• 07/12/2025 00:00

Replica a David Ledgister

El artículo del biólogo y colega David Ledgister plantea una dicotomía sugerente: cobre versus biodiversidad, recurso finito frente a activo potencialmente perpetuo. La idea funciona muy bien en el plano conceptual, pero trasladar esa narrativa al campo de la política pública, el empleo y la economía real exige mucha más sobriedad, especialmente cuando se presenta la bioprospección como alternativa económica a la minería.

La bioprospección tiene un enorme potencial estratégico, pero también es una de las actividades científicas de mayor riesgo financiero, con horizontes de retorno muy largos y una tasa de fracaso cercana al 99% entre la molécula prometedora y el producto comercial. No genera empleo masivo en el corto plazo ni flujos económicos significativos durante los primeros 20 o 30 años. La experiencia de Panamá con el proyecto ICBG en Coiba lo demuestra con claridad: más de una década de inversiones millonarias, cientos de compuestos aislados y moléculas altamente promisorias, como la Coibamida, y, aun así, tres décadas después, el país no ha visto regalías, industrias instaladas ni empleo a gran escala derivados de ese esfuerzo.

Esto no invalida las iniciativas de bioprospección; al contrario, evidencia su complejidad, sus costos reales y sus tiempos de maduración. Presentar la bioprospección como reemplazo inmediato de las fuentes actuales de empleo, inversión e ingresos fiscales es técnicamente inexacto y, sobre todo, peligroso porque crea falsas expectativas en el público general que no está familiarizado con estos procesos.

La minería es, por definición, finita. Pero precisamente por eso concentra grandes flujos de capital en periodos relativamente cortos, algo que la bioprospección aún no puede replicar. Bajo un esquema de gobernanza responsable, esos recursos podrían convertirse en la plataforma financiera para la transición hacia una economía basada en el conocimiento y la biotecnología. Cerrar una mina no crea por sí solo una economía verde; usar con inteligencia sus ingresos para financiar ciencia, centros de investigación, cambios en los modelos productivos del sector agroganadero, pagos por servicios ambientales, bioprospección y biocomercio sí puede, en cambio, sembrar las bases para que en 20 o 30 años ese “patrimonio natural” empiece a capitalizarse.

El artículo acierta al subrayar la importancia estratégica del Corredor Biológico Mesoamericano, pero pasa por alto algo fundamental: hoy, las mayores presiones sobre la conectividad ecológica en Panamá provienen de la expansión de la frontera agrícola, la ganadería extensiva, la urbanización desordenada y asentamientos humanos, más que de la actividad minera. Diversos estudios de conectividad para grandes mamíferos muestran que el deterioro más intenso ocurre en paisajes dominados por agricultura y ganadería, localizados principalmente al oeste del Canal de Panamá y fuera de la concesión minera. Culpar exclusivamente a la minería simplifica un problema mucho más amplio y desvía la atención del frente donde más hábitat se está perdiendo.

Defender la biodiversidad es indispensable, pero esa defensa pierde fuerza cuando se construye sobre la figura de un “villano externo”, mientras se minimiza el papel de nuestras prácticas culturales como tala, roza, quemas y abuso de pesticidas.

En términos de superficie transformada, la pérdida de hábitat en Panamá ha estado históricamente más asociada al machete, la quema y el alambre de púas que a la pala mecánica.

La bioprospección es prometedora, innovadora y científicamente fascinante, pero no es hoy una solución económica inmediata para Donoso ni para ningún territorio del país. Más sensato es reconocer que la minería es temporal, pero puede financiar la transición; que la bioprospección es estratégica, pero exige horizontes de 30 años; y que la principal amenaza a la biodiversidad no es solo la minería, sino nuestro modelo de ocupación del territorio.

Solo aceptando con honestidad esta realidad, será posible construir una ruta en la que biodiversidad, ciencia, economía y empleo puedan coexistir libres de consignas vacías.

Lo Nuevo