• 01/04/2023 00:00

La mujer campesina peninsular

“[...] es tan enérgico y arrollador su empuje que, a pesar de todos los embates, no podemos negar su participación, primero como madres y compañeras, sino también en la vida política [...]”

Según datos informativos: “Las mujeres rurales, una cuarta parte de la población mundial, trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático.

Las mujeres campesinas son colaboradoras fundamentales de las economías del mundo y tienen un rol especial en los países desarrollados y en vías de desarrollo. Juegan un papel de gran importancia para conseguir los cambios y avances en materia económica, ambiental y social, necesarios para el desarrollo sostenible”.

Eso es visto, como decía mi padre, porque: “El trabajo de una mujer nunca termina”; refiriéndose más que nada a la mujer que día a día acompaña al campesino de nuestra región peninsular, máxima que se aplica a la mujer panameña en general, en todas las manifestaciones y actividades en las que participa en todo el país.

Mi interés en destacar la presencia y participación, especialmente de la mujer campesina peninsular y sus labores, obedece a que desde tiempos inmemoriales la mujer santeña, herrerana y de las provincias que comparten parte de nuestra península, realizan grandes aportes diarios a la economía, formación integral de sus hogares y de toda la región; desde luego, sin dejar de mencionar el desarrollo en la misma dirección que logra la mujer campesina a lo largo y ancho de todo el país, muy digno de hacer mención.

Sólo basta con salir de las carreteras principales de nuestra península, para encontrar en faena a mujeres en el afán del ordeño, por ejemplo, que incluye encierro y manejo de los terneros, en donde más de una mujer está involucrada al lado de un hombre de igual a igual, quien, la mayoría de las ocasiones, es su esposo o compañero sentimental.

En verdad, la mujer campesina se ocupa mucho más del trabajo doméstico propiamente dicho y del cuidado de la familia, y la educación de los niños. En muchos casos hacen de “padre y madre”, por el abandono del padre, debido a diferencias maritales.

Es muy frecuente encontrar en las viviendas una máquina de moler, para la preparación de bollos, tamales, chicheme y, en temporadas de maíz nuevo, changas, buñuelos y muchos otros alimentos. Una máquina de coser manual o de pedal, para remendar la ropa de la familia y confeccionar las famosas “colchas de retazos”, que tanto resuelven en los hogares de nuestros campos y hasta los zapatos de lona, para el uso diario y de pana para usar con su pollera. Generalmente, es la mujer campesina quien teje y confecciona los sombreros de junco y cogollo, que utilizan ella, sus hijos y su compañero en las diferentes faenas del campo. La mujer campesina, cuida y alimenta los animales domésticos, más que nada, aves de corral y cerdos, con la ayuda de sus hijos cosecha y desgrana el maíz para preparar los alimentos y luego darles de comer.

Todas estas actividades diarias, aumentan el grado de responsabilidad hogareña, lo que generalmente frena su participación en un trabajo remunerado o como asalariada, disponible a veces en los pueblos, mucho más que a los hombres. La mujer campesina siempre resulta la sacrificada, porque ella misma prefiere ser la última en prepararse para este tipo de trabajos.

Esto se traduce en energía y tiempo que se les resta a las mujeres campesinas, para avanzar en el desarrollo y perfeccionamiento de sus carreras profesionales, para ganar el dinero justo que años más tarde les permitan disfrutar de una jubilación digna y de gozar de las actividades recreativas que con buena salud pudiera disfrutar.

Si bien es cierto que las condiciones de vida de nuestros campos han mejorado en los últimos 50 años, la falta de acceso a los servicios de salud, justicia, seguridad y muchas veces por el aislamiento y por la falta de vías de penetración suficientes y de buena calidad, son los principales obstáculos a los que se enfrenta la mujer campesina peninsular.

Sin embargo, es tan enérgico y arrollador su empuje que, a pesar de todos los embates, no podemos negar su participación, primero como madres y compañeras, sino también en la vida política a nivel comunitario, provincial y muchas veces a nivel nacional, ocupando posiciones importantes en los diferentes órganos del Estado y a nivel ejecutivo-gerencial de empresas importantes. Son grandes los aportes a nivel de la educación como maestras, profesoras, directoras y puestos importantes en el Meduca.

Son muchos sus logros mediante emprendimientos con la ayuda de Programas Internacionales a la mujer rural, que no puedo dejar de mencionar.

Imposible olvidar o ignorar la participación de la mujer campesina peninsular y de otros lares en el desarrollo de la Cumbia Panameña, el Tamborito, la Mejorana, por ejemplo y su actuación en los temas de artesanías típicas, las cuales las han hecho famosas en el mundo entero, más que nada por la confección de la obra maestra panameña: su majestad, la pollera, En general, es grandioso su aporte a las diferentes manifestaciones del folclor nacional.

Con mucha justicia, el 15 de octubre fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 62/136, de fecha 18 de diciembre de 2007, como: Día Internacional de la Mujer Rural 2023.

Escritor, folclorista, compositor.
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