• 26/11/2014 01:00

¿Volverá el Nido de Águilas?

En esos hechos pagaron justos por pecadores y todavía están frescas las imágenes de represión de los uniformados en contra de estudiantes

El Instituto Nacional de Panamá, cuna donde se han forjado grandes seres humanos, llega a la cumbre luego de los sucesos del 9 de Enero de 1964. En esa fecha un puñado de estudiantes fue a izar la bandera tricolor en una escuela ubicada en la desaparecida zona del canal. Desde ese día se hicieron más patentes sus luchas y manifestaciones en las calles, para defender sus derechos.

Egresados del Instituto cuentan que al salir a protestar no utilizaban máscaras, capuchas ni nada para esconder sus rostros. Ellos, tanto hombres como mujeres, daban la cara y no salían por cualquier cosa, sino por temas que realmente retumbaban en el quehacer nacional. Los tiempos están cambiando; recuerdo que en las promociones anteriores a la mía, cuando los estudiantes se sentían molestos por hechos ocurridos dentro del plantel y no eran escuchados, solían hacer paro interno con permiso y apoyo de profesores y, al seguir siendo ignorados por la rectoría, salían a las calles a protestar de forma bastante civilizada.

Muchas personas criticaban a los estudiantes sin saber lo que ocurría dentro de la escuela y cómo olvidar aquel 7 de octubre de 2013, cuando la ministra Lucy Molinar permitió la entrada de la Policía. En esos hechos pagaron justos por pecadores y todavía están frescas las imágenes de represión de los uniformados en contra de los estudiantes. A muchos les aplicaron medidas cautelares; tenían que ir a firmar una vez por mes frente a la autoridad competente y esta medida todavía está en vigencia.

Pero ¿qué ocurre actualmente? Es triste ver la decadencia de un colegio que ayer tenía mucha importancia y prestancia. El Nido de Águilas se está convirtiendo en una cueva de pichones de revoltosos que poco a poco le han quitado el esplendor. Lo anterior se debe a la acción negativa de pequeños grupos de estudiantes que, por una supuesta ‘lucha por los derechos’, han caído en el relajo; como si fuera un juego, una diversión. Por pequeñas cosas destruyen su alma máter, se cubren los rostros y perjudican a terceros con sus acciones gansteriles. ¿Qué hacen las autoridades del plantel al respecto? Se reúnen para acusar y castigar a personas inocentes. Estoy segura de que saben quiénes son los cabezas calientes, pero, pareciera que por temor o complicidad, no actúan.

Soy egresada del Nido de Águila y me siento orgullosa; estudié mis seis años con excelentes profesores, los cuales me brindaron mucha enseñanza y es incómodo saber que de aquel glorioso Instituto Nacional no queda ni la sombra. Todavía estamos a tiempo para revertir esa percepción de la ciudadanía. La rectoría tiene que jugar su papel; la misma entereza y firmeza tienen que demostrar los estudiantes, acudientes y el personal docente y administrativo.

Tengo la esperanza, y sé que así será, de que el Instituto Nacional volverá a ser lo que antaño fue: el semillero donde crecieron las mujeres y los hombres más preclaros del país que sirvieron y sirven de faro a muchas generaciones.

*ESTUDIANTE DE PERIODISMO DE LA UP.

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