• 11/03/2010 01:00

Nueva acrobacia martinellista

Hay quienes insisten en que los problemas del presidente Ricardo Martinelli se deben a que carece de asesores prudentes y racionales o q...

Hay quienes insisten en que los problemas del presidente Ricardo Martinelli se deben a que carece de asesores prudentes y racionales o que no los escucha. Reiteran, igualmente, los llamados a que corrija el rumbo totalitario. La realidad es que el mandatario sigue desde el primer día un guión al que le aplica algunas variantes de acuerdo a las contingencias. La suya es la puesta en escena de un arte para distraer y confundir.

Si en ocho meses el gobierno no ha hecho otra cosa que destruir, con gestos y palabras, cualquier forma de participación ciudadana, ahora le es imposible reencarnarse en renovadas maneras de hacer política. Con sus mazazos Martinelli ha debilitado la institucionalidad y proscrito a la sociedad organizada, a las fuerzas políticas opositoras, a los empresarios que no le son afines y a los sectores populares de izquierda. Pero también sacudió a la ciudadanía del espejismo de un cambio que profundizó lo malo que prometió combatir.

En la desmesura del ejercicio de un poder sin frenos, Martinelli actúa en forma irresponsable en el orden nacional e internacional. En lo interno pretende modificar las capas tectónicas jurídicas y constitucionales para torcer el destino del país. En lo externo ha alcanzado la cúspide del descrédito internacional. La gravedad insólita de atribuirle a Israel la custodia de Jerusalén, desconociendo la matriz de seguridad nacional y la neutralidad del Canal, es una nueva expresión de los métodos kamikase de un mandatario que avergüenza a los panameños.

En la boca de un presidente engañoso, lo cierto se torna dudoso. Por eso no convencen sus llamados a la unidad y la consulta popular. No es una convocatoria a un diálogo democrático, sino una acción de la acrobacia martinellista que pretende manejar al país en una cuerda floja permanente. A despecho de los escándalos, las crisis, la caída de las encuestas y la comprobación de que paulatinamente la ciudadanía le está bajando el pulgar, ahora saca del sombrero el diálogo y la consulta para mantener a flote la línea de navegación de su proyecto hegemónico.

Ve el diálogo como una tabla de salvación para mantener el timón y, de paso, seguir avasallando. Parece no advertir que está quedándose políticamente aislado y deslizando al país hacia una ingobernabilidad que puede afectar la economía, con sus consecuentes coletazos sociales. La historia demuestra que las crisis estallan por error de cálculo. Pero el de Martinelli es un gobierno sin reflejos que dobla las apuestas y escala el conflicto.

Para un diálogo nacional genuino y una consulta ciudadana con sustancia, Martinelli debe despojarse de sus pretensiones hiperpresidencialistas y de la vocación totalitaria con la cual ha corrido la línea de tolerancia, alterado la historia del país y generado un retroceso nacional. Su concepción del diálogo es sobre hechos cumplidos, que pretende validar y legitimar.

Para un diálogo nacional verdadero, Martinelli debe crear condiciones para desandar lo actuado desde que asumió el poder. No puede dialogarse con un gobierno que no representa a los ciudadanos, sino a un sector empresarial elitista, que ha adquirido la forma de una organización neopatrimonial que menosprecia las funciones públicas y constituye una amenaza para la vida social y política del país.

Martinelli ha impuesto sus pasiones destituyentes sobre el ánimo nacional instituyente. Con su estilo de todo o nada ha impregnado la política de una concepción militarizada, de bayoneta calada.

En ese escenario es imposible que florezca un régimen moderado cuyos protagonistas superen, con negociaciones y consensos, el fragor natural de los conflictos.

*Periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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