• 11/12/2022 00:00

Estar ocupado es clave para ser feliz

“Si bien debemos salvaguardar el ocio, nuestra prioridad, sin duda, es poner nuestras esperanzas en un mundo donde podamos conseguir un trabajo que nos haga sentir realizados, bien motivados”

El sociólogo de la Universidad de Maryland, John P. Robinson, revisó en 2012 más de 40 años de encuestas sobre la felicidad y el uso del tiempo en las que preguntaba con qué frecuencia las personas sentían que estaban estresadas por el trabajo y no les alcanzaba el tiempo para hacer cosas. El resultado fue revelador: las personas más felices son las que cumplen con sus horarios de trabajo con un alto nivel de energía y realizan su trabajo sin fastidiarse. En un ensayo para Scientific American, que resume su investigación (https://www.scientificamerican.com/article/happiness-means-being-just-rushed-enough/), Robinson ofreció una fórmula extenuante para la alegría: “La felicidad significa simplemente estar un poco ocupado”.

A pesar de que los titulares se centran siempre en la felicidad, las ideas más impactantes de Robinson fueron sobre el descontento. Es posible que nos quejemos constantemente de nuestros horarios y de nuestro trabajo, pero el verdadero verdugo de la alegría parece ser la ausencia de cualquier horario. Considerablemente menos felices que los que dicen estar abrumados, eran los que tenían mucho tiempo de sobra. Descubrió que las personas en general son infelices cuando no están ocupadas. Tal es la miseria psicológica de una persona para quien la urgente necesidad de superar la ociosidad, de encontrar un propósito, se convierte en una fuente de estrés. Y esta condición parece ser la ansiedad que más predomina de la sociedad moderna.

Esta extraña necesidad de sentirse ocupado, o sentir que el tiempo está estructurado, incluso cuando uno está sentado en el sofá de la casa haciendo nada, ¿de dónde viene? Para responder a esa pregunta, tendríamos que comprender la textura de la vida humana durante la mayor parte de nuestra historia, antes de que la civilización y las jornadas laborales se abrieran paso en el panorama. Necesitaríamos una retroinspección de nuestra era para vivir entre cazadores y experimentar su relación con el trabajo, el tiempo y la alegría.

Y eso es precisamente lo que ha hecho el antropólogo James Suzman, dedicando casi 30 años al estudio de los bosquimanos, una tribu cuyos miembros vivieron una existencia aislada en Namibia y Botswana hasta finales del siglo XX, cuando las incursiones de los Gobiernos locales destruyeron su forma de vida. El trabajo, observa Suzman, es lo que distingue a los organismos vivos, los humanos sobre todo, de la materia inerte: solo los seres vivos buscan y capturan activamente energía específicamente para vivir, crecer y reproducirse. Sin embargo, es la historia de un millón de años del contrapunto del trabajo y el ocio, lo que contiene la clave de la humanidad: su historial de progreso notable y el descontento que parece haber acompañado a esos avances.

El Australopithecus de hace aproximadamente 2.5 millones de años se parecía mucho a los primates modernos, como los chimpancés, que pasan unas ocho horas al día buscando y comiendo. Entre masticar y digerir, los gorilas y los chimpancés duermen de nueve a 12 horas. Esta rutina no deja mucho tiempo de luz diurna para actividades de ocio que consumen más energía que el andar perezoso.

Pero el fuego lo cambió todo. Los antropólogos no saben con precisión cómo los humanos encendieron por primera vez el fuego para su uso hace aproximadamente un millón de años, pero es obvio que el fuego formó a los humanos (https://www.newyorker.com/magazine/2017/09/18/the-case-against-civilization). Al ablandar la carne y las verduras, el fuego predigiere nuestra comida, permitiéndonos comer y retener más calorías en menos tiempo. Al protegerse de los depredadores, el fuego permitió a nuestros antepasados bajar de sus árboles y dormir profundamente en el suelo; más sueño REM agudizó su memoria y su concentración. El fuego también permitió a los humanos desarrollar cerebros enormes y ávidos de energía que devoran alrededor de una quinta parte de nuestras calorías, una proporción mucho mayor que la que consumen los cerebros de otros primates.

Al expandir nuestras mentes y nuestro tiempo libre, el fuego despertó la capacidad de la humanidad para el aburrimiento, la diversión, la artesanía y el arte. Y por lo que podemos discernir, nuestros antepasados del Homo sapiens celebraron con entusiasmo el regalo del tiempo libre.

Cuando una encuesta reciente del Pew Research Center preguntó sobre el secreto de la felicidad, (https://www.pewresearch.org/social-trends/2019/11/06/marriage-and-cohabitation-in-the-u-s/), la mayoría en todas las edades, respondió que un buen trabajo por encima del matrimonio, los hijos o cualquier otra relación. El trabajo, no la familia, es la piedra angular en la felicidad de la mayoría de las personas.

Si bien debemos salvaguardar el ocio, nuestra prioridad, sin duda, es poner nuestras esperanzas en un mundo donde podamos conseguir un trabajo que nos haga sentir realizados, bien motivados. De lo contrario, estamos condenados a vivir una vida que nunca viviremos plenamente.

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