• 08/05/2013 02:00

Educación de primer mundo

En medio de la campaña electoral el tema del fortalecimiento de la educación viene retumbando en los oídos de los panameños. Esto reconf...

En medio de la campaña electoral el tema del fortalecimiento de la educación viene retumbando en los oídos de los panameños. Esto reconforta, si apreciamos que en estos cuatro años de gobierno se ha tenido poco éxito en el ramo educativo y las debilidades del sistema han crecido. Un planteamiento, como el del candidato Juan Carlos Navarro, resulta motivador al insistir en la necesidad de impulsar, desde el gobierno que busca liderar a partir del 2014, una educación de primer mundo. Ello resulta esencial para el país, siendo uno de los caminos correcto de pensar en el futuro de nuestra niñez, de la juventud. Es lo que, realmente, cambiaría a Panamá.

Esa idea, sino necesidad para el desarrollo nacional, la viene exponiendo en los distintos escenarios. En el país, aunque también a nivel internacional, como lo fue, en fecha reciente, en la reunión sostenida con la Inter American Dialogue, en Washington (La Estrella, 11-4-13); ahí destacó su compromiso de llevar a Panamá hacia una educación de primer mundo. Pero, ¿qué implicaciones se desprenden de ese compromiso?

El mundo académico de hoy está inserto en un contexto revolucionario, destacándose la aplicación de las nuevas tecnologías al ‘mercado’ del conocimiento. Hablamos de procesos de calidad. A su vez, con ello, se propicia el progreso social y el desarrollo sostenible, otro de los ejes del programa del citado candidato. Que la educación panameña sea como aquella que se imparte en el primer mundo conlleva a alcanzar y mantener la acreditación en todos los niveles, sobreponiéndonos a las limitaciones estructurales típicas de nuestro sistema.

Obviamente que la calidad, la pertinencia, las tecnologías y, en términos generales, la educación, requieren de suficientes recursos, de la financiación adecuada, no solo para el modelo en sí, sino además para las funciones paralelas e intrínsecas, como lo son la investigación; el perfeccionamiento permanente de sus educadores; pero hay además que ofertar las condiciones adecuadas, los reconocimientos, incluido el salario justo al docente. Son aspectos que sustancian el objetivo de elevar nuestra educación nacional.

Una educación al estilo del primer mundo tiene que enfocarse en la Investigación; establecer incentivos reales como mecanismo para promoverla, lo que no es posible con el % del PIB dedicado a esta actividad (0.2%). La disparidad de la educación entre los países también se manifiesta en esa actividad generadora del conocimiento. La inversión mundial en este campo muestra la desigualdad: nuestra región representa el 2% de la inversión mundial, mientras que los países asiáticos es del 28%; en Europa del 30% y el 39% en Estados Unidos.

Plantearse, entonces, una educación de primer mundo, el hecho de enfocarse en este objetivo estratégico, implica sustanciar aquellos componentes que median en el ejercicio de enseñar y aprender. Entre otras cosas, se dobla la exigencia de trabajar amparados en el principio de la INNOVACIÓN como soporte del proceso educativo. Requerimos una educación efectiva y funcional, que no solo se sustente en las aspiraciones colectivas, sino correlacionada con las necesidades y exigencias de la sociedad y de los mercados y, todo ello, sin perder su carácter ético y humano.

Esa visión estratégica dirigida a materializar un proceso renovado de ‘hacer’ educación y que sea de primer mundo, exige de una nueva cultura para la comunidad académica correspondiente con la revolución del conocimiento y los cambios mismos de los contextos sociales, incluida la relación entre el desarrollo nacional y la educación.

*DOCENTE UNIVERSITARIO.

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