• 29/08/2023 00:00

Mascaradas electorales: ocultando intereses clasistas

“[...] se difunde hoy que partidos y candidaturas que no tienen nada de socialistas -defensora de justicia social- se dice que lo son, [...]”

En 1940, disputaron la Presidencia de la República dos conspicuos representantes de las clases dominantes de la época. Al igual que en las contiendas anteriores y posteriores, se trataba de torneos cuyos candidatos siempre buscaron la aquiescencia, el beneplácito, de las oligarquías y de la embajada de EUA. Por lo tanto, candidaturas que respondían a facciones políticas distintas, pero del mismo bloque de poder.

Las mascaradas electorales, han venido a ser escenarios en los que esas verdades no son las que se le transparentan al pueblo votante, sino todo lo inverso. Se oculta, con toda especie de subterfugios y lenguajes polisémicos, que la lucha sustancial no es la que suelen hacer entre ellos, cuales servidores de intereses de las élites.

Se oculta que la lucha es contra las clases trabajadoras y contra las clases productivas del país sin poder político ni económico, por cuanto son estas clases sociales las que han sostenido la generación de riquezas y tributación al fisco, de la que se han apropiado históricamente las élites que han dominado nuestro territorio desde antes de ser la República emergida en 1903.

Pero volvamos al suceso registrado en la mascarada electoral de 1940. Luego de que alguien señaló en un diario de circulación nacional que los ciudadanos panameños, trabajadores de servicios otorgados a la Zona del Canal, simpatizaban con la candidatura opositora del Dr. Ricardo J. Alfaro, hubo una respuesta categórica afirmando lo contrario. Esta respuesta la dio nada más y nada menos que un funcionario directamente vinculado a estos negocios, el señor Guillermo E. Boyd, quien era un conspicuo integrante del “clan Boyd” (como le denominan algunos colegas), cuya cabeza visible para esa época era el propio presidente de la República (Augusto Samuel Boyd).

La respuesta, dada a través de una carta pública, afirmaba que: “Contrario a lo que viene propagando con marcada insistencia la prensa que propugna por el triunfo de la candidatura socialista del doctor Ricardo J. Alfaro, quiero manifestar al público (...) que los panameños que trabajan en la Zona del Canal son, en su inmensa mayoría, partidarios de la candidatura nacional del doctor Arnulfo Arias” (PA, 8/03/1940).

La pregunta que el pensamiento crítico sugiere aquí es la de si ¿el doctor Alfaro era un candidato socialista? Cuando vemos sus actuaciones, por ejemplo, en su participación directa elaborando el Tratado Alfaro-Kellogg, rechazado por los sectores políticos y sociales patriotas de la época, por las cláusulas de sometimiento del país más allá de lo que el propio Tratado Hay-Buneau Varilla selló; cuando vemos sus estrechos vínculos con las élites del norte y su lugar de residencia fuera de la de Panamá, poco crédito cabe darle a esta afirmación.

Había que descalificar al contrario de turno, que no enemigo de clase. Pero el detalle está en que, si la descalificación era asociándolo a una corriente de pensamiento y práctica a la que no pertenecía, el mensaje de fondo era que quienes fueran de esta corriente, o en su defecto, quienes se plantearan las propuestas de justicia social enarboladas por activistas vinculados al movimiento social y obrero de la época, consecuentemente, era a estos a quienes realmente se enfrentaba el bloque encabezado por el doctor Arnulfo Arias. Cosa que se confirmó en sus fugaces mandatos: su desprecio de clase contra los intereses de trabajadores, coincidente con un racismo que justificaba la mayor explotación a grupos discriminados étnicamente, a los que denominaban “razas indeseables”.

Así, demonizando a los que propugnan por la defensa de las clases trabajadoras y productivas sin poder económico ni político, confundiendo al público, se ha garantizado históricamente que los integrantes del pueblo voten en contra de sus propios intereses. De aquí, la efectiva manipulación que permite la dicotomía entre candidaturas de “izquierda” vs. candidaturas de “derecha” o de “centro”, categorías que no son científicas, pero sí útiles a la manipulación política.

En forma similar, se difunde hoy que partidos y candidaturas que no tienen nada de socialistas -defensora de justicia social- se dice que lo son, como ocurre con el PRD. La descalificación que se pretende contra esta agrupación, aplicando este estereotipo, es únicamente para propósitos electorales, aunque en lo sustancial, la descalificación es contra los sectores populares, contra quienes enarbolen la justicia social real, tal como el ejemplo de la mascarada electoral de 1940.

Sociólogo. Catedrático investigador, UP.
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