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- 13/10/2019 00:00
El Nobel y los agujeros negros
La comprensión de la estructura del universo está de moda. El Premio Nobel de Física fue otorgado esta semana a tres científicos por sus estudios teóricos en cosmología y el descubrimiento de un exoplaneta alrededor de una estrella del tipo solar. Definitivamente, el universo se ha vuelto más emocionante, más misterioso y más extremo a medida que nuestro conocimiento al respecto se ha expandido. Pero de todo lo que sucede en el universo, el fenómeno más emocionante, más misterioso y más extremo se llama agujero negro. Se nos ha dicho que si una estrella es lo suficientemente masiva, eventualmente entrará en una fase de contracción y finalmente desaparecerá en un agujero negro. Y cuando esa estrella se convierte en un agujero negro, la energía aparece instantáneamente en algún otro lugar en el espacio, lo que explica la increíble explosión (“big bang”) que creó nuestro universo como resultado de que un universo anterior colapsó en su agujero negro.
Es fácil entender las razones del entusiasmo por los agujeros negros. Las personas religiosas, por ejemplo, se identifican con una cosmología tan imaginativa y especulativa que muchas veces son capaces de vociferar que el firmamento es obra de Dios y que su gloria reside en los cielos, siendo los agujeros negros el principal símbolo de ese misterio insondable. Estoy convencido de que el interés público por estos fenómenos no es indicativo de exaltación a la ciencia, sino más bien un subproducto peculiar del espectro de lo sobrenatural que ahora atormenta a toda la humanidad.
Para el lector que no comprende la teoría de la relatividad ni la mecánica cuántica, es decir, el lector promedio, es posible explicarle un poco de fondo para su comprensión de las propiedades de un agujero negro. Comenzamos con la gravedad, esa fuerza gentil, omnipresente y poco conocida que mantiene unida la materia de las galaxias, las estrellas y los planetas. En el centro de los cuerpos del tamaño de la Tierra, la presión de la gravedad es insuficiente para superar la fuerza electromagnética opuesta que une las moléculas de la materia en el núcleo, y la materia permanece intacta. Sin embargo, si el cuerpo es lo suficientemente grande (aproximadamente del tamaño de Júpiter), la presión de la gravedad se vuelve tan fuerte que desencadena una reacción de fusión de hidrógeno. El cuerpo se convierte en sol o estrella.
Hay tres formas en que una estrella puede morir. Primero, si su tamaño es como la de nuestro sol, agotará su combustible de hidrógeno, se expandirá a un gigante rojo y luego se contraerá lentamente a una estrella enana blanca. Segundo, si su masa es moderadamente mayor que nuestro sol, lo más probable es que explote en una supernova y parte de su masa se reduzca instantáneamente a un tamaño más pequeño que la Tierra, con una densidad tan grande que su fuerza gravitacional superaría la fuerza electromagnética opuesta y la estructura de su materia se desintegraría. Y tercero, si la estrella tiene un tamaño mucho más grande que la de nuestro Sol, su destino sería tan extraño que aún está envuelto en misterio, ya que después de completar su implosión catastrófica, donde nada puede soportar la enorme compresión gravitacional, todas las partículas quedarían totalmente destruidas, las leyes de la física ya no tendrían sentido y la estrella entraría en un agujero negro.
El lado bueno de los agujeros negros, además que han despertado interés por los asuntos del universo y la cosmología, es que nos recuerda lo poco que sabemos de ciencia y cuan vasto es el reino del que la ciencia no sabe nada. Y el lado oscuro, del que la mayoría murmura y hace conjeturas sin saber nada sólido, es la apropiación de misterios astrofísicos para apuntalar las doctrinas de los cultos pseudocientíficos o las actuaciones de los estafadores psíquicos y farsantes religiosos. Embusteros, como cuando, en 1982, dijeron que la ciudad de Los Ángeles tendría un terremoto catastrófico, porque los nueve planetas se alinearían del mismo lado del Sol y que la atracción de Júpiter sobre el Sol aumentada por los otros planetas, provocaría una actividad inusual de manchas solares que agitaría la atmósfera de la Tierra y que a su vez agitaría la corteza terrestre, especialmente a lo largo de la falla de San Andrés.
Consideramos muy oportuno el Nobel de Física a estos tres científicos, pero, por favor, dejemos que los agujeros negros sigan siendo estudiados y comprendidos por los astrónomos y físicos, y que las ideas que surjan de la imaginación sobre nuestra existencia en este universo no nos lleven a perder la razón, sino más bien a interpretar el sentido correcto de estos tiempos.
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