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- 08/08/2011 02:00
Moral y democracia
POLITÓLOGO
E s imprescindible que, en esta coyuntura histórica, las fuerzas democráticas panameñas rescaten su identidad sustantiva y se repropongan ante el electorado como lo que deben ser: proyectos de poder político moral, transparentes, confiables y comprometidos con el desarrollo humano.
Para una fuerza democrática de izquierda como el PRD, esta tarea lo convocaría a asumir y defender, sin dobleces ni dudas, una norma moral que por su carácter constitutivo y su valor superior, le otorgue a la democracia una carga distintiva e identitaria única, válida por sí misma y ante sí misma: hay democracia allí, y solo allí, donde ella exista como forma de organización política; es decir, como sede natural y legítima de todos los proyectos de poder político que maduren en el seno de la sociedad —por más contradictorios que sean entre ellos— y en donde todos ellos puedan acceder a gobernar el Estado de manera asincrónica, hoy tú, mañana yo.
El imperativo categórico de esta norma moral reposa en que todos deben poder acceder al Gobierno y todos deben entregarlo cuando termine su mandato. Y para que ello sea posible, es necesario que todos y cada uno, puedan y deban llegar a gobernar con el mandato de la mayoría relativa del electorado. Cuando se niegue esa posibilidad, la democracia dejará de ser una forma de organización política para devenir una forma de organización social; o sea, una forma de gobierno monopolizada por una sola fuerza social que como tal, aborrecerá la diversidad, rechazará la diferencia y reprimirá el disenso.
Es solo en este ámbito de lo sustantivo y de lo moral donde cabría y sería admisible hacer distinciones centrales y fuertes entre democracia y autoritarismo. Dejemos que derechas e izquierdas identifiquen y definan esa identidad sustantiva en esta coyuntura. Lo que sí es consustancial con esa norma moral de superior valor democrático es impedir —incluso apelando al inalienable derecho a la rebelión— que izquierdas o derechas, llegados al poder, obstaculicen o impidan el desarrollo en libertad de los proyectos políticos de sus adversarios y su acceso al Gobierno por mandato incluso de la mayoría relativa del electorado.
Es en el ámbito de la democracia como forma de organización política y a la luz de su norma moral que el PRD debe y puede recuperar su identidad democrática y a partir de allí, construir un puente hacia la izquierda contestataria y hacia la burguesía nacional no—oligárquica.
La búsqueda de valores personales e individuales comunes en una sociedad fragmentada y dividida como la contemporánea, es cada vez más una ficción, y reconocerlo no tiene ningún efecto devastador sobre la democracia. Lo verdaderamente importante es forjar —mediante el conflicto social entendido como instrumento para construir democracia y ciudadanía— proyectos de poder político capaces de reunificar esos valores personales e individuales en una plataforma de valores ciudadanos plasmados en la Constitución Política.
El desafío para todas estas fuerzas sociales y políticas democráticas es que, conservando cada una la diversidad de sus identidades, de sus comportamientos políticos, de sus programas y proyectos de poder y de sus opciones de conducta cotidiana, conserven y cultiven un terreno común de crítica cultural —es decir, estratégica— del orden social dominante y un compromiso auténtico con la norma ética básica de la democracia como forma política de organización.
Todos tenemos —dice un maestro de los míos— la necesidad y el deber de cuestionar los fundamentos de este mundo en que vivimos, que si tiene la enorme dificultad de ser visto, percibido y a veces vivido como el mejor de los mundos, no lo es ciertamente para todos y su costo social sigue siendo muy elevado y moralmente inaceptable.
Una aproximación de esta naturaleza, tiene la ventaja de servirle a la izquierda contestataria para liberarse del eterno peligro del extremismo, a la izquierda democrática para liberarse del también eterno peligro del oportunismo y a las fuerzas conservadoras de liberarse de la eterna tentación de la regimentación de la sociedad y del sacrificio de la liberad a cambio de orden y eficacia.
Para el PRD, abrir un foro de debate respetuoso y fecundo con estas fuerzas es una de sus decisiones más estratégicas.