El Canciller Javier Martínez-Acha indicó que Bolivia tiene que tomar una decisión sobre la petición de Méndez, quien goza de protección temporal

De ninguna manera cabe aquí el refranero conocido, que lo hemos modificado, motivo de nuestro artículo, porque nos referimos a los tremendos esfuerzos de un panameño —pueden existir otros— que ha iniciado la ruta del emprendimiento con grandes sacrificios y limitaciones, surgiendo desde abajo, en el duro camino del emprendedurismo, sin apoyo oficial y ausente de grandes capitales o recursos financieros, bienes y valores, para iniciar actividades productivas y generar ganancias o ingresos y empleo. Nos estamos remitiendo al ingeniero agrónomo Federico Davis y su pequeña empresa llamada Sustrato de Cáscara de Coco Panamá.
Pero, para introducirnos inmediatamente en el tema y luego vemos la trasposición de las palabras del título, podemos preguntarnos: ¿Qué es un sustrato? Un sustrato, según Google: “es un material sólido que se utiliza como base o soporte para el crecimiento de plantas en lugar del suelo natural. Sirve para anclar las raíces, retener agua y nutrientes, y permitir el intercambio gaseoso necesario para el desarrollo de las plantas. Puede ser de origen natural, sintético o residual, mineral u orgánico”.
No es muy frecuente hacer mención o propaganda sobre iniciativas comerciales o intentos de operaciones mercantiles, pues hay asuntos de tanta o igual trascendencia en el país, que está atravesando por una problemática, con múltiples aristas y el panorama nacional no está exento de las numerosas complejidades conocidas. Pero allí va nuestro pequeño aporte.
Para los que conocen sobre los “dichos agudos y sentenciosos de uso común” se habrán percatado del malabarismo verbal (los cocos alcanzan grandes alturas), pero no siempre se caen, es que me he atrevido a cambiar el sentido y orden de las palabras, para emitir opiniones por el enorme empeño que está realizando Federico con una visión empresarial de lograr sus objetivos y es hacer de su negocio, un evento próspero, eficiente, auténtico, lucrativo y competitivo frente a un posible mercado de importaciones en esta materia. Cuidado que ya tiene en mente exportar el producto a otras latitudes. Aunque continuamos con el sortilegio de las palabras, ya en el suelo, el coco lo requerimos para su industrialización. Son juegos verbales, maravillas del lenguaje y la imaginación.
Aclarada toda esta escaramuza y sustentación literaria, corría el año 2018 cuando nuestro amigo Federico se encontraba con un conocido en la entrada de Divisa, participando de una de las tantas manifestaciones que a diario se dan en nuestro país. Este lo invita a una bebida y accede, solicitando la refrescante agua de pipa. Mientras se deleita con el líquido nutritivo, observa allá, a lo lejos, la “inmensa ruma” de cocos o pipas ya desalojadas de su contenido. Inquirió sobre su destino y qué se iba a hacer con esa “basura”, a lo que respondieron, que la botarían en el crematorio de Santa María o la quemarían. Solicitó llevársela y le informaron que la podía recoger todo el volumen disponible que se encontraba. Allí empezó la aventura y su cerebro comenzó a dar vueltas. Jubilado, después de haber laborado en el Estado y en un organismo internacional, siempre buscando otras alternativas, pensó que esta era su oportunidad. Como quien dice, si de refranes se trata, ni corto y menos perezoso comenzó a indagar, buscar informaciones en las redes a ver si había experiencias al respecto para comercializar e industrializar el sustrato de coco, corteza, estopa o fibra. Tanto fue así que su reducido negocio de la basura, que ya no lo es, ha evolucionado hasta convertirse en una mediana empresa. Ha participado en concursos de promoción y ha incursionado en el mercado de consumo local, obteniendo triunfos, y los productos ya se encuentran disponibles en conocidas casas comerciales de distribución masiva o en diferentes invernaderos y van encontrando nichos especializados.
Es un producto totalmente innovador y nacional, aunque existan otras prácticas foráneas sobre el particular, el sustrato de la cáscara de coco es el resultado de pruebas ensayo y error, aprendiendo de la realidad local en el campo nacional
Actualmente, resultado de esas inquietudes y requerimientos de superación, ha tenido que recurrir a fabricar y modificar algunas maquinarias, adaptándolas a sus necesidades para producir cuatro artículos o tipos a partir del procesamiento de la estopa de coco: sustrato de cáscara de coco tipo granular, trocitos de cáscara de coco, bolsas de cultivo (en forma de bolis alargados), sustrato de coco tipo cabello, para diferentes usos en jardinería y agricultura.
El proceso se realiza, a grandes rasgos y en forma muy resumida, cuando la fibra pasa por un tratamiento de secado o despulpa, se tritura la estopa o exocarpo, se obtiene una fibra granulométrica, fibra cabello, también tipo aserrín y luego se empaca.
Ya se puede observar el producto en varios centros de expendio a lo largo y ancho del país. Ha tenido buena acogida y receptividad entre productores, agricultores y técnicos y en general para todo público que se dedica a las actividades agrícolas y de paisajismo.
Recientemente, conversamos con el amigo Federico en un congreso científico y nos comentaba los nuevos planes y proyectos en torno al sustrato, además de la participación del núcleo familiar, allá en el Roble, distrito de Aguadulce, provincia de Coclé, brindándole oportunidades de empleo a varias personas del lugar.
La verdadera acepción es el que sube como palmera, puede caer como coco, dedicado a personas altaneras y arrogantes.