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- 21/11/2022 00:00
Mi carro viejo
Tengo un carro viejo. Con regularidad se le prende alguna luz de señal para indicar que tiene algún problema. Como es un asunto recurrente, ya creo tener alguna comprensión de la seriedad de cada señal.
Cuando aún estaba en el proceso de conocer el vehículo, me alarmaba mucho con cada indicación en el tablero. Falta de aceite, baja presión de llantas, revisar el motor, falta de combustible, y otras muchas lucecitas que aparecen en el tablero y me hacen revisar el manual para saber de qué se trata.
La situación económica es muy difícil actualmente, así que cada vez que una nueva lucecita de problemas se enciende, evito llamar a un profesional de la mecánica, ya que eso conllevaría a un gasto de dinero que ahora mismo escasea para todos, a menos que esté Usted en la papa de la administración gubernamental, amigo lector, que allá les regalan la plata de nuestros impuestos.
Así, realizo un diagnóstico vehicular con una breve revisión del manual de propietarios, y la consabida búsqueda de internet, por la cual me siento un experto en cualquier tema tan solo al haber visto un tutorial en redes sociales, realizado por alguien que no conozco, y cuya idoneidad sobre el asunto me es completamente imposible de comprobar. Fuese como fuere, procedo a depositar mi confianza en el mencionado expositor, ya que me parece honesto.
Si bien la rata de éxito de mis autogestiones de reparación y comprensión mecánica no arroja un porcentaje alto, el carro me lleva y me trae. Aunque cada movilización sea un proceso de sufrimiento y pánico en iguales cantidades, ya estoy más o menos acostumbrado a mis circunstancias, y se ha vuelto un proceso tolerable.
Por supuesto que a veces los problemas van más allá de una lucecita en el tablero, y tengo que cambiar alguna pieza. Mi proceder es similar en estos casos. Busco la pieza más barata, porque la cosa está difícil, y si no la puedo colocar yo mismo, rastreo al tipo que debajo de un palo de mango me asegura que la puede colocar por una cantidad de dinero muy inferior a lo que querían cobrarme en ese taller caro, donde recomendaban un “overhaul” vehicular. Aunque el tipo de debajo del palo de mango no me ofrece ninguna de las garantías que me ofrecían en el taller caro, el “ahorro” bien vale la pena.
El carro viejo me va a seguir llevando y trayendo, poniendo en riesgo mi seguridad y la de los que me acompañen, hasta que simplemente se caiga el motor, cuando sea que esto suceda.
Ya estoy convencido de que cada día que el carro me lleva y me trae es una ganancia, así que tampoco me preocupo por cambiar filtros, ni proveerle aceite y combustible de calidad. El carro viejo anda hasta con kerosene. “Jode, pero hace”, es la frase que repito orgullosamente para desvirtuar las recomendaciones que puedan hacer familiares y amigos preocupados, con la intención de que cambie mi proceder. Así me funciona la cosa. Esto es lo que conozco.
Ahora, imaginemos que mi carro viejo es el país. Imaginemos que las piezas baratas que compro son los candidatos a puestos de elección popular. Imaginemos también, apelando a su indulgencia, amigo lector, que el tipo de debajo del palo de mango son los partidos políticos, que no ofrecen garantía alguna por un trabajo mediocre, certeza de agravar el problema, y condenarnos a seguir viniendo a “emparapetar” la situación, sin arreglarla jamás.
El tutorial que analizamos en las redes son los políticos en campaña, que dicen poder resolverlo todo, autonombrándose expertos. Demasiado tarde comprobamos que son embaucadores.
La metáfora se completaría diciendo que el “overhaul” vehicular es una nueva constitución, y que los familiares y amigos preocupados son los panameños decentes que nos hablan con sinceridad, pero cuyos consejos y comentarios despreciamos, pues décadas de embrutecimiento colectivo nos han hecho creer que somos “los más vivos”.
Mientras, por decisión propia, seguimos poniendo en riesgo nuestra vida y la vida de todos los que nos acompañen, los delincuentes que parasitan el erario siguen vendiéndonos e instalándonos piezas baratas en nuestro ya muy deteriorado carro viejo.
Llevamos décadas tomando malas decisiones, con el agravante de que el desgaste está llegando a un punto de no retorno, el punto en que se cae el motor y ya no hay manera de echarlo a andar. Pobre carro viejo, cargado de ratas gordas, y causando dolores de cabeza a un propietario ignorante, que tiene el poder de arreglarlo, pero elige seguir pasando páramos.
Los delincuentes jamás serán buenos administradores. Ya es hora de que tengamos un poquito de memoria histórica. Tenemos que entender que lo malo jamás será bueno, y que, si Usted espera algo bueno de lo malo, Usted es parte del problema, y responsable de la caída continua de Panamá.
¡Basta ya! Así, “grita'o”.
Dejemos de ponerle piezas baratas a nuestro carro viejo, y llevémoslo al taller donde le realizarán los trabajos garantizados que tanto necesitamos. No más embaucadores baratos. Necesitamos piezas nuevas, de calidad.
Sí existen. Pero debemos elegir colocarlas. Es nuestra responsabilidad como propietarios, y usuarios, o nos quedaremos a pie.
Dios nos guíe.