• 05/10/2021 00:00

'Entre médicos te veas'

“Los expertos del (hospital Johns Hopkins) concluyeron que alrededor de 250 000 personas al año mueren por fallas médicas, lo que supera los fallecimientos por enfermedades respiratorias, accidentes, infartos y el Alzheimer”

Es harto conocida la frase irónica “Entre abogados te veas”. Con dicha expresión se aludía a “la mala fama” de los abogados (de algunos en realidad) que sacan plata a los clientes, demoran procesos judiciales adrede, con el fin de lucrar de clientes confiados y otras mañas. Tal cosa tiene inobjetablemente visos de algunas realidades. ¿Hay abogados deshonestos y hasta pillos, igual que magistrados, jueces y fiscales? Sin duda.

Sin embargo, ¿qué esperamos de los doctores? Naturalmente, un buen diagnóstico, trato humano y ético, y tratamiento efectivo.

Por control anual, decidí, con un seguro privado, solicitar un electrocardiograma. Acudí al listado de cardiólogos que aceptaban mi póliza. En esa lista vi a un reconocido especialista. ¡Estaba de vacaciones! Luego vi el nombre de una mujer cardióloga (confío más en esas féminas profesionales, porque espero una atención más delicada y hasta maternal). ¡La cita podía ser en unos 20 días! Podía esperar, no tenía urgencia, pero opté por alguno de “los disponibles”. Elegí a uno de ellos que no conocía y fui a la cita. Como es normal, te citan a cierta hora y hay que esperar bastante, con paciencia. Por mi edad y como hipertenso medicado, debo esperar que un buen médico y además cardiólogo debe imaginarse, por lógica, que alguien en mis condiciones hipotéticamente podría ir con un cuadro de hipertensión severa y hasta posibilidades de estar en la antesala de un conato de infarto, etc. Es decir, atender a ese prójimo con humanismo y bondad para calmarlo. La voz -energía viva- de un doctor “puede sanar o enfermar y hasta matar a alguien hipersensible o demasiado influenciable”.

Bien, esperé junto a mi esposa mi turno pacientemente -estaba muy estable y de excelente humor. Al final la asistente me avisó “pase señor con su esposa, el doctor le espera”. Ingresé al cubículo y distinguí a un hombre relativamente joven -no más de 42 años- mirando atentamente su laptop. Desde la crianza de mis padres, me acostumbré a decir hasta al campesino más humilde los buenos días o buenas noches. Al ingresar dije en voz pausada y muy audible, “buenas tardes, doctor”, mientras él seguía viendo su computadora. Apenas le escuché como una especie de mugido muy bajo, ya que no encuentro otra acepción. ¡Jamás dijo buenas tardes ni me miró a los ojos! Solo en eso, faltaba él a la más elemental cortesía y atención.

Entonces decidí ser irónico: me senté frente a su frente -porque sus ojos miraban la laptop- y expresé: “doctor, quiero decirle que yo desconfío totalmente del 80 % de los médicos”. Recién entonces reaccionó. Me miró por vez primera y dijo: “¿Entonces por qué está aquí?”. Le respondí: “porque usted fue el que me tocó”. Obviamente no le gustó, pero se lo tragó. Decidí que “ejecutada mi tierna venganza” cambié mi energía y vibración y le pregunté en dónde se especializó; me dijo que en España, y más bien lo relajé a él -cuando debía ser lo contrario. Finalmente me tomó el electro y realizado este me dijo: “yo lo encuentro bien para su edad, pero me preocupa un poco su voltaje”. Ignorante del término y usando humor le dije: “¿quiere decir que yo debo andar en 220 y solo tengo 110?” (hablando de los voltios eléctricos). “No, no, no es así, es otra cosa”- me respondió. Entonces, me agregó que “me convenía hacerme un eco”. Le pregunté: “¿tiene aquí ese equipo?”. “¡Claro!”, me aclaró. “¿Cuánto cuesta el examen?” Dijo que $250.00. ¡Pero puede hacerlo con su seguro!, agregó. (En mi interior me dije: “donde este tipo no vuelvo más si puedo evitarlo”). Un par de meses más tarde, por las dudas, fui donde un reconocido cardiólogo a nivel nacional. Le comenté “sobre mi voltaje”. Me explicó: “Mire, le enseño la gráfica de su electro; el voltaje es lo que usted ve en los bordes superiores, las puntitas de su dibujo del electro; usted no tiene ningún voltaje bajo. ¿Qué cardiólogo le dijo eso?”. No quise pensar mal (porque acertaba) que lo que el otro deseaba era facturar el nuevo examen del eco.

Pero, eso solo es anécdota. Lo principal y postre es lo que no conocía y busqué para ilustrar este escrito y mejor lo cito de su fuente:

La inesperada tercera causa de muerte en EE. UU. (BBC Mundo) 4 mayo 2016:

“El que el cáncer y las enfermedades cardíacas sigan siendo las primeras causas de muerte en Estados Unidos es algo que no sorprende, pero lo que sí llama la atención es que la tercera causa sean los errores médicos”.

Esto es lo que afirma un estudio realizado por investigadores del hospital Johns Hopkins. Los expertos del centro concluyeron que alrededor de 250 000 personas al año mueren por fallas médicas, lo que supera los fallecimientos por enfermedades respiratorias, accidentes, infartos y el Alzheimer. “Creemos que estos datos subestiman la verdadera incidencia de las muertes a causa de errores médicos, porque los estudios citados dependen de los errores que figuran en los récords y contemplan solo las muertes de pacientes hospitalizados”. Estimaciones recientes indican que podrían elevarse a entre 210 000 y 400 000 entre los pacientes hospitalizados en Estados Unidos.

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Abogado, coronel retirado.
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