• 07/02/2013 01:00

El hombre moral

A ristóteles defendía principios inherentes en el ser humano, que eran capaces de marcar su conducta moral. Los romanos se basaban en la...

A ristóteles defendía principios inherentes en el ser humano, que eran capaces de marcar su conducta moral. Los romanos se basaban en las mores maiorum, costumbres de los mayores, una serie de reglas judiciales contenidas en la Ley de las XII Tablas que regían el comportamiento moral de los ciudadanos.

David Hume, planteó un relativismo moral que dependía de los sentimientos y los instintos. Immanuel Kant, por su parte, pensó que los principios morales podrían determinarse por la razón pura y el cumplimiento del deber. Friedrich Nietzsche concibió una motivación sicológica en que la conciencia del hombre, en lugar de Dios, domina la razón. Para Martin Buber ese eclipse de Dios se recupera con una concepción moral de la humanidad del ser humano. Sin descartar el campo de la filosofía, Víktor Frankl definió desde la siquiatría la moral del hombre como una espiritualidad dentro del ser humano, no fuera del hombre, que genera conciencia y responsabilidad acerca de su conducta.

Al ocupar el hombre el lugar de Dios y tratar de construir un sistema de moralidad sin referencia a Dios, ¿a qué son reducidos los principios morales de justicia, rectitud, decencia, misericordia y bondad?

Si los valores morales son inmanentes al ser humano, ¿dónde queda el papel trascendente de Dios? ¿Quién fija los modelos de valores e ideales con los cuales deben sustentarse las relaciones entre los seres humanos?

Las crecientes arbitrariedades y atropellos del hombre por el hombre, los estados depresivos y la demencia que está destruyendo lo humano, sus valores y su misma condición física, están llevando a la Humanidad a buscar en forma desesperada una razón de ser para su existencia. La Humanidad sufre los efectos de los cambios tecnológicos, políticos, económicos y sociales. Pero también es víctima de la falta de alicientes espirituales que vigoricen una concepción más humana sobre la cual hacer girar las decisiones de su vida.

Esas carencias enajenan al individuo de la relación con sus semejantes, estimulan el ser superior que crea sus significados y su propio círculo de acción. El resultado es la depresión, transformada en la enfermedad mental por excelencia, y los problemas existenciales y espirituales convertidos en un asunto de salud pública.

Dios tiene un papel y una ubicación en la vida humana. La dimensión espiritual del ser humano es una necesidad y una forma de enderezar el rumbo para adentrarse en la razón de ser de la convivencia humana. La conducta moral no es ajena a la fe cristiana ni a su conciencia histórica que se remonta a la Creación.

De acuerdo con las Sagradas Escrituras, Adán fue el primer hombre creado del polvo de la tierra por Dios. Por tanto, el origen de la moralidad se funda en el origen de Adán. La creación es importante para la moralidad cristiana y es fundamental para comprender el lugar del ser humano en el universo. San Pablo dijo que ‘de una sola sangre creó Dios todo el linaje de los hombres’.

Un 93% de la composición genética de los seres humanos se encuentra en todas la razas. Esa unidad de la Humanidad proporciona una base lógica para el reconocimiento de que todos los humanos, hecho de una misma sangre, son dignos de respeto y de bondad.

En ese principio de moralidad Dios llama a los fuertes para que se hagan cargo de los débiles. Ese concepto se distorsiona con el proceso de la selección natural en el que los fuertes dominan a los débiles. Promover la ostentación de poder de las personas, la explotación y la depredación de los débiles a fin de avanzar los intereses propios, solo favorece el relativismo moral.

La Biblia enseña que un día la justicia, que tanta falta hace en este mundo, será devuelta por Dios mismo. Toda la idea del juicio final implica un orden moral. ¿Por qué juzgaría Dios, y sobre todo castigaría, si no hubiera normas morales a las que las personas deben atenerse?

Los sistemas morales sin Dios están condenados al fracaso, porque no toman en cuenta la naturaleza pecaminosa heredada tras la caída moral del ser humano. El rearme moral de la Humanidad encuentra su base objetiva y perdurable en la obligación que tiene el ser humano con su Creador y con sus semejantes.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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