• 24/10/2022 00:00

Mentiras, no hay luz al final del túnel

“Poco optimismo hay y si alguien sabe cómo salir de este túnel, sin demagogia ni engaños, que asuma el liderazgo y nos marque el camino”

Me he preciado siempre de ser un optimista. Como todo ser humano, en particular, los que crecimos rodeado de algunas dificultades sociales y de supervivencia, siempre entendí, desde muy joven, que los infortunios no duran para siempre. En mi caso, y en el de muchos de mis contemporáneos, seguir por el camino de la educación, a pesar de los obstáculos y los retos, era la más clara de las salidas para garantizar mejores oportunidades.

Hablo en términos generales, ya que habrá quienes tengan argumentos para defender la causa de un futuro prometedor. No me parece. No hay duda de que, en estos tiempos, la humanidad ha podido resolver grandes problemas con mucha más efectividad que en los siglos pasados. Lo del COVID-19 y la pandemia que provocó, es el mejor ejemplo. Pero esa amenaza, que en tiempos pasados hubiera aniquilado a mucha más gente alrededor del mundo, puso en primer plano la realidad de grandes sectores de nuestra sociedad que, supuestamente, está mejor educada y formada que las generaciones pasadas.

En los últimos 60 años se dieron algunos eventos muy significativos que nos llevaron a pensar que la humanidad iba por buen camino. Que estaba en un proceso de correcciones muy importante.

Los levantamientos en los Estados Unidos y alrededor del mundo contra la guerra de Vietnam. La lucha contra la discriminación y el racismo que igualmente se extendió por varias esquinas del globo. Los movimientos revolucionarios que, discutible o no, la mayoría se sostenían sobre el ímpetu de acabar con el abuso de las clases poderosas y oligárquicas, en busca de justicia social y mejores condiciones de vida para los más débiles y vulnerables.

Los eventos de transformación política, social y cultural, en varias formas de lucha y resistencia, dieron relevancia y convirtieron en figuras influyentes y universales a líderes como: Martin Luther King, Evita Perón, Fidel Castro, Los Beatles, Nelson Mandela, Indira Ghandi, y el recientemente fallecido Mikhail Gorbachev, por mencionar algunos.

Cuando Barack Obama ganó la Presidencia, en noviembre del 2008, en el país que históricamente había sido uno de los modelos más crueles y perversos en cuanto a su trato discriminatorio a las minorías negras, latinas y los pueblos originarios del norte, reforzaba la idea de que el camino de las correcciones continuaba. Y repito, el liderazgo y la intervención y en el escenario mundial de los personajes mencionados y muchos otros, incluso desconocidos por la historia y, el trabajo que se venía realizando en muchas sociedades para corregir las injusticias que se habían codificado legamente, de alguna manera reforzaban la sensación de que la humanidad iba por el camino, difícil, pero justo, de las rectificaciones sociales e históricas. Que, a pesar de las zancadillas, los retrocesos momentáneos y la mala fe de los perversos y malvados, se podía lograr un mejor escenario social para todos. Que había una luz... un faro muy luminoso al final de túnel.

La presidencia de Obama también trajo el rechazo furibundo de su presencia como negro en la posición más poderosa del mundo. No era una reacción a las políticas del Partido Demócrata, ya Bill Clinton había sido presidente en este periodo. Era porque Obama es un hombre negro y las voces de rechazo en los Estados Unidos, dieron estímulo a todas las voces radicales y de supremacía blanca que de cierta forma permanecían algo apagadas frente a los avances generales de inclusión y tolerancia social y racial.

La violencia contra minorías alrededor del mundo se ha intensificado en los últimos 10 años, y con la llegada de Donald Trump, se ha vuelto peligroso. La preocupación y el miedo por las amenazas contra minorías, que muchos habíamos pensado que se venían superando a lo largo de los 60 años que mencioné al principio, se ven manifestados claramente hoy en el enorme problema de migración que se vive alrededor del mundo (Estados Unidos contabilizó cerca de 1,7 millones de migrantes a lo largo de su frontera en 2021). Estos retos se añaden a la corrupción generalizada (en Panamá es un reto mayor), sumado a el deterioro de los sistemas de justicia y la pobre distribución de las riquezas que genera el mundo.

Poco optimismo hay y si alguien sabe cómo salir de este túnel, sin demagogia ni engaños, que asuma el liderazgo y nos marque el camino.

Comunicador social.
Lo Nuevo