• 25/06/2015 02:00

“Matar a un ruiseñor”

Su protagonista, Atticus Finch, demuestra con su desempeño un limpio ejercicio del derecho

Siempre me pareció la novela ‘To Kill a Monkingbird', de Harper Lee, y cuyo título en español adelantó como inicio de estas reflexiones, un excepcional tema docente, de moral y ética. Llama mi atención sobre todo el comportamiento de Atticus Finch, el personaje principal de la novela que fue llevada a la pantalla grande en 1962, ganando tres óscares.

Su protagonista, Atticus Finch, demuestra con su desempeño un limpio ejercicio del derecho. Como abogado es un ejemplo y modelo de integridad, que desde nuestra realidad actual, deja muy mal parados a muchos de nuestros jurisconsultos, precisamente por sus acciones a veces poco íntegras.

La otra coincidencia con esta novela, ganadora de un premio Pulitzer en 1961, es que en la vida real el padre de Lee, Amasa Coleman, además de abogado, como Finch, fue editor y director de periódicos, y en el ejercicio del periodismo mantuvo un alto sentido de la ética periodística y del respeto por la verdad.

El periodismo, la forma de hacer noticias y dar a conocer el acontecimiento ha variado sustancialmente tanto en su estructura como en su técnica; pero lo que esperamos se mantenga inalterado, es su propósito de servirle a la humanidad con docencia, respecto y veracidad.

La entrada de las nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) y básicamente el Internet, alteró el manejo de la realidad al mezclarla con la fantasía, es como si lo que nos viene por el móvil o la computadora actuara con resguardo de la verdad absoluta. Al respecto leía un comentario donde se señalaba que ‘te fías de todo porque nos sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada'.

La reciente novela de Umberto Eco, Número Cero, desnuda esta nueva alianza del periodismo y el Internet; como dice el autor de Apocalípticos e Integrados, el ciberespacio en el ‘campo de batalla de las ideas, las noticias y las falsedades'. Y en tal sentido, añade Eco, ‘controlar la veracidad de lo que aparece en la red es imprescindible; tarea ésta a la que debieran dedicarse los periódicos tradicionales, para que sigan siendo en el futuro, garantes de la democracia, la libertad y la pluralidad'.

La Universidad de Panamá está sometida desde hace algunos meses a una despiadada campaña que pretende deslegitimizar su quehacer y actividad como centro superior de estudios. Es una sistemática y sostenida operación, abanicada con mucha mala intención y abundante falacia.

Hacer reportajes y entrevistas en forma selectiva a quienes hayan tenido situaciones que provocaron la adopción de medidas disciplinarias por los órganos de gobierno universitario; o presentar denuncias públicas sobre actos de corrupción y acciones fraudulentas, y no permitir a la contraparte la posibilidad que aclare y emita su versión, es actuar en un marco muy distante de los cánones de imparcialidad periodística.

He ido recogiendo glosas, notas editoriales en algunos medios escritos, al tiempo que me ha tocado escuchar comentarios en la radio y la televisión, durante los últimos meses, sin que se le haya concedido a la institución los espacios suficientes para su descargo y defensa.

Es como el simbolismo que hace la autora de Matar a un ruiseñor, ‘es pecado matar un ruiseñor, cuando lo que hace es cantar'.

Al pretender liquidar al rector de la institución con todo tipo de vilipendios, ahora utilizan la red para el insulto procaz con los más bajos y reprobables contubernios.

Denunciar públicamente un acto de corrupción, de desfalco y apropiación ilícita es un derecho que tenemos todos los ciudadanos; no obstante, estamos obligados a mostrar las evidencias y pruebas de lo que afirmamos. El solo difundir y lanzar sospechas de tales actos por deslegitimar, es caer en lo que Umberto Eco denomina en la última novela que comentamos al inicio de estas reflexiones, ‘una máquina de fango'.

PERIODISTA Y PROFESOR.

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