• 06/12/2012 01:00

Preparar al niño para la vida

Al niño hay que prepararlo desde que está en el vientre de la madre. Al tercer mes de embarazo ya está desarrollando los aspectos sensor...

Al niño hay que prepararlo desde que está en el vientre de la madre. Al tercer mes de embarazo ya está desarrollando los aspectos sensoriales, sus sentidos y afectos. No solo duerme y come, está captando todo lo que pasa en el ambiente, la carga positiva y negativa.

El principal crecimiento mental ocurre durante el primer año de vida y en la primera infancia. Es un periodo sumamente sensible para colocar las bases que permitirán que más adelante se desarrollen la inteligencia, la personalidad, las estructuras conceptuales y relaciones sociales sólidas.

Los estudios acumulados indican que el 50% de la variación en el desarrollo intelectual ya se ha producido a la edad de cuatro años. La estimulación intelectual insuficiente y la escasez de atención afectiva, junto con la malnutrición temprana, dan lugar a daños graves y posiblemente irreversibles sobre la capacidad física y emocional, cuyo desarrollo es crucial para facilitar el aprendizaje.

Los recién nacidos cuentan con millones de células cerebrales, muchas más que las que tienen en el tercer año de vida y el doble de las que tendrán como adultos. Durante los primeros meses de edad, las conexiones entre las células se multiplican rápidamente dando lugar a estructuras que permiten configurar las condiciones para el aprendizaje. Hay experimentos que demuestran que el cerebro se desarrolla de manera diferente en un ambiente externo más rico y estimulante.

Los primeros años de vida también son claves en la formación de las bases de la personalidad, como una adecuada confianza de sí mismo, junto con una positiva autoestima, sentido de pertenencia, relación con los demás y apertura al mundo externo.

El niño debe aprender y desaprender. Desaprender el exceso de uso de aparatos electrónicos, celulares y tabletas. Ese conocimiento puede adquirirse en cualquier momento y debe dosificarse, igual que la televisión. Pero no sacrificar la gran oportunidad de que el niño aprenda a querer, a procesar afecto, las estimulaciones sociales como el conversar, compartir y considerar criterios de relaciones humanas. Delegarlo en equipos electrónicos, aparta de la interrelación que es la esencia del desarrollo humano.

El niño aprende más de la interrelación vinculada a los afectos, la comunicación, el mirarse cuando se habla y los gestos que transmiten el lenguaje. Desarrollar un mejor ser humano, pasa por estimular al máximo todas las potencialidades del niño, que se encuentran en su sistema nervioso y en su cerebro. No hay una mejor forma de hacerlo que en la interrelación con otro ser humano.

En el hogar y la escuela se debe formar a los niños para que sean capaces de pensar y actuar, para que sean amos y no esclavos de las circunstancias, que posean amplitud de criterios, claridad de pensamiento y valor para defender sus convicciones.

En lugar de que una pasión dominante se transforme en un poder destructivo, debe amoldarse cada motivo y deseo a los grandes principios de la verdad, la integridad y la justicia. No debe forzarse a los niños a una madurez precoz. Debe retenerse tanto tiempo como sea posible la frescura, la inocencia y la gracia de sus primeros años. El corazón de los niños es como un jardín en que pueden sembrarse semillas que den frutos para bien de la humanidad o para desgracia de muchos.

A veces resulta imposible frenar o levantar un dique contra la influencia negativa del hogar y la escuela. Por eso hay que estar atentos a las avenidas del alma. Lo que ven, lo que oyen, lo que comen, lo que hablan, lo que sienten y los afectos de los niños. La educación para el alma debe ser aquella que fortalece las facultades espirituales y que tienen que ver con los impulsos y sentimientos bondadosos, esos que se multiplican por el uso en acciones positivas.

El niño que recibe afecto de sus padres en los primeros años de vida, al que se abraza, se besa, se le habla con ternura, y se le dedica tiempo para jugar y leer libros, no solo acrecienta su cociente intelectual, también recibe estímulos de fortaleza, perseverancia y optimismo. Los padres tienen en sus manos la expansión de una vida que está floreciendo y que puede ser moldeada de manera mensurable y predecible. Nada debe ser más importante y valioso.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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