible porque su adecuación, tiempo de ejecución y costos totales no son atractivos para nuestros ávidos políticos? Sería interesante escuchar las opiniones de los expertos canaleros, seco y mojado sobre esa posibilidad.