• 03/05/2025 00:00

Perseverancia comercial

La mala cosecha de caña de 1931 en Panamá causó escasez de azúcar y alcohol, lo que impulsó a Eduardo Garland, jefe de la Legación peruana, a sugerir proveedores peruanos

En 1931, Panamá experimentó escasez de azúcar debido a una zafra insuficiente. El jefe de la Legación peruana en el istmo, Eduardo Garland, calculó que Panamá dejaría de tener azúcar en julio de ese año por lo que informó rápidamente a Lima que se abriría una licitación para se compren 300.000 quintales de azúcar. Panamá pagaría $6,75 por quintal. Garland propuso que sea el señor Gregorio Miró el que represente a los capitales peruanos en la licitación fijada para el 20 de mayo de 1931 (Archivo del Ministerio de Relaciones del Perú,Caja 5-20-A,of.25,doc.2332,1931). La cancillería peruana acusó recibo de esa valiosa información y cursó la noticia tanto al Ministerio de Hacienda como a la Sociedad Nacional Agraria que preparó una oferta (MRE,Caja 5-20-A,Mensajes Lima,of.20,1931). Finalmente, la licitación fue ganada por proveedores de azúcar estadounidense.

La mala cosecha de caña de 1931 también generó una deficiente producción de alcohol y de otros derivados por lo que Garland preparó un segundo informe destacando las posibilidades de esta nueva oportunidad para que productos peruanos —licores y bebidas espirituosas— estén presentes en el mercado panameño (MRE, Caja 5-20-A,of.26,doc.2640,1931). Lima reaccionó positivamente enviando una lista de potenciales postores acompañada de una nota gubernamental como expresión de interés. Infortunadamente, la buena pro fue obtenida por productores del Estado de Luisiana quedando los peruanos nuevamente en segundo lugar.

Sin perder el ánimo, Garland aprovechó la feria flotante de productos peruanos que, impulsada con el nombre de “América Unida”, el Ministerio de Fomento llevaba adelante en el vapor “Urubamba” recorriendo las costas centroamericanas. Agendado el nuevo itinerario, el barco llegó a Panamá el 15 de octubre de 1931. Venía procedente de Guayaquil donde habían agotado la mayoría de sus lotes de mercancías. Ya en el puerto de Balboa, Garland concertó una reunión con el municipio panameño donde se reunieron Carlos López, director panameño y presidente del Consejo de la feria, y Carlos Stubbs, director peruano de la muestra. El Urubamba trajo tejidos de alpaca, de vicuña, frazadas de lana, mantas, bufandas, confecciones variadas, plata repujada y trabajos de cuero, lo que, en su mayoría, fue comprado por las autoridades del Canal (MRE,Caja 5-20-A,of.60,doc.7585,1931). Más tarde, la cancillería peruana agradecería el esfuerzo comercial de la Legación como del consulado peruanos (MRE,Caja 5-20-A,Mensajes Lima,of.66,1931).Con el propósito de impulsar el comercio Sur-Sur, la idea de una feria marítima itinerante será retomada diez años después por Enrique Peña Barrenechea, jefe de la Legación peruana en Honduras, que propuso una periodicidad de visitas del buque “Rímac” al puerto de Amapala con productos manufacturados peruanos, aceite de oliva, tejidos y petróleo que fuesen exhibidos como parte de una exposición permanente en el barco (MRE, Caja 5-3-A,of.139,doc.139,1941). El Rímac haría el tornaviaje repleto de productos hondureños, en su mayoría agrícolas.

Retomando el hilo de 1931, un entusiasta Garland informaba que Panamá había establecido una Zona Libre en Colón y recomendaba firmemente a la cancillería inca y al Ministerio de Fomento que se seleccionase y se separase un espacio en dicha zona para productos peruanos (MRE, Caja 5-20-A,of.8,doc.395,1931) como uvas, melones, chirimoyas, sandías y productos farmacéuticos. Garland incluso buscó preparar el mercado panameño para la entrada de guano obsequiando 40 quintales de ese abono al gobierno que lo utilizó en los jardines del Palacio de Gobierno y del Palacio Municipal (MRE, Caja 5-20-A,of.58,doc.7583,1931).

Desafortunadamente, los proyectos de Garland no se vieron recompensados. En diciembre de ese año Panamá aplicó un nuevo arancel para promover la industria local que fue juzgado “proteccionista” al afectar las exportaciones peruanas. Entró en vigor el 23 de ese mes y, en opinión del jefe de la Legación peruana, perjudicó a los propios panameños al encarecer objetos suntuarios como sobreros, perfumes, mantones y sedas lo que, a su vez, impactó en la industria del turismo y del tránsito de pasajeros que subió sus precios. Añade que Panamá, al producir en volumen café y plátano sus márgenes de ganancia habían bajado debido al estancamiento de los precios internacionales y el nuevo arancel no llenará ese vacío (MRE, Caja 5-20-A,of.42,doc.14819,1931). En 1932, debido al aumento de los precios los consumidores protestaron y el Gobierno formó una comisión tripartita (gobierno-banca-comerciantes) para encontrar un justo medio. En su informe, Garland opinó que era mejor seguir con el libre comercio y bajos aranceles (MRE, Caja 5-20-A,of.10,doc.2398,1932).

Garland fue un ejemplo de perseverancia comercial. Durante su gestión en Panamá —que se extendió hasta junio de 1932— su espíritu no decayó a pesar de los obstáculos y se convertiría más tarde en un referente para la cooperación Sur-Sur entre panameños y peruanos.

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