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- 09/12/2012 01:00
Las colecciones de mi padre
‘ Teme al hombre de un solo libro’. Intento ser el continuador de una estirpe periodística, y como mi padre, confieso tener un pacto de alianza con las letras. Él fue un intelectual, que coleccionaba más que relojes, joyas y carros, común por estos lares; libros, música y revistas de las más variadas. Libros raros, como la ‘Historia del Canibalismo’. Leyó y escribió su vida entera en lengua castellana hasta la víspera de su agonía. Lo hacía de día y de noche; incluso en la madrugada, en la cama, hora en que también escribía. Marcaba los libros con su nombre completo y solía ponerle la fecha de adquisición en números romanos. Los subrayaba a veces con anotaciones al margen; muchos libros están viejos, amarillos, manoseados; como nos ponemos todos, al final de nuestras vidas.
No prestaba sus libros, los amaba, como a sus hijos y los mantuvo en su poder hasta sus últimos días. Repetía refranes que vienen de tiempos coloniales: ‘No se sabe quién es más pendejo, si el que presta un libro o el que lo devuelve’. ‘El que presta un libro se le corta una mano y el que lo devuelve las dos’.
Tomaba apuntes en cuadernos de anotaciones. Enumerados en su puño y letra.
En tono de broma nos repetía a menudo: ‘El día que muera, sepúltenme con libros, por si se puede leer después de muerto’. Son vastas las obras halladas en su biblioteca, que coleccionó a lo largo de su vida.
Subrayaba los libros que coleccionó con lápiz o estilógrafo, en cuaderno rayado y de resorte; por las tardes, en su escritorio que conservo. Salía a la calle cargado de libros debajo del brazo, así aprovechaba cada instante su lectura. Leía en cualquier rincón, a la espera de una cita. Leía en lugares inverosímiles.
Fue un espléndido lector con un anecdotario riquísimo y nos estimuló en casa, para que leyéramos.
En su biblioteca personal se destacan libros que dan testimonio de su interés en muchos temas, como literatura, música y pintura; era un devoto adorador de la poesía, de la historia y nos hacia interesar en las artes.
Una vasta colección de obras ocupan un lugar destacado. Volúmenes completos de enciclopedias de hombres ilustres y mujeres célebres. Centenares de biografías.
Su biblioteca consta de miles de ejemplares que reposan en distintos estantes en la casa de mi madre. En anaqueles de madera repartidos por todos los cuartos y salones de la casa. Arrendaba depósitos donde mantenía en cajas, libros y revistas, que desempolvaba los sábados, día en que solía inspeccionarlos.
Su cuarto estaba repleto de libros que amontonaba y no permitía que ordenaran su desorden.
La literatura española, fue parte de su formación, autores como Savater, Cela, Goytisolo, Pío Baroja. De la literatura colombiana, hacen parte de su colección, Roberto Posada, Daniel Samper, Enrique Santos.
Profundizó sus conocimientos leyendo autores italianos como Primo Levi, Eco; de los ingleses prefería a Bernard Shaw, Oscar Wilde, George Orwell.
Escritores latinoamericanos como Carpentier, Cabrera Infante, Borges, Bioy Casares, Sábato, Benedetti, Fuentes, Paz. Tenía una curiosidad desenfrenada por los libros antiguos y escritores franceses como Flaubert, Baudelier.
Aprendí de él aquella costumbre vieja suya de insertar recortes de periódicos y revistas alusivas al autor o libros.
Los diccionarios ocupan un lugar destacado; junto con una antigua foto de su madre y su amado colegio colombiano el Gimnasio Moderno.
Dejó inconclusa la lectura de ocho libros que permanecieron en su mesa de noche el día que murió.
Su hemeroteca privada es formidable y la heredé en vida. La componen ‘National Geographic’, ‘Time’; ‘Bohemia’, ‘Cambio 16’, ‘Semana’ y ‘Veintitrés’.
Estuvo suscrito a diarios extranjeros como ‘El País’, ‘El Tiempo’ y ‘Le Monde Diplomatique’.
Fue él quien me introdujo en el cine. Al de género variado, al Thriller político, los documentales y cortometrajes artísticos europeos. De su preferencia, las películas italianas de Visconti, Passolini, Fellini, Bertolucci. También otros directores como Bergman, Truffaut, Elia Kazan, Kubrick, Gavras y Kurosawa. Mantuvo una gran afición cinéfila que nos la transmitió a algunos en casa. Era un asiduo visitante de proyecciones de cine independiente.
La colección de discos de pasta es numerosa. Escuchó música toda una vida y nos educaba en casa mientras nos deleitaba a las horas de comida; prefería compositores clásicos como TchaiKovsky, Rachmaninov.
Amante del jazz (Beni Goodman, Art Tatum, Glen Miller), mi memoria retiene de aquellos años en Colón donde nos animaba con música tropical. De su predilección la cubana, La Orquesta de Aragón; boleros, los bellos boleros de Beni Moré y Miguelito Valdez, canciones que le servían para rememorar anécdotas de sus viajes por La Habana y la música colombiana, los Bambucos de Lucho Bermúdez y Vallenatos de Rafael Escalona.
En el ambiente reposado de su biblioteca oía Tango; esa declaración de amor hecha con los pies, como lo definía. Recorriendo barrios bonaerenses en Buenos Aires, comprábamos música de Gardel, Discépolo y Troilo.
Ese fue mi padre, que tuve el lujo de tenerlo cerca, de una cultura genial grandiosa y como dice Alberto Mangel, con una biblioteca personal que es su autobiografía .
ABOGADO.